Realismo para reducir los gastos militares

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Dicen los expertos en guerras y en política que los pacifistas, aunque digan cosas interesantes, son unos buenistas y que su opinión no debe ser tenida muy en cuenta. Es cierto que la historia está hecha a base de guerras. Solo hay que ir a los libros de historia para comprobarlo. De las guerras de la independencia a las guerras de la liberación, de las guerras de los siete, treinta o mil días a las guerras de evangelización, de las guerras civiles a las guerras mundiales. Visto así, pudiera parecer apropiado prepararse para la guerra, aumentar los presupuestos militares, hasta la próxima guerra. El SIPRI publicó ayer una nueva cifra récord del gasto militar mundial que en 2021 superó por primera vez en la historia los 2 billones de dólares (2,113 bill USD). Como suele ocurrir cada año, el presupuesto militar lo suben muchos y lo bajan pocos. Y quienes lo bajan es porque antes ya lo habían aumentado. La militarización ha estado en auge no solo en 2021, sino que en los últimos veinte años gobiernos de todo el mundo aumentaron en un 102% el gasto militar mundial. Estados Unidos sigue acaparando la mayor parte del gasto militar mundial, con 801 mil millones de dólares (36% del total). En Europa aumentó un 3% en 2021, en Europa Central y Occidental lo hizo un 3,1% por la inversión para adquirir nuevo armamento e I+D Militar. Los Estados miembros de la UE dedicaron 257 mil millones de dólares (12% del total). En Europa del Este aumentó un 2,3%, mayoritariamente por el incremento del gasto ruso, 65,9 mil millones de dólares (3% del total) que ya se estaba preparando para la invasión de Ucrania. Hasta aquí todo cuadra, el belicismo, la actitud partidaria de la guerra como medio para resolver conflictos, nos diría que tenemos que armarnos y prepararnos para la guerra.

Pero no, el militarismo afortunadamente no es la única opción. Muchos países y regiones han conseguido grandes cotas de seguridad sin necesidad de mantener costosas estructuras militares. Las opciones pacifistas, que proponen la abolición de la guerra como solución a los conflictos, son más favorables y beneficiosas para la sociedad y la seguridad. Los libros de historia cuentan lo extraordinario, o lo que quienes ganaron las guerras quieren. La historia real, la de las personas normales y corrientes, la que no está escrita en libros de texto, se construye en los periodos de paz, que por suerte son la mayoría. 

La experiencia nos demuestra que la militarización no provoca mayor seguridad, ni en lugares en paz ni en lugares en conflicto o tensión. El militarismo y armamentismo previos a la Primera Guerra Mundial y su no pacífica resolución han sido identificados como factores determinantes que llevaron a las guerras mundiales. La carrera armamentista y la creciente militarización que muestran los datos de gasto militar actual nos puede llevar a un escenario similar. Según la Universidad de Upsala, desde el año 1996 en que comienzan los incrementos de los gastos militares los conflictos armados activos en el mundo han crecido de una media de 36 conflictos armados activos cada año a 53 desde 2014, cuando vuelven a aumentar los presupuestos militares tras la crisis de 2008. El gasto militar no genera más empleo, varios estudios así lo demuestran, como el de Brown University, que prueba que la inversión en gastos militares genera incluso menos de la mitad de empleo que hacerlo en educación, sanidad o energías renovables. Además, las misiones militares no son para la defensa sino que en buena medida tienen como objetivo ayudar a traer el petróleo y el gas de lugares en conflicto. Por ejemplo, de 2018 a 2021, Italia, España y Alemania han gastado más de 4.000 millones de euros en misiones militares cuya finalidad ha sido asegurar las importaciones de crudo y gas, tal y como demuestra un informe de Greenpeace. Por otra parte, hay infinidad de ejemplos que prueban que el gasto militar ni evita ni promueve las invasiones militares. Hay países con enormes gastos militares envueltos en guerras interminables e infinidad de países con despreciables gastos militares que no viven bajo la amenaza de la invasión militar de ningún ejército vecino o gran potencia militar. 

Si aumentar los gastos militares no consigue mejoras en el empleo, no evita guerras o ataques militares y no da más seguridad ni reduce las tensiones en lugares en conflicto, ¿para qué sirve? Una respuesta puede estar en quien gana con ello, un perverso grupo de interés que ven multiplicar sus beneficios y subir la cotización de sus acciones al tiempo que se suceden guerras y promesas de incrementos en los presupuestos militares. ¿Y quien pierde? Los de siempre. Primero quienes sufren la violencia de las armas y se ven obligados a huir de las guerras que generan las armas que les vendemos, muchas veces con dinero destinado a Cooperación Internacional, como el Fondo Europeo para la Paz, creado para financiar la compra de armas europeas por ejércitos en los que hay misiones de la UE de formación militar. 

Dicen que las propuestas pacifistas son utópicas y poco realistas, que pertenecen a un mundo que no existe, que es simple buenismo al que no prestar mayor atención. Si es paz lo que queremos tener, la conducta basada en la creencia de que los problemas pueden resolverse a través del diálogo, la solidaridad y la tolerancia, parece en todo caso un posicionamiento más positivo y realista, que el que opta por la vías violentas para solucionar los conflictos. Las propuestas pacifistas de la campaña global sobre los gastos militares (GCOMS) parecen más razonables que las vías malistas que abocan al mundo a guerras sin fin. Porque lo verdaderamente utópico es pensar que con más gasto militar tendremos menos guerras. El militarismo ha sido la opción hegemónica desde hace décadas y su fracaso ha sido estrepitoso no solo en Europa sino en medio mundo.