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Llega ‘B’, la película de Bárcenas que no ha necesitado ser ficción

Pedro Casablanc, caracterizado como Luis Bárcenas en la película 'B' / Foto: Avalon.

Garikoitz Montañés

Los primeros 27 minutos de B, el debut en el largometraje del director David Ilundáin (Pamplona, 1975), son asfixiantes. Por la ambientación, supuestamente en una sala de lo social que hizo las veces de una de lo penal en la Audiencia Nacional, abarrotada de letrados, y por lo que allí se dijo el 15 de julio de 2013. Ese día, Luis Bárcenas (Huelva, 1957), exgerente y tesorero del Partido Popular, cambió la versión sobre sus famosos papeles en su segunda comparecencia por este caso y habló, y mucho, para contar una versión muy diferente a lo que había asegurado hasta ese momento. Al público le corresponde opinar ahora si dijo la verdad o no, y en qué parte. Esa invitación a la reflexión es la que plantea esta película, adaptación de la obra teatral Ruz-BárcenasRuz-Bárcenas (escrita por Jordi Casanovas y dirigida por Alberto San Juan) y que recoge de forma literal lo que allí dijeron (el interrogatorio duró cinco horas, aquí resumidas en 78 minutos) los verdaderos protagonistas. ¿Y por qué, entonces, hacer una película sobre algo que los espectadores y espectadoras (o la mayoría) ya conoce?

Ilundáin reconoce que el objetivo, como la obra de teatro original, es “contribuir al debate”. Pamplona ha acogido este 15 de septiembre el preestreno de la película, que desde el próximo viernes se distribuirá con entre 16 y 20 copias en las salas españolas. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. No recibieron subvenciones y ninguna televisión, vía habitual para financiar el cine en España, se interesó por el filme. Fueron seis meses llamando a puertas que no se abrían, razón por la que, en el arranque del filme, se da las gracias a los y las 597 mecenas que, a través de un crowdfunding, financiaron la película. Esa en la que Ilundáin se empeñó tras ver la obra porque “salí en shock y hacer la película era para mí algo primario”. E insiste en que es “100% real”, y de ahí que se promocione con una película documental.

Esta se asienta, sobre todo, en el trabajo de los actores Manolo Solo y Pedro Casablanc (Casablanca, 1963), el juez Pablo Ruz (Madrid, 1975) y Bárcenas, respectivamente, en la ficción. La voz de Casablanc, con una entonación calculada, es prácticamente la banda sonora de esta película, porque se escucha con firmeza (y rapidez) a lo largo de todo el metraje, con precisión al mencionar unos nombres y con olvidos al recordar otros. El actor afirma que si físicamente se parece o no a Bárcenas “es algo secundario”, porque lo importante está en “sugerir algo que traslade al espectador a ese momento”. “Es un personaje que sabe que estaba en el ojo del huracán, que habla con aplomo y se ve cómo lo va perdiendo cuando se siente acorralado”, cuenta el intérprete.

¿Puede esta película mitificar al tesorero? Ilundáin bromea con que ya falta poco para que Bárcenas aparezca impreso en camisetas y se convierta en un “ídolo pop”. Ya en serio, el director navarro reconoce que “el público puede incomodarse por sentir cierta empatía. Eso querrá decir que la propuesta funciona, que el personaje engancha y que no es el estereotipo de la tele”. Y lo que “abruma”, asegura el realizador, es que lo que Bárcenas cuenta que hacía parezca “una rutina. Y te preguntas ¿qué estaba haciendo yo durante estos años que no me he enterado de esto?”.

“Lo normal es que hubiera pasado algo”

El propio Ilundáin ha reconocido, durante la promoción de la película, que B ha conllevado un trabajo de investigación clave, para conocer a quién se refiere Bácenas en cada declaración. Otra cuestión es que el público necesite saberlo en todo momento porque lo que pesa, ante todo, es el asombro, el humor puntual y la indignación en general que puede provocar lo que se dijo en esa sala.

Y de ahí que “lo normal es que después de aquello hubiera pasado algo. Llamémosle X”, afirma, en referencia a la, por ejemplo, ausencia de dimisiones. De ahí la lectura política que acompaña a esta producción, y sus responsables son muy conscientes de las etiquetas que, aseguran, les colocarán “los hooligans políticos”, afirma el director. Casablanc, por su parte, afirma que “si nos dedicamos al cine o al teatro no somos de derechas”, pero ambos rehúyen de los estereotipos y defienden que la clave al afrontar este proyecto era que “fuera una película en la que pasan cosas”.

Ilundáin, además, está convencido, pese a los problemas de financiación, pese a esa falta de ficción y una puesta en escena aparentemente sencilla, que el resultado convencerá: “Creo que hay mucha gente interesada en este tipo de historias y que irán al cine. Lo hacen los británicos con (la serie de televisión) House of Cards, los daneses con Borgen o los italianos con Gomorra. Y nosotros, que podríamos dar másters internacionales en corrupción y tenemos material para dar lecciones, no estamos contando nada”.

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