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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Pero qué cosas nos dices, Alberto

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Sevilla.

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Soportamos hoy nada menos que la peor clase política de los últimos cuarenta y cinco años, incluido el PP. Lo ha dicho con todas las letras nuestro Alberto Núñez Feijóo. Cuando una afirmación tan rotunda se pronuncia en labios de alguien responsable, por ejemplo, de haber designado como su portavoz en el Congreso de los Diputados a un fino estilista como Miguel Tellado, lo sabio parece escuchar con atención. 

Descontado el efecto boomer que nos lleva a todos cuantos tenemos una cierta edad a añorar a la manera dickensiana aquellos años grises y plomizos de la Transición, o las legislaturas del cambio, o incluso aquella legislatura cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad, como si fueran el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos; no ha pasado desapercibido semejante intento de surfear la ola de hastío y aburrimiento que crece en la ciudadanía por una política convertida en el arte de no arreglar nada y dejarlo todo más sucio y desordenado.

En el peor de casos estamos ante el enésimo Plan B. Fracasada la vía “Que te vote Txapote” para llegar a la Moncloa, Núñez Feijóo ensaya ahora la vía de ganar por inanición del contrario. Si las ideas no te llevan a tus objetivos, que te lleve el agotamiento de los demás. No lo dijo Maquiavelo, pero podría haberlo dicho. 

Predicar el rechazo ante la antipolítica es la nueva antipolítica. El truco consiste en sumarse plañidero, como si fuera culpa de otros, a la queja llorosa de la sociedad por una clase política a la que vota y aplaude entusiasmada por sus zascas y tuits de sujeto-verbo-predicado, mientras declara añorar la vieja y elaborada prosa política o la vibrante dialéctica parlamentaria de un pasado democrático que, al menos en España, cuesta encontrar.

En el mejor de los casos Núñez Feijóo ha recordado –por la razón que sea– que, cuando bajó desde su Avalon gallego a la asilvestrada política española, venía en son de paz y enarbolando la bandera del sentido institucional, las buenas maneras y la voluntad de llegar a acuerdos y ese fue el secreto de su éxito; la razón que facilitó al PP recuperar una transversalidad y una capacidad de atracción de votantes a un lado y al otro que le permitió pasar de ser un partido abierto en canal a volver a ser una máquina de ganar elecciones en apenas unos meses.

El tiempo dirá. De momento hemos asistido a una nueva aportación a la calidad y la innovación democráticas que tanto añoramos casi todos y Núñez Feijóo. Contemplar cómo un acto privado –la boda del alcalde de Madrid– se convertía en un acto público e institucional retransmitido en directo por los medios públicos, mientras un acto oficial e institucional –la toma de posesión del electo hace ya dos meses presidente de la Xunta, Alfonso Rueda– deviene en un acto de partido al posponerla para facilitar la asistencia al enlace. Calidad democrática aporta poca, pero como novedad es imbatible; hay que reconocerlo.

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