Mientras crece la preocupación social en torno a la soledad no deseada y al aislamiento social, Juan Nicolás, consultor en política social y productor cultural, pone el foco en un fenómeno menos visible pero más profundo: el miedo. Un miedo extendido que, según señala, condiciona hoy la vida emocional, cultural y política de la sociedad. Bob Pop charla con Juan Nicolás en una cafetería de Madrid sobre cultura, pensamiento, activismo y responsabilidad colectiva.
Bob Pop: Juan, se habla mucho de soledad y de aislamiento social, pero tú pones el foco en el miedo. ¿Por qué?
Juan Nicolás: Porque creo que el miedo es el sustrato de muchos de nuestros problemas actuales. Se habla —con razón— de soledad no deseada, pero antes de llegar ahí hay un miedo silencioso que atraviesa la sociedad y condiciona decisiones, relaciones y aspiraciones. Ese miedo empuja a muchas personas a esconder quiénes son, a reducirse para encajar. Y eso nos empobrece colectivamente, porque nos paraliza y debilita nuestra capacidad de crear y de avanzar en comunidad. Para mí, eso es más preocupante que cualquier soledad individual.
Durante años hemos normalizado esa lógica: “Puedes existir, pero no aquí, no cerca, no visible”. Eso no es convivencia, es segregación emocional. La soledad, muchas veces, no es el origen, sino la consecuencia del miedo a ser diferente, del miedo a no encajar.
Bob Pop: Da la sensación de que convivimos con un miedo más profundo, casi estructural. ¿Lo percibes así?
Juan Nicolás: Por su puesto, en mis últimos trabajos centro mi interés en distinguir entre la soledad no deseada y la elegida. La primera afecta de forma directa a muchos colectivos en situación de vulnerabilidad o quienes viven atravesados por múltiples discriminaciones. Esa soledad es efectivamente estructural y exige respuestas colectivas y políticas públicas. En cuanto a la elegida, vivimos bajo un ideal muy extendido de autosuficiencia, de independencia radical. El problema aparece cuando esa soledad deja de serlo y, aun así, preferimos no asumir que nuestros propios deseos también tienen consecuencias.
Ahí entra la responsabilidad y la madurez social. Tendemos a culpar al sistema o a buscar culpables externos antes que mirarnos. Y esa renuncia a la responsabilidad es el terreno perfecto para los discursos simplistas y excluyentes que se alimentan del miedo. Yo he encontrado en mi propia fragilidad la valentía para crecer y construir sobre esos cimientos el sentido de los proyectos que desarrollo y en los que creo profundamente, y siento la responsabilidad de compartirlo. Porque haber atravesado mis miedos es, hoy, el motor que me impulsa a emprender esta nueva etapa profesional, con una misión clara: generar espacios donde artistas, empresas, personas emprendedoras y comunidades puedan desarrollarse sin temor; lugares donde la diversidad sea riqueza y la creatividad sustituya a la confrontación.
JN consultora y productora cultural tiene una misión: generar espacios donde la diversidad sea riqueza y la creatividad sustituya a la confrontación
Bob Pop: Vienes del arte, de la gestión cultural, del asesoramiento público en políticas sociales y también del ámbito académico. ¿Cómo se articula todo ese recorrido en tu manera de mirar la cultura y lo social?
Juan Nicolás: Para mí es imposible separar unas dimensiones de otras. El arte sin pensamiento se vuelve entretenimiento; el pensamiento sin acción se queda en reflexión, en un discurso, en un relato; y la gestión pública sin sensibilidad social y creativa pierde su sentido.
Dirigir el Congreso Internacional de Artes y Diversidad junto con Aye Cultura Social y la Universidad de Murcia, el Seminario Internacional Sobre Nuevas Dramaturgias o el Congreso Internacional sobre Trata de Personas con Fines de Explotación Sexual con la Universidad Politécnica de Cartagena, y que contó con el apoyo del Gobierno regional, han sido experiencias que me han enseñado algo fundamental: pensar la realidad no sirve de mucho si no somos capaces de traducir ese pensamiento en acción cultural y social concreta.
