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#PerroSanxe

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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Pues sí, Pedro Sánchez, también conocido como #PerroSanxe, es el ganador indiscutible de la política española en este año de 2023 que está a punto de terminar. Hasta las derechas lo reconocen al atribuirle poderes diabólicos para conseguir una tercera investidura como presidente del Gobierno. Contra todo pronóstico, Sánchez tomará las doce uvas en el Palacio de la Moncloa. Contemplando con sonrisa divertida los trofeos de su corta e intensa carrera política: Susana Díaz, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias, Inés Arrimadas, Irene Montero… Las estupefactas derechas solo pueden explicarlo por su naturaleza satánica.

Es posible que Sánchez esté dotado de algún tipo de baraka, pero esto, pensamos los racionalistas, suele tener que ver con la inteligencia y la voluntad. Las cosas le van bien al que quiere que le vayan bien, venía a decir Sigmund Freud en sus estudios sobre la buena y la mala suerte. Sánchez es audaz y tenaz, esto solo lo niegan los tontos. Y nunca se da por derrotado. A finales de mayo, las derechas lo tenían contra las cuerdas y se salió de allí convocando unas elecciones generales anticipadas. ¿Queréis que me vaya? Pues venga, podéis conseguirlo antes de que llegue agosto. Hasta voy a facilitaros el voto por correo si ya estáis de vacaciones en Marbella. Pero, ojo, os advierto que todas las papeletas valdrán igual, también las de los rojos, los nacionalistas periféricos y demás gente de mal vivir. Feijóo y Abascal tendrán que sumar una mayoría absoluta de los escaños en el próximo Congreso de los Diputados.

Le salió la jugada. Por los pelos, pero le salió. Y la remató en otoño forjando la más amplia coalición de investidura jamás conocida en la historia de la actual democracia española.

Y es que #PerroSanxe cuenta con otro importante activo: su flexibilidad, su elasticidad, su capacidad de adaptación a las circunstancias. No es un político demasiado rígido ideológicamente, de aquellos de estos son mis principios y de aquí no me apeo. Giró a la izquierda cuando necesitó formar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Él, que se había presentado como un socialdemócrata muy, muy tibio, dispuesto incluso a pactar con un españolista ultraliberal como Albert Rivera. Y ahora, este recién pasado otoño, el mismo Sánchez que apoyó sin fisuras a Mariano Rajoy cuando el procés, ha descubierto la belleza de la España plural y la grandeza del perdón y la reconciliación.

A mí me parece estupendo que promueva una amnistía. Claro que ha cambiado de opinión, hacerlo es de sabios si la dicha es buena. Creo que Sánchez se equivocaba antes, cuando se negaba a pensar en los potenciales beneficios de semejante medida de gracia, y que acierta ahora al promoverla. ¿Que no lo llevaba en su programa? Pues sí, qué le vamos a hacer. Es lo que tiene no haber obtenido en solitario una mayoría absoluta, ¿verdad, señor Aznar?

Política e ideológicamente, me sitúo a la izquierda de Sánchez. Pero encuentro ventajoso para mi gente que la nave española tenga al timón a un artista de la navegación de cabotaje en estos tiempos de mares revueltos, tormentosos, imprevisibles. A Sánchez le ha tocado surcar una pandemia, un volcán, un par de guerras, una inflación y un desarreglo colosal de los asuntos mundiales, y es muy posible que su pragmatismo nos haya evitado unas cuantas zozobras. Me alegra, desde luego, su habilidad para sacarles pasta a nuestros socios europeos.

Sánchez es muy #PerroSanxe y mucho #PerroSanxe. Si las derechas no quieren caldo, va a servirles taza y media. Dos o tres reuniones el próximo año con Puigdemont, faltaría más. Un acuerdo con Bildu para la alcaldía de Pamplona, por supuesto. Al fin y al cabo uno y otros son tan españoles como Abascal, ese ultra que no ha dado palo al agua en su vida.

Aun más, un Sánchez desatado por sus éxitos domésticos se ha convertido en las últimas semanas en un insospechado referente del progresismo internacional. Cantándole las verdades del barquero al bestia de Netanyahu en el mismísimo Israel. Poniendo en su lugar al hipócrita de Manfred Weber en el Parlamento Europeo. Y sin despeinarse.

Pudo ser 2023 el año de Feijóo o de Ayuso, pero no lo fue. Al primero le habían garantizado sus correligionarios que llegaría a Madrid y besaría el santo, y el otro día tuvo que reconocer que un premio que le han dado los periodistas parlamentarios es lo único bueno que ha pillado desde que se instaló en la capital del reino. Pobre Feijóo. Como cuentan los memes de este fin de año, pudo ser presidente pero no quiso, pudo ser Mick Jagger pero no quiso, puedo ser Santa Claus pero no quiso, pudo ser Nefertiti pero no quiso. Francamente, no tendría que haber abandonado la comodidad de sus brumas célticas. 

En cuanto a Ayuso, le ha impuesto a Feijóo su programa político a lo Trump y su tono faltón y desaforado a lo Milei, pero aún no ha encontrado la oportunidad de ordenar a sus heraldos mediáticos que pidan la cabeza del gallego. Quizá en 2024.

En fin, quizá haya algo de diabólico en el éxito de #PerroSanxe en el año que acaba. El miedo, el profundo miedo, que despierta en millones de españoles la posibilidad de que las derechas redondeen con la toma de La Moncloa el inmenso poder que ejercen en España. El infierno desempeñaría en este caso el papel de reverso, de negativo de lo existente.

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