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El ruido submarino: la nueva amenaza para los ecosistemas que traspasa los océanos

El ruido submarino: la nueva amenaza para los ecosistemas que traspasa los océanos
Las Palmas de Gran Canaria —

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Las Palmas de Gran Canaria, 17 may (EFE).- Con el equipo adecuado, el ruido que provocan bajo el agua los barcos que entran y salen del puerto de Nueva York se puede registrar en las costas europeas, aseguran los científicos que trabajan en este campo. Y solo es la punta del iceberg de un problema de dimensiones enormes y crecientes, que afecta a casi todos los océanos y pone en riesgo la vida marina.

La Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan) reúne esta semana en Las Palmas de Gran Canaria a representantes de instituciones científicas de nueve países europeos que trabajan de forma coordinada para intentar abordar este problema, desde la comprensión de cómo afecta el ruido a cada especie hasta el diseño de nuevos modelos de hélices que ayuden a que el tráfico marítimo sea un poco más silencioso.

Pero con alrededor de 100.000 barcos navegando por los diferentes océanos, muchos de ellos concentrados en pasos con altísimos niveles de tráfico marítimo, como el Canal de la Mancha, algunos investigadores se preguntan por qué no actuar ya en lo más inmediato: la velocidad.

Con una simple reducción del 20 % en la velocidad a la que navega, el ruido submarino que emite un barco cae de manera muy significativa, en una proporción casi siempre mayor, sin necesidad de cambiar nada más en su sistema de propulsión para hacerlo más eficiente y silencioso, explica el investigador de Plocan José Antonio Díaz Ávila, que coordina esta reunión del proyecto “Saturn”.

Díaz Ávila reconoce que navegar más despacio puede afectar a los costes de las navieras, porque eleva los tiempos de entrega de las mercancías, pero probablemente también reduzca su consumo de energía.

No obstante, defiende que esta es una materia susceptible de regulación legal, tanto nacional como internacional y lo plantea en estos términos: “Si hemos limitado la velocidad en las autopistas para evitar muertes, ¿por qué no se puede reducir la velocidad de navegación para mejorar la salud de los ecosistemas marítimos?”

Y es que el ruido no solo afecta a los cetáceos, en los que suele focalizarse el problema, sino también en mayor o menor medida a todos los seres marinos: a los peces, a los cefalópodos y a numerosos moluscos, advierte Gerry Sutton, representante en este proyecto de la Universidad Colegio de Cork (Irlanda).

“Casi todas las especies están afectadas. En el mar, los seres vivos están adaptados a usar el sonido para casi todo, porque hay muchas zonas del océano donde apenas llega la luz”, explica.

Sin embargo, todos los mares están inundados de ruido generado por el hombre, con contadas excepciones, como la Antártida y pequeñas zonas de los océanos que, por las características físicas de sus fondos, disfrutan de cierto silencio, detalla Michael Ainslie, investigador en Alemania de la consultora Jasco Applied Sciencies, especializada en el monitoreo del ruido submarino.

Hasta el punto de que, en determinadas frecuencias, como las comprendidas entre 50 y 100 herzios, es imposible saber ya cuál es el “ruido natural” de los océanos, porque están saturadas por las emisiones de los motores de los buques.

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