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Misoginia digital

El 32,1 % de los jóvenes encuestados ha dado su nombre y apellidos a un desconocido en la red

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8 de marzo, otra vez. 

Parece que algunas marcas (que no todas) ya han empezado a cortarse a la hora de capitalizar las causas que nos llevan a las calles. 

Será que el eslogan “por una justicia de género que difumine la brecha de género en los cuidados y las tareas domésticas” es demasiado largo para encuadrar en una botella de ginebra women's edition. Qué lástima. 

No pasa nada, que si el capitalismo no nos pilla por un lado, nos pilla por otro: no sería la primera vez que veríamos a instagramers señalar la prostitución, mientras mercantilizan su maternidad. 

¿Todavía no sabe de lo que le hablamos? Efectivamente, de la era hipermoderna. Esa en la que la cultura del like y la validación impera, y desde una perspectiva de género, además nos castiga. 

Cuando eres un personaje público, asumes el juicio del espectador, la crítica. Pero ni firmas ni se te explica que de forma implícita con tu profesión va la denigración por tu género. Pero, ¿y si no eres ninguna mujer de especial relevancia pública? pues también, querida. 

De una forma u otra. Si estás tremenda, la cosificación. Si eres inteligente, el paternalismo. Si eres una mujer racializada, el racismo. Si eres una mujer que tiene 60 años, que te dejen a los márgenes mientras se admira a tus coetáneos masculinos. 

Y todo esto queda grabado en los servidores de Zuckerberg. No es un comentario que haces en una comida con tus colegas los esmegmáticos a puerta cerrada. No es un comentario siquiera que la gente diga a la cara. 

Es un comentario que añadido a los centenares que recibimos las mujeres, en ocasiones, por el mero hecho de serlo, va cincelando una resignación subconsciente que se convierte en una normalización de algo que no es normal. 

No queremos perpetuar en nuestro código genético que haya que acostumbrarse al insulto de la evidencia, pero parece que tampoco sabemos cómo dejar de alimentar al monstruo. 

Quizá y solo quizá, este 8M, junto con reivindicar la Educación Sexual Integral para dejar de seguir criando una manada de bonobos sin ningún tipo de reflexión hacia la afectividad y hacia la sexualidad, estaría bien mirar hacia la sensibilización digital y concretarlo desde una perspectiva de género. 

Dejemos de criar necios que se autogestionan comportamientos que son denunciables, pues esos niños cuando reenvían un gif de una felación, lo que necesitan es orientación y educación. Y esto, aunque no lo sintamos nuestro, es una problemática estructural de todxs.

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