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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Escrivá, se acabó el juego

El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá.

Elisa Beni

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Repudio todo pensamiento sistemático porque todo sistema conduce necesariamente a la trampa

Jorge Luis Borges

Está de moda hablar de generaciones y está de moda hacer revivals de los ochenta en series, vestimentas y videojuegos. Se estrenó en los 80 una película francesa titulada 'Game over, se acabó el juego' en la que un nieto y un abuelo, que esperaban con ilusión la llegada de Papá Noël por la chimenea, lo que reciben por esa vía es la llegada de un psicópata asesino al que deben sobrevivir durante una noche infame con reminiscencias de la jungla de cristal. Un poco así nos hemos encontrado los mal insultados ''boomers'' con el ministro Escrivá: que esperábamos nuestros derechos y nos ha entrado él a asesinar nuestro futuro en ''un día malo''. 

Un día malo lo tiene cualquiera, pero Escrivá no tiene días malos. Escrivá es una mala idea en un Gobierno que se afirma progresista y de izquierdas. Escrivá no tiene mano izquierda y no entiende el proyecto que le ha llevado al Gobierno ni a su propia generación, pues tan boomer es él como yo. Escrivá tiene sus propias ideas y estas no responden al lugar donde está. Escrivá es un metepatas y sus salidas de pata de banco, a veces no públicas sino reservadas, hasta han estado a punto de hacer zozobrar negociaciones a varias bandas en las que él ha sido más el escollo que otra cosa. Así que ha vuelto a hacerlo. Ha soltado su verdadero pensamiento, que responde a una corriente ideológica muy concreta, con unas soluciones muy determinadas, que benefician a unos sectores muy concretos y perjudican claramente a quien perjudican. No es un político. A un político no se le ocurre empañar el anuncio de un acuerdo con un futurible que te va a poner en contra a once millones de personas. Escrivá fue colocado tras la moción de censura para calmar ánimos y templar gaitas pero nunca ha parecido que pintara mucho en un Gobierno que cree en el Estado del bienestar, en el soporte colectivo de lo público y en los derechos generados por los trabajadores. 

Escrivá se ha metido en un buen charco y, obligado a rectificar apresuradamente, no ha terminado con la cuestión. Ahora veintidós millones de ojos no se despistarán de lo que suceda con algo tan modosamente llamado ''índice de equidad intergeneracional'. Ya hemos visto las consecuencias de los cambios de reglas del juego a trabajadores que no tenían capacidad de reacción –Aznar se lo hizo a la generación de posguerra– y no creo que seamos más fáciles de acallar que los yayoflautas. Para que Escrivá lo comprenda: somos una generación sistémica. Él ya entiende bien por qué tenemos que rescatar con dinero público un banco sistémico que no puede caer, y es fácil que así entienda por qué es complicado joder la vejez a una generación sistémica que supone el mayor número de cotizantes y de votantes y que aún conserva poder en todos los resortes de este país. 

El ministro repite un planteamiento erróneo del problema, como bien ha explicado varias veces la catedrática de Economía Miren Etxezarreta, que considera que es un ''planteamiento deliberado'' que no es exclusivo del Estado español y que ''lleva dando vueltas desde 1973, cuando lo planteó Pinochet en el Banco Mundial''. Ella, como otros muchos, es consciente de que el importante volumen del dinero de las pensiones provoca una codicia clara de los grandes poderes financieros, que son los que inducen este planteamiento de ''sostenibilidad'' basado en premisas falsas. Obviamente si las premisas que plantean un problema son manipuladoras, las soluciones serán una manipulación. 

Cierto es que nos dicen que las pensiones de la generación llamada del baby boom serán insostenibles por la falta de trabajadores de las generaciones siguientes. No puede ser un aserto más limitado: ¿quién dice que necesitaremos trabajadores para sostener la productividad en esas fechas? Ahora mismo son necesarias menos personas para conseguir los mismos resultados que en 1973 y dentro de 20 años la robotización y la tecnología harán descender esa cifra. No se trata de que no haya trabajadores para sostener las pensiones, ni siquiera sabemos si las generaciones venideras serán empleables en el mismo sentido que ahora. En todo caso es un problema coyuntural y no sistémico, ya que solo afecta a una generación concreta que no tiene parangón ni se repite en el tiempo. Una generación que, me van a perdonar, no hemos nacido ahora y, por tanto, cuya dimensión no pilla de sorpresa y cuyos derechos generados no pueden ser cercenados en el último momento después de haber utilizado nuestra capacidad de generación de riqueza para sustentar a las generaciones anteriores. 

Planteamientos falsarios, ideológicos, liberales, individualistas e interesados a los que acompaña toda una ingeniería social. Lean ustedes en las redes a hordas de jovencitos denominados liberales y emprendedores y libertarios que cargan contra la generación de sus padres, la mía, porque la consideran la causa de todos sus males. Esta falsa pelea intergeneracional produce frutos de aislamiento e insolidaridad y es la segunda parte de la falsa pelea entre individuos de la misma generación, que compiten por los mismos trabajos y que han sido condicionados para masacrarse entre ellos en vez de unirse para luchar contra un sistema económico que los convierte en mano de obra fungible y los machaca sin piedad ante su desarbolada sumisión. 

Cuando en vez del bonachón Estado que atesora tus derechos generados baja por la chimenea una concepción psicopática de la sociedad, que aísla al individuo para aplastarlo o le convierte en un peón generacional, para aplastarlo igual, recuerden que en los 80 pensaron en que iba a ser recibido por un par de generaciones dispuestas a luchar con uñas y dientes por su supervivencia. Esa es la mentalidad que no han logrado cambiar. No es cierto, como les han hecho creer a los X y a los Y o los Z, que hayamos caminado por senderos inusitadamente fáciles, pero sí lo es que aún conocemos nuestros derechos y que somos capaces de indignarnos y de unirnos para impedir que nos avasallen. Harán muchas bromas sobre los boomers pero ya les digo que no estamos para bromas que afecten a nuestras expectativas de futuro. 

Escrivá, la partida tiene unas reglas y los jugadores han visto el as en la manga.

Game over, Escrivá.

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