Tres episodios que demuestran cómo colegios segregados de Sevilla se aferran a un modelo prohibido por ley

El colegio Altair (solo niños) en Cerro-Amate y el Ángela Guerrero (solo niñas) en el Casco Antiguo se complementan a través de un autobús

Sara Rojas / Daniel Cela

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“Mientras se pueda, se mantiene”. Esa es la doctrina a la que se acogen tres colegios católicos de Sevilla, que conservan este curso el concierto con la Junta de Andalucía y la segregación por sexo del alumnado en sus aulas, a pesar de que la legislación vigente ya no permita sufragar con fondos públicos el modelo de educación diferenciada.

El curso 2024/2025 es el primer año escolar tras el fallo del Tribunal Constitucional que, en teoría, obliga a los centros concertados con educación diferenciada a admitir alumnado de ambos sexos para conservar la financiación pública. Pero este periódico ha podido constatar que el colegio Altair en Sevilla (gestionado por el Opus Dei en el distrito Cerro-Amate), el colegio Ángela Guerrero (en pleno centro de la capital andaluza) y el colegio Nuestra Señora de Lourdes (en Carmona) se siguen identificando como “sólo de niñas” o “exclusivo de niños”, según el caso, ante las familias interesadas en escolarizar a sus hijos allí el próximo curso.

Así lo han manifestado sus respectivos responsables durante las jornadas de puertas abiertas que se han celebrado entre los meses de enero y marzo, de cara al plazo de escolarización que ha arrancado el 1 de marzo. Los tres colegios católicos han aprovechado estos encuentros con las familias para informar de que su modelo de educación segregada sigue vigente, es decir, que o bien sigue prohibida la entrada a las niñas (en el caso del Altair) o bien no aceptan a los niños (en los otros dos centros).

elDiario.es Andalucía ha podido recabar testimonios de familias que han asistido a estas jornadas a lo largo de esos tres meses y también se ha personado en esas charlas introductoras que la dirección del centro y el profesorado ha ofrecido a padres y madres interesados. Estas son algunas de las conversaciones grabadas en esas entrevistas y transcritas aquí:

Colegio Altair, Sevilla (solo niños)

– Todo el que quiera puede entrar, en Infantil va a haber plaza seguro– dice el director del colegio Altair, Javier Delgado, dando la bienvenida a las familias y demás personas que han asistido a una de las jornadas de puertas abiertas que ofrece este centro católico concertado, las semanas previas a que se abra el periodo de escolarización, que ha comenzado el 1 de marzo en Andalucía.

Durante la presentación, el director habla de niños, así en general. No hay forma de saber si está utilizando el género no marcado o si se está refiriendo exclusivamente al género masculino, pues Delgado evita referirse a la condición de educación diferenciada con la que nació este centro vinculado al Opus Dei en 1967.

De su página web ya ha borrado todo rastro de este gen incluido en su ADN: donde antes ponía “educación diferenciada”, ahora se lee “educación personalizada”. Quizás porque el Tribunal Constitucional avala desde 2023 la ley estatal en materia educativa aprobada en 2020 (LOMLOE), que ya no permite la segregación por sexo en aquellos centros que se siguen subvencionando con fondos públicos. Aunque un cartel en la fachada del edificio ha dejado olvidada una huella: “Colegio concertado masculino”.

En el Altair, la jornada de puertas abiertas parece más un proceso de selección. Los responsables del centro registran el nombre de las familias en una lista, según van entrando, a cada una les entregan un folleto con información en una bolsa azul. Dentro hay una “hoja de preinscripción” donde pueden poner sus datos para que “luego os llamemos y hagamos una entrevista más personalizada”. “Esa hoja no es la solicitud de matriculación”, avisa el director. Más tarde, el inspector educativo de la zona mostrará a este periódico su perplejidad por ese “documento no oficial de preinscripción” que usa el Altair.

Después de la presentación, y de la proyección de un vídeo en el que sólo aparecen niños -“aquí han estudiado políticos, periodistas, ingenieros...”-, las familias se dirigen al edificio contiguo en el que se imparten las clases de Infantil. Les sirve de guía la profesora Concha Feliu, directora de esta etapa. Durante el camino, Conchita –así la llaman y se hace llamar– se interesa por conocer a las familias. Una de las personas del grupo menciona su intención de escolarizar a una pareja de hermanos y la directora pregunta por sus nombres.

– ¿Cómo se llaman?

– Ángela y Curro.

– ¿Ángela?

– Sí, Ángela.

– Ah.

