Un parque sobre fosas comunes de Guerra Civil en Oropesa

Desenterrar la Historia significa también esperar y no encontrar.

Un vendaval de muerte y silencio es la metáfora con la que describe un documental el paso de la Guerra Civil y la represión franquista por la zona de la Campana de Oropesa, en Toledo. De Oropesa son las cuatro mujeres rapadas de una triste y célebre fotografía: Prudencia la catalana, Antonia la planchadora, Pureza y Antonia Gutiérrez, expuestas así en un lugar público para servir de intimidación a sus convecinos, y de humillación a ellas mismas, en agosto de 1936. Las cuatro tenían relación, más lejana que cercana, con defensores de la legalidad republicana. Es un ejemplo gráfico de la columna de terror que pasó por esta comarca de Toledo en dirección a Badajoz.

Y la tierra negra que dejó esa columna está, en gran medida, pendiente de ser estudiada, removida y desenterrada. Mismamente en Talavera de la Reina, asegura Emilio Sales, presidente del Foro de la Memoria de Toledo, hay una fosa en la que se calcula yacen 500 cuerpos que no ha sido estudiada y para la que no se cuenta con la colaboración del Ayuntamiento.

No es el objetivo de este foro “exhumar por exhumar”, pero sí lo es dignificar los lugares de la memoria. “Después de 75 años, seguimos arrastrando esta vergüenza”, opina Sales, cuya asociación ha renunciado a la excavación que se está realizando en el cementerio viejo de Oropesa por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. “Esta no es una cuestión de huesos, como se suele decir” expresa Emilio Sales, “no sería serio dejar cajas de restos humanos en un laboratorio sin saber qué se va a hacer con ellos”.

Una fosa junto al castillo

El Ayuntamiento de Oropesa tomó la decisión de convertir el abandonado viejo cementerio, que linda con el imponente castillo medieval –también Parador Nacional– en un parque. Por ello decidió trasladar los nichos y sepulturas al cementerio nuevo. El Foro de la Memoria tenía constancia, por diversas historias orales, de que “podría haber allí una fosa, o dos, o tres, o ninguna” pero que, en cualquier caso, era necesario investigarlo antes de meter la excavadora.

“Me contaba un señor”, recuerda Emilio, “que a la salida de Oropesa había una chica a la que violaron, mataron y dejaron allí tendida. Una mujer que pasaba por allí la encontró y al verla así, le bajó las faldas. Por ese motivo, a esta mujer también la mataron”. Una memoria oral aún sin recoger por los antropólogos, difusos testimonios del niño del 36 traducidos por el anciano del siglo XXI.

“Mandamos una carta al alcalde de Oropesa para que paralizara las obras y se investigara”, recuerda Emilio Sales, “y no puso pegas, pero también le pedimos que los restos [que pudieran pertenecer a fusilados no identificados] fueran trasladados al nuevo cementerio y se les hiciera un mausoleo o algo similar, o bien un lugar de memoria en el parque que planean. El alcalde contestó que bien, pero que eso deberían pagarlo los familiares o el Foro. Pero de familiares no hay constancia y nosotros no tenemos dinero y, en cualquier caso, esto es algo que tienen que pagar las administraciones públicas”.

Este tira y afloja sucedió en 2013. La última carta se la envió Sales a José Manuel Sánchez Arroyo, alcalde del PP en Oropesa, el simbólico 14 de abril de este año. En ella le anunciaba que, en estas condiciones, el Foro retiraba su intención de intervenir en el cementerio.

Precariedad de la memoria

El Ayuntamiento siguió con el plan de desmantelamiento del camposanto, pero Ricardo Moreno, historiador natural de este pueblo, buscó otro equipo del tejido memorialista que tuviera la capacidad de buscar y exhumar con garantías técnicas, para lo que halló el apoyo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que se comprometió a actuar rápidamente y correr con los gastos de la excavación y la identificación. Moreno, además, buscó algo de financiación montando conciertos benéficos de su propio grupo en Granada, donde reside.

Una vecina del pueblo, Felisa Herrero, ha reclamado la apertura de esta fosa, si se hallara, al encontrarse desaparecida su abuela Olalla Galán, de quien sospecha fue arrojada a una fosa común sin marcar. La intuición de Herrero proviene de otra de esas memorias orales que aseguraba que una mujer llevó allí el cuerpo de su abuela envuelto en una sábana desde la tapia del cementerio, donde habría sido fusilada. Jesús Herrero Jiménez, concejal del PSOE en Lagartera (Toledo), es bisnieto de Olalla.

El Ayuntamiento finalmente apoyó y respaldó la búsqueda, para la cual paralizó las tareas de exhumación de las otras sepulturas, más de 200, durante el pasado 2 de mayo y prestó, sin cargo, la excavadora para retirar la tierra. “Quiero ponerles las máximas facilidades y que se haga lo antes posible”, explicaba el alcalde, Sánchez Arroyo, con cierto tono de desaliento en la voz, en una entrevista telefónica antes de realizar estos trabajos. Admitía que “los muertos de la guerra” es un tema del que no quiere “escuchar hablar”. Al ser preguntado por ello, amplía: “En ambos sitios hubo locuras, en ambos lados y por eso es desagradable hablar de ello”.

'Guerracivilismo'

Interrogado también por si el Ayuntamiento de Oropesa haría un monumento a las víctimas del primer terror del llamado bando nacional, los represaliados de la retaguardia del ejército sublevado, Sánchez Arroyo contesta: “Nosotros no tenemos previsto hacer un monumento porque no podemos hacer distinción entre unos y otros. De entre las exhumaciones que estamos realizando hay muchos muertos de la Guerra Civil y no podemos darles a unos sí y a otros no, entraría en un conflicto”.

Las excavaciones estuvieron dirigidas por Jimi Jiménez. “El primer día”, explica este arqueólogo forense de Aranzadi, “hicimos un sondeo manual en el que no se veía ninguna evidencia de enterramientos de personas adultas, cosa que por otra parte es lo habitual en un cementerio. Sin embargo, aparecieron enterramientos en cajas de madera pero infantiles y escasos restos óseos entre la tierra de relleno”. El segundo día “se amplió el sondeo manual con una excavadora y con el mismo resultado”.

Mientras este equipo buscaba la memoria bajo tierra en Toledo, no muy lejos de allí, en la vecina provincia de Ciudad Real, se realizaba un acto de devolución de restos de una fosa hallada en Abenójar hace dos años. El arqueólogo que coordinó aquella otra excavación, René Pacheco, explicaba a eldiario.es que “buscar una fosa es, sobre todo, esperar”. Pueden pasar días hasta que se encuentran huesos, o finalmente ni se encuentran. No obstante, es un pasado que lleva casi 80 años esperando. Hay prisa, porque los testigos están muriendo, pero hay que acompañarla de paciencia.

“La investigación histórica iniciada por Ricardo Moreno tendrá que continuar y establecer si los enterramientos de los vecinos represaliados fueron realizados en el cercano recinto civil del cementerio”, apunta Jiménez. También el alcalde de Oropesa señalaba que es probable que los restos de la persona que se busca hubieran sido enterrados en un osario anejo al cementerio, donde se ha construido, justo encima, “un transformador de energía eléctrica hace años” y, por lo tanto, serían ya inhallables.