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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un breve apunte sobre la estrategia para la transición energética vasca desde la 'Energiewende' alemana

Ciudades como Reikiavik y Basilea obtienen electricidad solo de fuentes renovables

Iñaki Valentín

El pasado 7 de marzo tuve la oportunidad de acudir a la presentación en Bilbao de la 'Energiewende' alemana o, lo que es lo mismo, la transición energética en Alemania. Esta presentación estuvo acompañada de la visita a una muy recomendable exposición al efecto situada en el Hall del Bizkaia Aretoa de la UPV en Bilbao.

Los representantes alemanes nos explicaron las ideas fuerza del plan alemán y sus concreciones en la realidad, así como los grandes retos que aún faltan para el desarrollo de las energías renovables, como la cuestión del almacenamiento y la necesidad de una mayor coordinación y cooperación sobre la cuestión en la Unión Europea. Más allá de evidentes aspectos discutibles desde una posición como la de Gure Energia, como la perspectiva de la asunción de un (improbable) modelo de alto crecimiento económico acrítico basado en las renovables o la desconexión entre transición y justicia energética, se puede sacar una conclusión evidente: esta gente tiene un plan concreto, con cifras y plazos definidos, para conseguir la descarbonización y la reducción de emisiones.

Además, tres elementos llaman la atención de las intervenciones y la exposición: la primera es que no hubo una sola referencia al gas; y no es porque Alemania no lo esté usando como energía de transición, que lo está haciendo, sino porque tienen muy claro que la premura se centra en un tránsito con cierta celeridad a las renovables, donde ponen todo el acento; la segunda afecta a la asunción de la idea de la descentralización energética, con una legislación adecuada para promover los sistemas energéticos compartidos por la ciudadanía y la energía comunitaria ; y la tercera, la promoción del empleo asociado a esta transición.

En el acto intervino también Arantza Tapia, Consejera de  Desarrollo Económico del Gobierno Vasco. Y su intervención, puro marketing, no pudo ser más descorazonadora. Vino a decir que, como los vascos y las vascas somos muy inteligentes, ya habíamos previsto todo esto de la transición energética hace 35 años con la creación del EVE (Ente Vasco de la Energía) aunque no le habíamos llamado transición energética; por cierto, parece que seguimos sin llamarle así en 2018, vistos los miedos que tienen nuestros dirigentes para utilizar esta terminología…. O quizás el hecho de no pronunciar la expresión “transición energética” sea en el fondo un acto de responsabilidad por su parte, vista la realidad de los planes  diseñados por el Gobierno Vasco.

Analizando la “estrategia energética de Euskadi 2030” nos encontramos con una promoción descomunal del gas natural, un enfoque sobre la biomasa de dudosa sostenibilidad en Euskadi (dejando para otro momento el problemático mundo del sector forestal vasco), poca valentía con las renovables, escasa participación social y  nula promoción de las energías comunitarias. Hay que sumarle a todo esto un hecho fundamental: la estrategia global vasca depende en muchos casos de las realizaciones y acciones que se puedan desarrollar en el ámbito local de los tres territorios históricos para reducir emisiones y avanzar en la descarbonización. Si uno estudia, por ejemplo, la Estrategia de Energía Sostenible Bizkaia 2020 de la Diputación Foral,  se puede encontrar con desagradables sorpresas. En 2018, a dos años de finalizar el periodo marcado, la Diputación a penas ha desarrollado nada de lo que tenía previsto.

Curiosamente, las partes con más trabajo realizado corresponden a las acciones centradas en la ciudadanía (campañas como “actívate”, GAP, hogares verdes….), pero parece que los aspectos relacionados con las obligaciones institucionales están desaparecidos. Sólo por citar algunos de los que recoge la propia estrategia Bizkaia 2020: ¿Dónde está el programa de actuación de eficiencia energética de la Diputación? ¿Dónde está la transformación de un edificio (ojo, nótese que se trata sólo de uno) emblemático de la Diputación con criterios estrictos de sostenibilidad? ¿Dónde queda la reforma fiscal ambiental? ¿Dónde está la “ambientalización” de los pliegos de contratación de energía? ¿Dónde se encuentra el proyecto Bizkaiener, por una Bizkaia energéticamente sostenible?  Y así podríamos seguir y seguir.

En definitiva, un panorama que se las trae.

El resultado de esos 35 años en el que hemos sido más listos que el resto del mundo a los que se refiere Arantza Tapia tiene como resultado una comunidad autónoma, la vasca, con uno de los porcentajes más bajos de generación de energía a través de renovables de todo el estado español, entregada en cuerpo y alma al gas natural, y con una estrategia sin participación y sin proyecto de descentralización a través de la promoción de energías comunitarias.

Una mención especial requiere el asunto del gas. La relación de nuestros sucesivos gobiernos y el EVE con el gas es muy intensa en todos los sentidos. En esto de vendernos la moto del gas, PNV y PSE han ido, una vez más, de la mano. En cuanto al gas procedente del fracking (por suerte ahora paralizado, aunque más por sus actuales altos costes en relación a la rentabilidad que por otra cosa), nunca podremos olvidar al exlehendakari Patxi López paseando por los pozos de fracturación hidraúlica estadounidenses o las famosas declaraciones por las cuales con el fracking en Euskadi teníamos para 60 años de suministro….. o los proyectos de Shesa, la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi, dispuesta a hacer agujeros por la geografía vasca y allende nuestro país.

Por lo que respecta al gas convencional,  hace tiempo que se perdió la idea de recurso de transición para convertirse en un peligroso fin en sí mismo. Si hay un lugar donde los lobbies del gas no necesitan actuar, ese es Euskadi. Y no estaría de más recordar, de nuevo, que el gas es un recurso fósil, no renovable, finito y altamente contaminante (no tanto como el petróleo, eso sí).

Por último, y esto vale para Alemania, España, Euskadi y cualquier otra parte del mundo, la vinculación entre transición energética, renovables y negocio no siempre va a ser tan evidente. Más pronto que tarde, acabaremos por darnos cuenta de que muchas actuaciones relacionadas con el cambio climático van a requerir de inversiones “a fondo perdido”; basta con echar un vistazo a lo que nos queda por recorrer para conseguir los objetivos marcados, la situación de desbordamiento de los límites planetarios y la necesaria asunción de los principios de justicia social, ambiental y energética.

*Iñaki Valentín es miembro de Gure Energia-Plataforma por Un Nuevo Modelo Energético y de la Comisión de Bizkaia por la Transición Energética

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