No dice nada cuando descubre que en la ecuación hay una niña, pero de su respuesta se desprende una especie de desaprobación contenida. Sabe que ni Ángela ni ninguna otra niña se va a matricular porque la directora de Infantil cierra la puerta a esa posibilidad cuando los padres se lo plantean. Al terminar la visita, una de las madres dice que tiene una duda. Quería saber si podría también matricular a su hija. Conchita la mira con condescendencia. Con falsa lástima incluso:

– Este es un colegio de educación diferenciada– responde, ahora sí, mostrando la auténtica cara del centro. Y no solo disuade a esta madre joven con esa explicación, sino que intenta convencerla de que la mejor opción es llevar a su hija al colegio Ángela Guerrero (a cinco kilómetros de allí, en pleno centro de Sevilla), con el que comparten “ideario”. Para ello, el AMPA del colegio Ángela Guerrero ofrece un servicio de autobús privado con parada en el Altair, que sirve para salvar “el problema de los hermanos” a los que alude la propia Conchita.

La mamá, algo avergonzada, confiesa sus miedos:

– La veo muy chica para que se suba con dos añitos sola a un autobús.

Y entonces, Conchita se le acerca, le pellizca el brazo en gesto cómplice y le dice:

– Perdóname, pero qué tontería, ¿vas a dejar a tu hija sin una educación tan buena por el temor de las madres?

Profesoras presentes secundan a la directora de Infantil y animan a la mamá, esgrimiendo que van acompañadas de monitoras durante todo el trayecto y que “hay que empoderar a las niñas, que se sientan valientes”.

Entre quienes presencian este momento, se encuentra una redactora de elDiario.es Andalucía que ha asistido a la jornada sin desvelar su condición de periodista, con el objetivo de constatar en primera persona si el colegio se abría o no a acoger niñas, después de que el Constitucional haya avalado la disposición de la Ley estatal de Educación en la que se prohíbe la financiación pública de la escuela segregada.

Al día siguiente, a preguntas de este periódico, el director del centro asegura que “en el Altair ya somos un colegio mixto”, contradiciendo la versión que dan en privado. Delgado asevera estar “cumpliendo la normativa”, en referencia a las alumnas que han entrado este curso en la etapa de Formación Profesional (FP). Pero, al preguntarle por la posibilidad de acoger también a niñas desde Infantil, el responsable del Altair se escuda en que “a día de hoy, no hemos tenido ninguna solicitud de chicas”.

“¿Van a llegar niñas? No lo sé, el futuro no lo conozco, estamos ahora mismo con un problema de descenso de natalidad que hace que la mitad de los colegios estén vacíos, la gente querrá ir al colegio que tenga al lado y no querrán sus padres que estén con 50 chicos, pero nosotros estamos cumpliendo la normativa y a día de hoy no hemos tenido solicitudes”, declara a elDiario.es Andalucía los primeros días del plazo de escolarización.

El año pasado, el aula de Infantil 3 años se quedó a la mitad, lejos de la ratio legal de 25 por clase. Ha pasado en otros colegios públicos, que perdieron la unidad por falta de matrículas, pero aquí no. La Junta da los conciertos por cuatro o seis años y el desplome de la natalidad no les hace perder unidades a los colegios privados.

Colegio Ángela Guerrero, Sevilla (solo niñas)

La directora del colegio Ángela Guerrero, en pleno centro de Sevilla, también define el centro como un colegio de “niñas nada más” cuando una pareja le plantea la posibilidad de matricular a sus mellizos. Esta vez la conversación se produce en su despacho, en una entrevista individualizada, previamente concertada con la hermana superiora. Ante la negativa, el padre comenta que había leído que eso iba a cambiar el próximo año.

–Estamos ahí a la espera– contesta la directora.

–Entonces, ¿para el próximo curso no aceptan niños?– insiste el padre.

–No sé desde Delegación [de Educación] qué podría pasar. Nosotros tenemos muchas [alumnas] con hermanitos, que van a coles cercanos, no sabemos de aquí a unos años...

Y rápidamente enumera centros públicos cercanos en los que matricular a los hermanos juntos con “facilidad”.

–Si vivís cerquita, en todos los colegios que vais a encontrar vais a poder meterlos tranquilamente a los dos porque hemos bajado la ratio– indica, aludiendo nuevamente al desplome de la natalidad que hace que en Infantil el año pasado solo se matricularan 12 niñas.

Al hilo, la mujer pregunta si el Ángela Guerrero no ha barajado la posibilidad de aceptar a niños para contrarrestar la acuciante merma de alumnas. Pero la responsable del centro se encoge de hombros:

– No nos lo hemos planteado, la verdad. Si hay una necesidad, ya se vería, estamos abiertos, pero como es una cosa institucional desde siempre, mientras se pueda, se mantiene– arguye la directora. Y zanja la conversación añadiendo:

–Al ser un cole pequeño y tener tan poco espacio, los niños no podrían jugar al fútbol... son inconvenientes que se bareman, considero que tenemos que adaptarnos al demandante y que los niños se vean cohibidos y no puedan jugar como corresponde a su género y sus edades, pues también nos da pena.

Tras la reunión con esta pareja, el periódico contactó con la dirección del centro para contrastar la información, pero declinó “dar esa información públicamente”. 

