Sostenibilidad climática, ODS y juventud: nuevos liderazgos para un compromiso regional y global
En la actualidad, entre 140 y 160 millones de personas pertenecen a la población joven de América Latina y el Caribe, número que representa a aproximadamente el 25 por ciento de los habitantes de la región y que, por lo tanto, merece una agenda estratégica propia. Máxime si se tienen en cuenta sus capacidades para promover soluciones innovadoras y contribuir al progreso social, la transformación política y el avance en metas y objetivos ambientales específicos.
En ese contexto, es rol de los gobiernos nacionales y locales, los organismos de desarrollo multilateral y el ámbito privado, entre otros actores, propiciar las condiciones materiales, la puesta en práctica de políticas públicas, y el monitoreo y la revisión de esas decisiones para que los jóvenes puedan poner todo su potencial al servicio de la transformación de los países y sus realidades. Esto es así porque las instituciones como tal funcionan como cajas de resonancia para las reivindicaciones, demandas, deseos y necesidades de cada grupo social.
Por eso, en el ámbito específico de la sostenibilidad y la acción climáticas, el papel de la juventud es absolutamente central. Según la Organización de las Naciones Unidas, los jóvenes tienen la capacidad de convertirse en pensadores críticos que desafíen y exijan cada vez más a los sistemas de gobierno de sus países; en agentes de cambio que actúen y movilicen a sus pares para la toma de conciencia ambiental; en actores para la innovación, y en líderes con conocimiento pleno sobre sus derechos y con la capacidad para generar redes de sentido y colaboración entre sí.
La nuevas Agendas de Juventudes globales ponderan esas funciones sociales y plantean la importancia de seguir trabajando para garantizar las condiciones básicas del colectivo joven. Desde CAF, promovemos espacios y proyectos de formación y capacitación juvenil que buscan fortalecer las capacidades de liderazgo de ese colectivo. Lo hacemos a través de herramientas y mecanismos que incluyen temas estratégicos como género, transformación digital, inclusión y diversidad, entre varios otros. Tal es el caso de nuestro programa Generación L, pensado para acompañar a los y las jóvenes de la región en la adquisición de, por ejemplo, herramientas de análisis, evaluación, persuasión y negociación, creatividad y pensamiento crítico. También apoyamos proyectos como el de la Escuela Laudato Si’, un programa educativo de la organización internacional, Scholas Occurrentes, que forma a jóvenes de escuelas rurales y urbanas de países de todo el mundo en temas como ética ambiental, ecología, protección de los entornos y participación ciudadana. Y, la tercera pata de nuestro trabajo para ese sector consiste en el desarrollo de iniciativas conjuntas con organizaciones como el Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica (OIJ), el Parlamento Andino (PA), la Fundación Carolina y otros espacios intergubernamentales, públicos y privados, y sin fines de lucro. Junto a esas instituciones realizamos estudios como la primera Encuesta Iberoamericana de Juventudes; acuerdos como el Pacto Iberoamericano de la Juventud; y trabajamos para cerrar las brechas ambientales, sanitarias, socioeconómicas y digitales aún existentes.
La tarea hacia adelante implica no solo seguir escuchando e interpretando las necesidades de cada momento, sino, sobre todo, generar espacios seguros y fructíferos para el despliegue de todas las capacidades de la juventud. Es responsabilidad de nuestra generación impulsar esas medidas para que los y las jóvenes de América Latina y el Caribe tengan una incidencia real sobre los espacios de decisión regional y cuenten, además, con la mayor cantidad de herramientas disponibles para su desarrollo futuro.
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