Propuestas para el reinicio de la mesa de diálogo
En el próximo mes de julio, es previsible que se reinicie la mesa del diálogo entre los gobiernos de Catalunya y España, después de cinco meses de parálisis debido a la COVID-19. Persiste la clara división entre las dos formaciones políticas del Gobierno catalán, con un escenario electoral a medio plazo, y un creciente desinterés de la opinión pública española sobre la cuestión catalana, que ya no es su prioridad, tres aspectos que incidirán sin duda en las posiciones del siguiente encuentro. Entre otras cosas, nadie pone sobre la mesa todos sus activos si sabe que al poco cambiarán los interlocutores. Esperará a que se realice el cambio, y entonces verá cuál es su mejor estrategia posicional. Es mejor tenerlo claro desde ahora. El autoengaño no lleva a ninguna parte.
Al comenzar el año, me pregunté qué tipo de acuerdos podría tener una mesa de diálogo de este tipo y cuáles podrían ser sus limitaciones. En todo caso, en la práctica de las negociaciones en contextos de conflicto o crisis política, suelen buscarse algunos puntos comunes o fácilmente asumibles por las partes, y a partir de ahí se intenta construir una figura, habitualmente una pirámide invertida partida por la mitad, donde la parte superior es la convergencia final, que puede ser amplia o muy estrecha. El reto de un diálogo con posiciones de partida muy desiguales, es conseguir un espacio de encuentro y agrandarlo. Pero no siempre es posible, y de ahí que muchas negociaciones fracasen desde el primer momento o muy pronto, o se mantengan de forma eterna, pero sin avances y ninguna expectativa.
En mi opinión, en la crisis catalana podría haber un espacio razonable de diálogo desde el inicio, en febrero, si la delegación catalana hubiera cambiado algunos de sus presupuestos iniciales, muy centrados en las “líneas rojas” del otro, y si el Gobierno español hubiera asumido el coste de enfrentarse con muchos de los dirigentes autonómicos que quieren el “café para todos”, además de sortear los embates de la derecha patriotera. Antes y ahora, bajo mi punto de vista, hay una posibilidad para arrancar con buen pie, aunque no sea finalista, claro, y que podría ser parecido a lo que expongo, dentro del mundo de las meras hipótesis, y donde la terminología utilizada sería importante. Lo que muestro es sólo una pequeña “hoja de ruta”, donde las partes deberían rayar, añadir cosas o cambiar el orden de la secuencia. Sirve para iniciar debates, no por plasmar una solución de entrada. El resultado final puede ser muy diferente. Aclaro de entrada una cuestión previa, y es que este planteamiento va dirigido tanto al espacio independentista como al catalanismo no independentista, de modo que reúna más de 60% del electorado catalán, y teniendo en cuenta que, a principios de este año, el 78,3% de la población catalana encuesta por la propia Generalitat manifestó su voluntad de poder decidir sobre el futuro del país en una consulta, que podría incluir varias opciones. Lo que planteo, de manera ciertamente provocativa y para socializar el debate en toda España, es pues una propuesta gradual, para ir avanzando poco a poco. Consta de nueve puntos:
1.- Renuncia explícita a la unilateralidad.
2.- Aceptar y reconocer la voluntad de la población catalana de ser consultada sobre el futuro de su autogobierno.
3.- Reformar el Estatuto de Catalunya, aumentando su nivel de autogobierno, con la aprobación de dos tercios en el Parlamento.
4.- Cumplir toda la “agenda del reencuentro”.
5.- Vitalizar la Comisión bilateral Gobierno-Generalitat.
6.- Cambiar el delito de sedición y facilitar la salida temprana de los presos
7.- Resolver los contenciosos por la vía política y negociada
8.- Acordar una futura consulta no vinculante con tres opciones: más autogobierno, Estado federal o independencia
9.- Buscar la manera de implementar una opción de cambio de estatus que afecte la Constitución, si es apoyada por dos tercios en el Parlament de Catalunya y por tres quintas partes del Congreso y el Senado.
Como he dicho, este tipo de propuestas son para discutirlas y cambiarlas, no simplemente para adherirse, pero con la intención de superar la polarización política implícita en el minimalismo de las mayorías, sea del 48% o el 51%, para rebasar el 60% e ir hacia una propuesta que pudiera ser avalada por dos tercios de la población catalana. Si no llegamos a una agenda compartida, creo que negociar con el Gobierno central nunca llegará a buen puerto. Me temo, sin embargo, que no hay interés en practicar un diálogo interno en Catalunya para encontrar consensos, y que se prefiere culpabilizar y proyectar sobre la otra parte su propia debilidad. En poco tiempo lo sabremos. Mientras, invito a que las fuerzas políticas y sociales de España a hacer planteamientos para mejorar la propuesta anterior y lograr consensos.
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