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Madrid y sus árboles

La plaza de la Lealtad, en el Paseo del Prado de Madrid.

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En febrero de este año unas vallas de obra rodearon 124 plátanos del Parque de Arganzuela en Madrid Río.  Con motivo del trazado de la línea 11 de Metro iban a ser talados según un proyecto emanado de la Comunidad de Madrid.  Inmediatamente ciudadanos a título particular y las asociaciones vecinales de la zona se movilizaron solicitando al Ayuntamiento que diera marcha atrás en la aprobación de tala y llevando a cabo pasos que han conseguido, de momento, pararla. Desde entonces hasta el día de hoy la fotografía de estos plátanos ha llenado páginas de periódicos locales, nacionales e internacionales, integrada en noticias que han cuestionado la decisión del Ayuntamiento de Madrid de talar un arbolado espléndido e irremplazable.  

En un momento en el que la reintroducción de la naturaleza en la ciudad se configura como uno de los ejes de acción principales que están adoptando muchas ciudades europeas para afrontar problemáticas ambientales, sociales y económicas interconectadas, no se entiende la decisión de la Comunidad de Madrid (CAM) de plantear un trazado para la línea 11 que sacrifica numerosos árboles, así como no se sostiene la falta de acción crítica del Ayuntamiento de Madrid frente a un planteamiento del Gobierno Regional que va en detrimento de la imagen de la ciudad, la sostenibilidad y la calidad de vida de los residentes de la capital.  

Existiendo alternativas de trazado para la línea 11, que son viables técnica y económicamente, el Ayuntamiento ha asumido desde el primer momento la eliminación de esos árboles (de hecho firmó una primera aprobación de tala, que ha decaído a los seis meses) y no tenemos noticia de que haya instado a la CAM a cambiar el trazado. En relación a un tema de este calado el Consistorio no debería comportarse como un mero “intermediario” que firma la aprobación de tala observando la Ley del Arbolado de la Comunidad de Madrid, aceptando un proyecto perjudicial para la ciudad.  Lo que se espera del mismo es que se rija por criterios de sostenibilidad, actúe en base a la legalidad urbanística encardinada en su propio planeamiento (que protege parte de este arbolado, especialmente el situado dentro de Madrid Río) y, sobre todo, que defienda frente a la Comunidad de Madrid los intereses de la ciudadanía en relación a un tema sobre el que la opinión pública madrileña está claramente posicionada sin fisuras y más allá de ideologías políticas. Existe un clamor social que reivindica que estos árboles deben ser salvados y protegidos.  

Se podría argumentar que si el Ayuntamiento no da pasos en este sentido estaría desatendiendo una cuestión que ha emergido como de gran importancia social en nuestra ciudad, como muestra la capacidad de movilización y concentración de apoyos por parte de vecinos, asociaciones, profesionales del urbanismo y otras políticas urbanas, organizaciones de diferente tipo, e instituciones de ámbito nacional. En este contexto ¿puede seguir el Ayuntamiento de Madrid desoyendo todas estas voces al acatar el proyecto de trazado?  

Además de esto, el Consistorio no estaría siendo coherente con algunos de los instrumentos estratégicos que ha aprobado en la anterior legislatura, en donde esgrime principios y compromisos en sentido contrario a estas talas.  Por ejemplo, en la Estrategia de localización de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 en la ciudad de Madrid de 2021, el  Ayuntamiento se ha comprometido con  la siguiente meta: “De aquí a 2030 asegurar la conservación y uso sostenible de los bosques y zonas verdes de la ciudad incrementando la cobertura arbórea”.  Por otra parte, en el documento Madrid 360. Hoja de ruta hacia la neutralidad climática de la ciudad en 2050 se establece como objetivo de adaptación al cambio climático “Refrescar la ciudad” a través de Soluciones Basadas en la Naturaleza. Asimismo, se incluye el objetivo estratégico de “Promover la inclusión de la naturaleza en la ciudad” con el fin de dar lugar a múltiples co-beneficios.  

Solicitar al Ayuntamiento que escuche a la ciudadanía y sea coherente con su propio planeamiento urbanístico y marcos estratégicos puede sonar ingenuo, dado que estamos acostumbradas al uso retórico que muchas instituciones (no sólo madrileñas) hacen de sus instrumentos de política, pero se trata de un paso ineludible si queremos avanzar en democracia local y dar lugar entre todas a un modelo de ciudad capaz de afrontar los importantes desafíos presentes. La sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático son metas difíciles de alcanzar, que requieren esfuerzo y compromiso por parte de todos. En ese contexto las instituciones han de abrir camino poniendo en práctica formas de hacer que dejen atrás lógicas no participativas y materialistas propias del siglo pasado

Por otra parte, la aprobación de estas talas no sólo conllevaría la eliminación de un arbolado que desempeña importantes y numerosos servicios medioambientales, sociales, paisajísticos e identitarios para la sociedad madrileña, sino que sentaría un precedente peligroso, lanzando el mensaje de que las instituciones pueden implementar decisiones que contradigan los instrumentos de planeamiento y estratégicos en vigor, llevando a cabo acciones contrarias  a los mismos (aunque encuentren la manera de hacerlas “legales”) y rechazadas por la ciudadanía.  Madrid no debería tener que cargar con esa amenaza.

Como decía al principio, estos árboles siguen en peligro de tala. Sin embargo, si comparamos la situación de febrero de este año y el momento presente encontramos un panorama distinto que ver con la movilización mencionada. La observación de lo que socialmente está aconteciendo en torno a la defensa de este arbolado es inspirador y muestra que se está dando un proceso de construcción de capacidad local de una escala que hace tiempo no se veía en Madrid. A día de hoy, los árboles amenazados son ya mucho más que unos ejemplares magníficos a proteger.  Se han convertido en un símbolo de resistencia para parte de la ciudadanía y sus asociaciones ante un Ayuntamiento que no quiere escuchar y sigue planteando de manera tozuda una idea de desarrollo que prima la economía (en este caso la facilidad de ejecución y reducción de los tiempos de obra) por encima de valores medioambientales y sociales, por encima de valores intangibles como la belleza, la memoria, y el sentimiento de pertenencia. El movimiento de defensa de estos árboles viene creciendo en base a un efecto bola de nieve que cuenta cada vez con más apoyos y por el momento no da señales de agotamiento. Está mostrando y reclamando otra manera de pensar la ciudad basada en el bien común. Desde ese marco, asociaciones vecinales y colectivos de distinto tipo estamos intentando contribuir a salvar este arbolado, pero quizás esté pasando algo diferente, de mayor calado, y mucho más transformador: quizás estos árboles nos han hecho despertar y nos están ayudando a imaginar y reclamar “otro Madrid”, otro modelo de ciudad sostenible, participativa y más amable, en donde podamos volver a caminar bajo su sombra. 

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