Colegio Nuestra Señora de Lourdes, Carmona (solo niñas)

Tampoco la directora del centro privado concertado Nuestra Señora de Lourdes, en Carmona, responde a las preguntas que le plantea elDiario.es Andalucía por teléfono. “Todos los temas de matriculación los hablamos presencialmente”, apunta, cortante. “Aquí vienen familias de Sevilla y nos preguntan lo que necesitan saber, acérquese por aquí”. Y cuelga.

Las explicaciones que no da por teléfono a preguntas de los periodistas las reserva para las familias que visitan el centro en el marco del periodo de escolarización. Durante una de esas visitas a este colegio con más de dos siglos de historia, la directora defiende con vehemencia el modelo diferenciado cuando una joven pareja interesada en matricular a su hija e hijo juntos pregunta por esa posibilidad:

– Está ya reconocido que no estamos discriminando porque en Carmona hay ocho colegios– comienza su alegato en favor de la segregación en las aulas.

Antes de seguir ahondando en su defensa, menciona también el problema de la natalidad.

–La mayoría de las niñas son hijas únicas– cuenta tras haber recorrido las diferentes aulas del centro, todas ellas integradas por grupos muy reducidos de alumnas.

Tanto es así que las más pequeñas (tres y cuatro años) comparten la misma clase. Juntas, apenas llegan a la docena. Con todo, la directora se muestra firme en su disertación:

– Lo hemos hablado con el inspector de educación y todo, en ningún momento estamos discriminando porque es una oferta que los padres exigen, que traen a sus niñas expresamente porque quieren un colegio solo de niñas, por eso también lo mantenemos–justifica.

La directora de Nuestra Señora de Lourdes va sumando argumentos sin necesidad de que los padres insistan:

– Vivimos en una sociedad democrática, esto es una opción más, si no sería una dictadura–. Y añade– Sería muy injusto que nos cerraran un colegio cuando hay padres que quieren y además con unos rendimientos académicos tan buenos como dice el inspector.

Asimismo, explica a esta pareja que en las aulas trabajan “muchísimo la coeducación” (esa que exige la normativa estatal para todos los centros financiados con fondos públicos).

–Nos exigen muchísimo por eso, hacemos juego de niños, de niñas, cambiamos los roles de los cuentos, hacemos teatros, participamos en todas las actividades que hace la Junta. Y las niñas por las tardes se relacionan con sus amigos, con sus primos, se desarrollan totalmente normal, no entiendo el afán de quitarnos del medio– zanja sin reprimir su indignación.

La vista gorda de la Administración andaluza

El cumplimiento de la legislación educativa corresponde a las escuelas, pero también a la Inspección Educativa y al Gobierno autonómico. El inspector de zona responsable de vigilar el Altair, en conversación con este periódico, admitió que se hace la vista gorda con los colegios segregados porque hace años que mantienen este modelo educativo, aunque esta vez no es legal que lo sigan haciendo con fondos públicos. “La costumbre se hace ley”, aseguró el inspector.

La Consejería de Desarrollo Educativo del Gobierno de Juan Manuel Moreno remitió a los nueve centros escolares que mantienen la segregación de alumnos una copia de la sentencia del Constitucional que pone fin a la financiación pública. “Los colegios conocen la ley”, aseguraron desde el departamento de Patricia del Pozo cuando se les preguntó por las consecuencias de inducir al error a las familias en el periodo de escolarización.

Viendo que estos colegios disuaden explícitamente a los padres de matricular a sus hijos o hijas -aludiendo el modelo diferenciado-, ¿qué ocurrirá cuando concluya el plazo de matriculación sin una sola matrícula mixta? ¿Deben las escuelas ser proactivas en la implantación de la enseñanza mixta? ¿La Junta de Andalucía perpetuará el concierto a las escuelas que incumplan la ley bajo la presunción de que no han recibido solicitudes de niños y niñas?

La Consejería de Desarrollo Educativo ha mantenido un perfil bajo ante todas estas consultas, sin clarificar las consecuencias del procedimiento de estas escuelas. Los colegios segregados con conciertos en Infantil sólo podrán mantener la financiación pública hasta el próximo año -cuando expiran los cuatro años de subvención ya autorizada-, luego, las familias que matriculen a sus hijos este año, se enfrentarán a un cambio de modelo el próximo curso, o verán cómo el centro de sus hijos pasa de ser un centro sostenido con fondos públicos a un colegio 100% privado.

No es algo que se esté explicando a las familias en el Altair, el Ángela Guerrero y el Nuestra Señora de Lourdes. El Gobierno andaluz está ahora pilotado por el PP, un partido que en el pasado ha defendido fervorosamente el modelo de educación segregada -Mariano Rajoy blindó en su legislación anterior- y que hace bandera del llamado “derecho de los padres a elegir el colegio que quieren para sus hijos”.

Ese derecho que, en realidad, no está reconocido en ningún texto legal, porque termina justo donde empiezan los derechos de los demás. En este caso, a no sufragar con dinero de todos un modelo escolar que excluye a la mitad de la población por razón de sexo.

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