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Japón acaba con 50 años de uniformes obligatorios solo para las trabajadoras

Una mujer en la sucursal de Kita-Urawa del Banco Saitamaken Shinkin en Saitama, ya sin uniforme obligatorio.

Yuri Nishida / Asahi Shimbun

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Los clientes habituales de la ventanilla de Kanako Katayama, en la sucursal del Banco Saitamaken Shinkin, en Saitama, notaron recientemente algo diferente: Katayama, de 36 años, iba vestida con una camisa blanca, una chaqueta negra y unos pantalones. Después de 50 años imponiendo un código de vestimenta, el banco permite ahora a Katayama y a otras empleadas llevar el atuendo que quieran. 

El Banco Saitamaken Shinkin es uno de los cada vez más numerosos bancos, incluidos los bancos shinkin (cooperativas de crédito), que promueven la igualdad de género deshaciéndose de una antigua tradición que obligaba a las trabajadoras –y sólo a las trabajadoras– a llevar uniforme. El Banco Aoki Shinkin de Kawaguchi, en la prefectura de Saitama, abolió los uniformes para el personal femenino en 2021 y el Kyoto Chuo Shinkin hizo lo propio en 2022. 

Saitamaken Shinkin había exigido durante mucho tiempo a sus empleadas, a excepción de los puestos directivos y de ventas, que vistieran un uniforme compuesto por una camisa de colores específicos, un chaleco y una falda o pantalones culotte. Sin embargo, desde mayo de 2022, el personal puede llevar traje u otra indumentaria apropiada. La misma pauta se aplicará a los trabajadores a tiempo parcial y temporales a partir de mayo de 2023.

Establecidas en 1969, las normas que obligaban a llevar uniforme pretendían “mantener la gracia y la elegancia” y mejorar el rendimiento en el lugar de trabajo. Sin embargo, cuando la empresa preguntó recientemente al personal sobre esta política a través del sindicato, algunos declararon sentirse incómodos al ver que solo las trabajadoras llevaban uniforme. Otros dijeron que ver únicamente a las mujeres llevar uniforme hacía que la gente de dentro y fuera de la empresa percibiera a las empleadas como subordinadas a los hombres. Y la mayoría se pronunció a favor de abolir la norma.

Un empleado del departamento de recursos humanos del banco explicó los orígenes de esta política: “Los uniformes pueden aumentar el sentimiento de unidad entre el personal y ayudarles a hacer la transición de la vida privada al trabajo, lo que es importante cuando se trata de manejar dinero”. No obstante, el banco decidió suprimir los uniformes. “Dimos importancia a eliminar la 'imagen servil' de las mujeres con uniforme”, dice el empleado. “Podemos ganarnos la confianza de nuestros clientes si pensamos en cómo podemos darles una impresión favorable con la ropa que llevamos, en lugar de crear una apariencia única vistiendo uniformes”.

La singular historia de las instituciones financieras

En varias empresas e industrias (oficinas de correos, tiendas de telefonía móvil), tanto los trabajadores como las trabajadoras están obligados a llevar uniforme. Entonces, ¿cómo se ha convertido en una norma que sólo el personal femenino lleve uniforme en las entidades bancarias? Según Makiko Habazaki, profesora adjunta de estudios de género en la Oficina de Promoción de la Diversidad de la Universidad de Saitama, fue el resultado de la singular historia de las instituciones financieras.

En la década de 1960, cuando Japón experimentaba un rápido crecimiento económico, las entidades bancarias contrataron a un gran número de mujeres como cajeras para promover una imagen cercana y atraer a nuevos clientes. La regla del uniforme exclusivo para mujeres fue establecida por ejecutivos varones que pensaban que sería difícil para las empleadas comprar trajes de negocios cuando cobraban menos que sus colegas masculinos.

Habazaki explica que tras el colapso de la economía inflacionista a principios de los 90, muchas instituciones bancarias suprimieron los uniformes para el personal femenino con el fin de reducir costes. Sin embargo, muchas de ellas restablecieron la norma al cabo de unos años, alegando que fomentaba la unidad de los empleados y favorecía la imagen del banco.

En los últimos cinco o seis años, las instituciones financieras se han vuelto más sensibles en temas relacionados con la responsabilidad social y la necesidad de alcanzar la igualdad de género, y eso ha llevado a otro movimiento para abolir los uniformes. Dicho esto, Koei Taniyama, jefe de departamento del Centro de Uniformes Nippon, una fundación de interés público, cree que “los uniformes siguen siendo una forma eficaz de mejorar la imagen de marca de las empresas y en algún momento el interés volverá a resurgir”.

Incluso hoy en día, existen resistencias: el Banco Mizuho Ltd., uno de los principales bancos de Japón, siempre ha exigido que tanto el personal masculino como femenino que trabaja fuera de las ventanillas en las sucursales lleve uniforme para evitar que se les confunda con clientes. El uniforme sólo es opcional para las cajeras.

Habazaki acoge con satisfacción este panorama cada vez más diversificado y espera que con el tiempo se supriman todos los requisitos de vestimenta. “La imagen de que los hombres salen a vender y las mujeres hacen de cajeras nos recuerda a la tradicional división del trabajo por sexos en Japón”, afirma. “Los uniformes han contribuido a visualizar ese sistema y a fomentar su amplia difusión”.

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