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Lo sentimos, Isabel, no tenemos tiempo para esto

Isabel Díaz Ayuso

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Ya hemos dilapidado tres semanas vitales. No podemos seguir perdiendo más tiempo con Isabel Díaz Ayuso. El Gobierno y Pedro Sánchez tienen que pasar página, continuar tomando las decisiones difíciles y costosas que vienen y asumir que el ruido y el delirio que incorporan la presidenta de la CAM y su estrategia vienen con el sueldo; así son las cosas cuando se está al mando.

Díaz Ayuso y su Gobierno se han instalado definitivamente en el negacionismo. El virus es Pedro Sánchez, curarse es cuestión de querer y el problema es político, no sanitario. Ese discurso tiene un público y no precisamente pequeño; asúmelo y sigue gobernando para quienes creemos que estamos ante la segunda ola de una pandemia mortal, que controlarla no es una elección individual y la prioridad debe centrarse en el problema sanitario. No pierdas ni un segundo de tu tiempo ni un gramo de tu energía en una pelea que ni puedes ganar, ni ganarla serviría de mucho para la solución; el virus ni sabe quién es Díaz Ayuso, ni le importa.

Toda Europa se asoma al abismo de una segunda ola de dimensiones y consecuencias tan inciertas como temibles. Éramos los primeros pero ya no lo somos. Los países que iban mal no remontan, los países que iban regular van mal y los países que iban mejor empeoran. En el Estado español la dinámica se repite: la comunidades que van mal no remontan, las comunidades que van regular empiezan a marchar mal y las comunidades que van bien están empeorando exponencialmente. Madrid no es el problema, solo supone una parte del problema. Nadie sensato puede ignorar las evidencias y consolarse al señalar con el dedo al presunto culpable.

No podemos seguir empantanados en el cenagal donde habita y se reproduce el negacionismo: los científicos hacen política porque al fin y al cabo los han nombrado los políticos, el mercado es el mejor tratamiento, el verdadero virus es el Gobierno porque lo utiliza para meter miedo a una población que ya sabe de por sí cuándo tienen que confinarse y cuándo no, en realidad los hospitales están vacíos porque lo han visto en TikTok y no hay muertos porque nadie les ha enseñado los cadáveres. Por duro que suene, el negacionismo es como ese cuñado que se emborracha en una boda familiar y se viene arriba: al final lo único que funciona es actuar como si no estuviese y esperar a que se le pase la mona y se disculpe al día siguiente.

Las medidas que estamos tomando se ven superadas al día siguiente de adoptarlas porque llegan tarde. Las inversiones que hemos hecho en el sistema de detención y gestión de la pandemia se han demostrado rácanas y escasas. No podemos seguir corriendo detrás del virus. Cuando todos los recursos y todas las energías deberían estar enfocadas en controlar la segunda ola, cuando proteger la salud pública debería constituir la primordial y casi única prioridad colectiva, no podemos continuar malgastando un tiempo que no tenemos, un dinero que nos falta y una energía que necesitamos para dejar de llegar tarde a todas partes. “Lo sentimos, presidenta, siga con sus cosas, ya gobernamos nosotros”; esa es la mejor estrategia.

El primer error en la gestión de una crisis reside en pensar que se puede salir de ella mejor o más fuertes. Gestionar una crisis implica asumir costes. A lo único a lo que realmente puedes aspirar es a decidir cuándo y cómo empiezas a pagarlos. Esperar beneficios es idiota. Díaz Ayuso dejó claro desde el minuto uno que su único objetivo consistía en construir un relato donde Madrid se salvaba gracias a ella o se condenaba por culpa de Pedro Sánchez; si las cosas van bien ya iban bien antes, si las cosas van mal empeoraron desde que llegó el otro. Entrar en ese debate equivale a convertir la gestión de la pandemia en una historia de buenos y malos donde no hay espacio para la racionalidad o la cooperación; el único objetivo que cuenta es dejar claro a los tuyos que el malo es el otro. En estas situaciones, o tomas el control o no lo tomas. Luego, no te quejes.

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