Bob Pop: Has desarrollado proyectos de innovación social que se adelantaron a debates ahora muy presentes, como el impacto de la pornografía en la adolescencia. ¿De dónde nace esa mirada preventiva?
Juan Nicolás: De escuchar las necesidades y conectar con la realidad en el territorio, detectamos que estábamos ante una construcción de imaginarios profundamente dañina: modelos de relación basados en el dominio, la desigualdad, la cosificación del cuerpo y la violencia. Intervenir culturalmente ahí no solo era urgente: era una cuestión de salud social. En JN trabajamos campañas dirigidas a jóvenes para dotarles de una mirada crítica ante el consumo de pornografía: no desde el moralismo, sino desde la educación emocional y afectivo-sexual de forma sana e igualitaria.
Para ser hombre solo hay que tener gesto serio. Fíjate qué pobreza emocional hemos normalizado
Me gusta pensar que la innovación social sirve precisamente para anticiparte, leer los síntomas antes de que se conviertan en problemas generalizados y aportar nuevas soluciones.
Bob, tu serie 'Maricón perdido' me atravesó profundamente. Creo que ninguna persona homosexual ha evitado alguna vez disimular su orientación, lo que llamamos pluma, o sentirse abocado a comportarse según un sistema heteronormativo para sobrevivir. Hay algo que siempre me ha llamado la atención: cuando yo era joven y quería que no se notara que era homosexual, bastaba con poner un gesto serio, era como estar enfadado.
Hemos construido una masculinidad tan empobrecida que reduce a los hombres a una sola emoción aceptable: el enfado. Y no hablo de privilegios, hablo de cuánto hemos perdido como personas al renunciar a la sensibilidad, a la complejidad emocional, a la ternura o a los cuidados …en la desigualdad de género quien pierde por supuesto es la mujer, pero creo firmemente que en la igualdad ganaríamos todas y todos.
Bob Pop: Cuando hablamos de vulnerabilidad, ¿qué colectivos te preocupan especialmente hoy?
Juan Nicolás: Veo una triple fractura muy clara: la juventud, muchas veces hiperconectada pero emocionalmente aislada; la población LGTBIQ+, que sigue enfrentando discriminación estructural y violencia simbólica; y las personas migrantes, especialmente las mujeres trans migrantes, que sufren una intersección brutal de exclusiones: administrativas, laborales, sociales y culturales.
Son realidades atravesadas por la soledad, sí, pero sobre todo por miedo: al rechazo, a la invisibilidad, a las violencias. Frente a eso, la cultura tiene que dejar de ser mero escaparate para convertirse en un espacio de protección y de reconstrucción colectiva.
Rossy de Palma pasará a la historia como una figura irrepetible, que ha convertido la singularidad en un posicionamiento político y estético, y que ha hecho de la diferencia un lugar de resistencia, de belleza y honestidad
Bob Pop: En la cultura también parece crecer un miedo específico: el miedo a incomodar, a salirse de la corrección política, a decir algo que pueda generar polémica.
Juan Nicolás: Totalmente. Estamos viviendo una forma sofisticada de autocensura. No hace falta prohibir nada: basta con crear una atmósfera de miedo reputacional para que la mayoría prefiera callar. Por eso sigo admirando profundamente a artistas como Rossy de Palma: mi madrina, mi querida amiga y compañera Rossy de Palma, que pasará a la historia como una figura irrepetible. Una artista que ha convertido la singularidad en un posicionamiento político y estético, y que ha hecho de la diferencia un lugar de resistencia, de belleza y de verdad.
Rossy representa como pocas personas esa libertad radical de ser, de estar y de crear sin pedir permiso. Su presencia ha sido siempre generosa, lúcida y profundamente comprometida socialmente. Para mí, su recorrido y su manera de habitar la cultura son un referente ético y artístico, su valentía es profundamente política.
