¿Podrían cambiar las medidas de control de la COVID-19 según la estación del año?

Ahora que España ha entrado en una meseta de contagios y ha dado la emergencia sanitaria por controlada se están reabriendo discusiones científicas que se dejaron a un lado en la fase más aguda de la pandemia. Una de ellas si el coronavirus puede considerarse una infección estacional, como la gripe, con mayor prevalencia en condiciones de temperatura y humedad bajas.

Un primer estudio, realizado por AEMET y el Instituto de Salud Carlos III en abril de 2020, encontró los “primeros indicios de relación” aunque no se consideró un factor determinante dado el gran número de personas sin inmunidad al virus. Entonces ya se asumió que el virus no desaparecería en verano, como el de la gripe. Un mes después, otra investigación publicada en una revista científica canadiense (CMAJ) reafirmó que la transmisión fuera a eliminarse con las altas temperaturas.

El Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha tratado de responder a la pregunta, un año y medio después, de si el SARS-CoV-2 se comportará como un virus estacional o se transmitirá con la misma intensidad a lo largo del año. El estudio resultante, basado en muestras tomadas en 162 países y publicado en Nature Computational Science, concluye que hay evidencia sólida de que sí y recomienda que se “incluyan parámetros meterológicos en la planificación y evaluación de medidas de control”.

El coordinador de la investigación, Xavier Rodó, advierte de que conocer cuál va a ser el comportamiento del SARS-CoV2 ahora que la incidencia está controlada “se vuelve cada vez más importante” para guiar la implementación de medidas de control e intervenciones efectivas.

La metodología empleada fue la siguiente: primero se escudriñó la asociación de temperatura y humedad en la fase inicial de la propagación del virus en 162 países de cinco continentes, “antes de que se implementaran cambios en el comportamiento y en las políticas de salud pública”, explica el ISGlobal en una nota de prensa. Los resultados mostraron una correlación negativa entre la tasa de transmisión (R0) y la temperatura y humedad. Después, el equipo analizó la evolución de esta asociación a lo largo del tiempo y comprobó si era consistente a diferentes escalas geográficas a través de un método estadístico.

“Las primeras olas pandémicas menguaron al aumentar la temperatura y la humedad, y la segunda ola aumentó al disminuir la temperatura y la humedad”, comprobaron las mediciones. Sin embargo, el patrón se rompió durante el verano en todos los continentes. “Esto podría deberse a varios factores, incluyendo concentraciones masivas de personas jóvenes, turismo, y aire acondicionado, entre otros”, explica Alejandro Fontal, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio 'Climatic signatures in the different COVID-19 pandemic waves across both hemispheres'.

Tras realizar todos los análisis –incluido el hemisferio sur donde el virus llegó más tarde– los investigadores concluyen que los efectos del clima fueron más evidentes a temperaturas entre 12º y 18ºC y niveles de humedad entre 4 y 12 g/m3, “aunque el equipo advierte que se trata de rangos indicativos, debido al tiempo limitado de registros”.

El estudio, en definitiva, muestra que incluir la temperatura entre las variables para medir la tasa de transmisión funciona para “predecir la subida y la bajada de las diferentes olas”. “El conjunto de nuestros resultados apoya la idea de que la COVID-19 es una infección verdaderamente estacional, similar a la gripe y los otros coronavirus del resfriado común,” asegura Rodó.

Los científicos advierten que con los resultados obtenidos es necesario mejorar la “higiene del aire” ventilando más adecuadamente los espacios interiores. Un reciente estudio del CSIC en el hospital de Son Espases (Mallorca) reveló, contraintuitivamente, que el SARS-CoV-2 estaba más presente en los pasillos del centro que en las habitaciones de los infectados.