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'La abuelita de chocolate', el cuento que ayuda a explicar a las criaturas la muerte inesperada de un ser querido

Una de las ilustraciones del cuento.

Rocío Niebla

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La madre de la periodista y escritora Emilia Arias, la abuelita de chocolate, era divertida y juguetona, le encantaba pasar tiempo con su nieta y preparar bizcochos y pasteles. Cuando Nina nació, a Maribel, nombre verdadero de la abuelita de chocolate, se le “volvieron los brazos más rápidos para inventar recetas de dulces”. Cuando llegó Jota en acogida familiar, Maribel se hizo abuela por segunda vez: “Más abuela, más caramelo en la mirada, más recetas de bizcochos y más chocolate, su preferido. Ahora para dos”.

Un día, en mitad del confinamiento, después de que Maribel oliera flores y cogiera cerezas en su parcela, se le paró el corazón. Llevaban mucho tiempo sin verla, con inmensas ganas de hacerlo, y nunca más pudieron. 'La abuelita de chocolate' (Babidú-bú, 2021) es el cuento que ha escrito Emilia Arias para explicarle a sus hijos el fallecimiento de su abuela, así como parte de un ritual para recordarla y seguir teniéndola presente. Porque según el cuento de Arias, la abuela escaló medio mundo para subirse a una estrella y ser la “abuelita estrella” cada vez que la echen de menos y miren al cielo, o la “abuelita chocolate” cada vez que saboreen un dulce.

Maribel iba a ir a Bilbao a casa de su hija, a estar con su nieta Nina y a conocer a su nuevo nieto, Jota, de tres años, recién llegado en acogimiento familiar. Pero aterrizó la pandemia y con ella el confinamiento. “Mi madre era servidora pública, limpiaba en un centro sociosanitario las zonas en las que los pacientes COVID-19 se aislaban. Así que los planes de desbarataron”, cuenta Emilia Arias. Las criaturas confinadas y la abuela Maribel trabajando. “Para salvar la distancia conectábamos el teléfono a la tele y hacíamos videollamadas. Ella les cantaba canciones, les contaba cuentos y les enseñaba cómo habían salido las flores”, apunta. Jota conoció a su nueva abuela solo de forma digital pero gracias a las fotos, a la memoria viva y al cuento, tanto Jota como Nina la tienen presente y es constante su recuerdo.

“Cuando falleció mi madre, me quedé en shock, fue repentino y totalmente inesperado. Con el agravante de una pandemia de por medio. Se lo conté a Nina y se llevó un disgusto horroroso”, asegura la periodista. Dice que el fallecimiento lo trató de explicar “utilizando las palabras de la niña”, que entonces tenía tres años, pero empleando alguna metáfora para que pudiese serle más fácil. Arias se dio cuenta de que ni Nina ni Jota lo acababan de entender porque pensaban que en algún momento Maribel iba a volver.

“Ahora, con cinco y seis años, sí comprenden que cuando se para el corazón dejas de vivir. Y dejar de vivir es dejar de reír, de hablar o de estar. Pero en aquel entonces no tenían herramientas para entenderlo”, cuenta. La periodista inició una búsqueda de palabras y herramientas con las que contarles a sus criaturas el hecho de la muerte, pero no encontró, y afirma: “Es complejo porque ni nosotros los adultos acabamos de comprender y explicarnos qué es la muerte”.

Escribir el cuento le ha servido a la autora tanto para su propio proceso de duelo, como para tener un instrumento con el que conversar sobre la muerte de Maribel. “Las personas adultas, incluso entre nosotras, no hablamos de la muerte ni del dolor que nos trae. Hay un rechazo a los procesos de duelo y una cultura a lo Mr.Wonderful de estar siempre bien”, dice.

Hablar con sinceridad

Y la pregunta es: ¿nos hace bien? ¿Nos sana el silencio autoimpuesto o impuesto socialmente? ¿Nos ayuda a procesar la pérdida? Carmen Mateo es psicóloga y escritora de literatura infantil y se muestra tajante: “El silencio no repara. Necesitamos hablar sobre lo que nos pasa y sentirnos arropados como parte del proceso de duelo”.

Mateo pasa consulta en su propio centro en Cañada del Rosal, en Sevilla, y está formada en duelo infantil. Cuenta que a los niños y a las niñas hay que hablarles sobre la muerte “con sinceridad” y adaptando la información al nivel madurativo de las criaturas. “Si el niño tiene una edad en la que cognitivamente entiende que en las estrellas no pueden estar personas, ni siquiera cuando se mueren, la información que se le debe trasladar tiene que ser real”, dice. Explicado con tacto, amor y cuidado, pero acercándolo en la mayor medida posible a la situación existente.

La psicóloga señala que “en la primera parte de la infancia hay una información más mística y fantasiosa, pero luego hay que trasladarles mensajes que se ajusten a lo verdadero”. Mateo considera que el recurso estrella, contarles que las personas que fallecen están allí, es válido para el campo de la literatura e imaginación, pero que, una vez leído el cuento, si el niño o la niña puede cognitivamente entender, el adulto tiene que acompañar la lectura de una explicación.

“Recomiendo que se adapte el mensaje pronto. Tengo una hija de dos años y cuando mi padre falleció no le conté que está en la estrella. La verdad por delante: el abuelo no está”. Porque, ¿qué pasa cuando entiendan que no está en la estrella o que de las estrellas no van a bajar a verlos? He ahí lo que le pasa al protagonista del libro infantil 'El viaje del abuelo' (Diego Pun Ediciones).

La literatura es un vehículo de comunicación, es una excusa para sentarte con el niño o niña y abordar un tema. “'La abuelita de chocolate' es un libro buenísimo para hablar de la muerte, pero luego hay que separar la metáfora de la realidad y seguir trabajándolo con los niños”, afirma. Para paliar el dolor de la ausencia, la psicóloga recomienda elaborar rituales del duelo como visitar el lugar en el que está enterrado o escribirle una carta y leérsela. “Los humanos necesitamos que los procesos se cierren de la mejor manera posible. Los rituales de los duelos son para cerrar y asumir la irreversibilidad de la perdida”, dice. Emilia Arias, con sus hijos, sembró un olivo en el lugar donde el corazón de Maribel se paró.

Apartar a las criaturas de los momentos posteriores al fallecimiento o contarles medias verdades puede resultar contraproducente. La psicóloga recomienda que si el niño o niña está preparado esté presente, pero junto a un adulto que le atienda y le escuche. “Acompañarles en las emociones es importante y darles espacio para que puedan expresar lo que sienten. Darles confianza para que, si necesitan, puedan llorar o hablar y contarles que es normal estar enfadado o sentirse triste”, relata.

Carmen Mateo ha recomendado el cuento de Emilia Arias a varios de sus pacientes y en sus redes sociales por “el respeto con el que trata la muerte” y porque “siembra el camino” para hablar sobre el proceso de pérdida de un familiar querido. La literatura abriga y arropa el diálogo para que el abrazo madre/padre-hijo/hija reconforte y repare.

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