La cultura debería ser un territorio de riesgo poético, no un lugar neutralizado por el miedo a incomodar. Sin conflicto simbólico no hay pensamiento vivo.
A las empresas no se les vende compromiso social: se les compra con rentabilidad
Bob Pop: Y entre todo este contexto fundas JN Consultora y Productora Cultural. ¿Con qué propósito?
Juan Nicolás: JN nace precisamente como una herramienta para unir pensamiento y producción cultural con impacto social real. No es solo una productora: es una plataforma estratégica donde acompañamos proyectos artísticos desde su concepción hasta su desarrollo completo.
Asesoramos a creadores, instituciones e inversores para que las ideas no se queden en intención, sino que encuentren financiación, estructura y viabilidad. Pero siempre manteniendo una premisa clara: que la rentabilidad económica pueda convivir con rentabilidad social sin que ninguna de las dos se traicione. La cultura puede ser industria y conciencia a la vez. No son caminos opuestos: bien trabajados, se refuerzan mutuamente.
Creo que subestimamos profundamente al tejido productivo. Durante años se ha pedido a las empresas responsabilidad social, pero sin ofrecerles verdaderas herramientas para ejercerla. A las empresas no se les vende compromiso: se les compra con rentabilidad. Ahí es donde entra JN. No planteamos la responsabilidad social como un gesto moral o filantrópico, sino como un modelo viable donde la rentabilidad económica y la rentabilidad social conviven. Cuando eso ocurre, el compromiso deja de ser reputacional y se convierte en estructural.
Bob Pop: ¿Con qué equipo cuentas?
Juan Nicolás: Cuento con un equipo extraordinario y con una red de colaboradores muy sólida. Algunas de estas personas me acompañan desde hace años y hemos crecido juntas desarrollando proyectos muy diversos.
En JN hay perfiles especializados en asesoría fiscal, comunicación estratégica, empresa y responsabilidad social, así como en gestión cultural e intervención social. Es un equipo multidisciplinar que combina rigor técnico y sensibilidad social, y que nos permite acompañar cada proyecto de forma integral, desde la idea inicial hasta su desarrollo y proyección. Nada de lo que hacemos tendría sentido sin ese trabajo colectivo.
Bob Pop: Después de este recorrido tan amplio, ¿qué te gustaría realmente hacer por la sociedad?
Juan Nicolás: Todo mi trabajo parte del mismo lugar: promover relaciones igualitarias, libres de violencias, y entender la diversidad como un valor político y cultural. Lo diferente, lo que no encaja en lo normativo, quien piensa distinto, nunca ha sido para mí una amenaza, sino una oportunidad. El problema es que vivimos en una sociedad que tiende a replegarse sobre sí misma. Por eso mis iniciativas buscan crear espacios donde las diferencias convivan sin miedo y se conviertan en crecimiento mutuo. Cuando eso sucede, la transformación llega sola.
Me gustaría una sociedad menos paralizada por el miedo. Donde las personas puedan ser, sentir y expresarse sin pedir permiso constante. Ojalá consigamos recuperar la valentía de convivir con lo distinto sin convertirlo en amenaza. Porque cuando el miedo deja de gobernarnos, empezamos a relacionarnos desde otro lugar: más honesto, más libre y más humano.
Al final, para mí todo se resume en eso: cultura, política social o producción artística solo tienen sentido si ayudan a vivir con dignidad y sin miedo.
Bob Pop sonríe mientras la conversación se apaga.
— Quizá el verdadero acto revolucionario hoy sea perder el miedo, comenta.
Juan asiente.
— Exactamente. Y recuperar el deseo de pensar y construir de forma conjunta. Perder el miedo no es un gesto individual heroico. Es una tarea colectiva. Y la cultura juega un papel imprescindible