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Elena Moya rescata del olvido la Residencia de Señoritas en su última novela

Elena Moya rescata del olvido la Residencia de Señoritas en su última novela

EFE

Barcelona —

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Elena Moya, que trabaja desde hace 15 años como periodista financiera en Londres, realiza un retrato de la corrupción inmobiliaria en España en su última novela, “La maestra republicana”, en la que también rescata del olvido la Residencia de Señoritas, émula femenina de la Residencia de Estudiantes.

“La maestra republicana” (Suma de Letras) narra la historia de una mujer, Valli Querol, que hace partícipe al lector de sus años de aprendizaje en la madrileña Residencia de Señoritas, de su experiencia como profesora republicana y como guerrillera entre los maquis del Maestrazgo tras la Guerra Civil, además de dar su visión de la burbuja inmobiliaria y la corrupción política.

La tarraconense Moya ha explicado a Efe que “La maestra republicana” (Suma de Letras) surgió literalmente de su primera novela, “Los olivos de Belchite”, en la que “había un personaje secundario, Soledad, una maestra, para la que leí bastante documentación y ya vi que era una mina y que me permitía escribir un libro”.

Las ganas que le quedaron entonces y el hecho irrefutable de que Moya es hija, sobrina y hermana de maestros, acabaron decantando su atención hacia la educación, “un tema determinante en la riqueza de un país”.

Al hilo de esta reflexión, piensa la autora que “se deben organizar Juegos Olímpicos y atraer inversiones extranjeras, pero, si quieres un país rico, debe ser un país socialmente avanzado, en el que todos tengamos protección social, médica y educativa”.

Y añade: “Quintuplicar el presupuesto educativo no ofrecería resultado hasta dentro de 20 años, una promesa a largo plazo que no resulta atractiva para las elecciones”.

Durante la República fue “la primera vez que España hizo hincapié en la educación”, y en ese contexto tuvieron lugar las misiones pedagógicas y vivió su apogeo la Residencia de Señoritas, que se había creado en 1915.

En la Residencia de Señoritas, que pretendía fomentar la enseñanza universitaria entre las mujeres, “se hicieron cosas increíbles, con excursiones e intercambios con la Residencia de Barcelona o con la de Marruecos: las señoritas de Madrid, a través de Lorca, estuvieron en la inauguración del Museo Cau Ferrat de Sitges”.

“Si se hubiera mantenido aquella tradición de mujeres como Victoria Kent, Margarita Nelken o Zenobia Camprubí, si hubiéramos tenido un país con continuidad democrática, igual no me habría tenido que ir en 1992 al extranjero”, lamenta la autora, que debió de marcharse al extranjero a ampliar estudios y trabajar, porque en 1992 “no tenía cabida ni como mujer, ni como periodista ni como lesbiana”.

Moya cree que una “residencia de señoritas” sería todavía útil en España, como los centros ingleses para mujeres, “porque las mujeres deben ser preparadas, dado que los hombres ya nacen para el poder, y eso es algo que se entrena y se educa desde muy pequeños”.

Considera necesario superar de una vez “esos 40 años en los que las mujeres competían sólo por el premio de natalidad”, y por ello “la República debería ser ejemplo para nosotras”.

En el proceso de documentación previo a la escritura, la propia Moya estuvo hospedada en la Residencia de Estudiantes, frente a la cual se encontraba la Residencia de Señoritas, hoy sede de la Fundación Ortega-Marañón, y allí en los jardines “casi se me saltaban las lágrimas”.

Al igual que sucedió en “Los olivos de Belchite”, “mis mujeres no se resignan a aceptar su azar y su sino, pues la tradición católica nos ha llevado muchas veces a admitir lo que nos pasaba como una fatalidad, algo que no sucede en Inglaterra, donde hay más control del destino propio”.

Situar un escándalo de corrupción en Morella tiene una justificación según la autora: “La corrupción se ha producido en todas partes, pero en la Comunidad Valenciana ha sido espectacular, y además necesitaba un pueblo que conociera muy bien, y Morella era el pueblo de mi padre y de mi infancia”.

Opina Moya que esta nueva novela es “más equilibrada” que la primera: “He evolucionado y, si en la primera no dejé títere con cabeza y exorcicé algunas cosas que tenía pendientes, en esta segunda ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos”.

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