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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Aquel verano que Sánchez nos robó

Retrato de Virginia Woolf en su madurez.

Raquel Marcos Oliva

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El verano tiene, en la memoria infantil, una anchura y una duración infinitas. No acaba nunca, se estira como un sueño con olor a chiringuito y bañador mojado y moscas y sudor y estar todos juntos aunque no queramos estar juntos. No será así en 2023, porque este verano nos lo ha robado ya Sánchez, obligándonos a ir a votar cuando deberíamos estar achicharrados en la playa o al borde de una piscina, rodeados de la familia y con el cerebro a media asta. Gran parte de la extraordinaria novela de Virginia Woolf, Al faro, se ambienta en ese tiempo de ocio en el que, en sus palabras, deberíamos dedicar las horas muertas a “la ineficacia de la acción y la supremacía del pensamiento”.

La supremacía del pensamiento, de un tipo de pensamiento, ha alumbrado este inicio de verano que ha comenzado censurando a la propia Virginia Woolf, lo que debe ser un alivio para la España que por fin se va librando de la dictadura woke, como quien se despereza de una mal siesta veraniega y vuelve a los 80, en plan Antonio Resines. Los guionistas del PP, ayudados por Vox, han recurrido al viejo truco de “y entonces, se despertó”, para poner fin a los cuatro años que Sánchez nos ha robado, pero en los que se ha avanzado tanto que el PP, sacándose el último conejo de la chistera, no tiene más remedio que afirmar que todo lo hicieron ellos. Semejante ejercicio de hipnosis colectiva solo se puede romper con personajes como Alba Carrillo, la demostración viva de que ser sencilla cuesta mucho trabajo y que ser pija no está reñido con ser una heroína de la clase obrera.

La Alba Carrillo de este verano interminable (que no ha hecho más que empezar) ha difundido un Tik Tok de 20 minutos que vale lo que diez programas de La Base de Pablo Iglesias y veinte de Sánchez yendo a El Hormiguero. Una mujer sola con un folio arrugado contándole al mundo entero que un grupo de comunicación quiere que gane Feijóo, que esconde los pecados de Ana Rosa y que no paga a sus trabajadores. Si Alba Carrillo ha tenido un momento para echar un vistazo a las redes sociales, eso que Susanna Griso definió tan bien hace unos años en unas declaraciones hoy recuperadas como “una reunión de borrachuzos a las tres de la madrugada”, se sentirá acompañada y aplaudida por una lúcida pero desnortada izquierda en busca de referentes.

Alba Carrillo expone su apasionada visión del mundo en un escenario más real que la playa de atrezzo en la que Borja Sémper nos anunciaba el regreso de un verano azul, enseñando sin pudor que todo era falso: la playa, la arena y el propio mensaje. El PP rompió sin querer la cuarta pared y desde entonces no ha dejado de hacerlo, mostrándonos los entresijos de cada pacto con Vox con compulsión y una especie de orgullo gore que ha tenido su punto álgido, por el momento, en el espectáculo de una contrita María Guardiola asegurando en directo que no tenía palabra pero tenía gobierno.

Queda verano por delante, menos de un mes para las elecciones, y cuando echemos la vista atrás, no nos acordaremos de las boutades de Feijóo ni de la guerra de audiencias de El Hormiguero. Cuando despertemos de este sueño de verano es posible que veamos a VOX en el gobierno de España. Y entonces desearemos que venga un guionista a decirnos, como a Antonio Resines, no te preocupes, todo esto ha sido un sueño. 

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