De Madrid al delirio

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En menos de cinco días hemos pasado de la escena delirante del pacto de las 24 banderas al puro delirio. Una vez más se ha confirmado esa ley no escrita de la política que sostiene que cuantas más banderas hay en el escenario, menos relevantes resultan los acuerdos que se presentan.

No hay un solo científico, virólogo o epidemiólogo independiente que entienda y mucho menos alabe las decisiones que está tomando la Comunidad de Madrid frente a la pandemia. Pero la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha conseguido exactamente aquello que buscaba: una coartada ante los suyos; si Madrid no se cierra será merito suyo y si la capital se confina será por culpa de Pedro Sánchez.

Que la misma presidenta que el pasado lunes nos explicaba que Madrid es España dentro de España y demandaba y requería un trato especial exija ahora que se aplique el mismo tratamiento a los demás, iniciando una especie de carrera de agravios comparativos sobre a quién se confina más, forma parte de ese mismo relato; como lo formó aquel campeonato de indignados por ver a quién se desconfinaba antes, o haberse saltado las fases de la desescalada por la única razón de que los demás iban más rápido.

Qué ha obtenido exactamente el Gobierno central con esta performance de cogobernanza fallida continúa siendo un misterio. No parece que haya mejorado mucho la gestión de la emergencia; más allá de retrasar cuatro días que el ministro Salvador Illa tuviera que espetarle a la CAM en público las mismas cosas que el presidente Sánchez debía haberle dicho a Díaz Ayuso en aquel escenario que parecía un tenderete de merchandising a las puertas de un estadio de fútbol donde se fuera a disputar una gran final.

En cuanto al valor político de la foto de las 24 banderas, en la Moncloa pueden seguir en su busca inacabable de ese votante de centro perdido que daba y quitaba las grandes mayorías. Ignoramos cuántas decepciones más necesitan aún para darse cuenta de que ya únicamente existen en las encuestas aquellos electores que reclaman grandes acuerdos para afrontar los grandes retos y dejar de lado la politiquería.

En la vida real hay que lidiar con gente como Felipe VI y Carlos Lesmes, cuya responsabilidad institucional y enorme sentido de Estado no les ha dejado más remedio que filtrar sus conversaciones como si fueran celebrities vendiendo sus secretos a un reality show. Pero no lo han hecho para alimentar el relato del populismo autoritario, o porque al monarca parezca gustarle demasiado convertirse en el icono de la derecha frente a un Gobierno que no aceptan, o porque al presidente del CGPJ le pierda su activismo ideológico y político; lo hacen por España, porque es hora de estar unidos todos y porque son muchas más cosas que nos separan que aquellas que nos dividen. Amén.