Durante más de un siglo, los fósiles de Salterella y Volborthella han desconcertado a los paleontólogos. Estos diminutos organismos, que habitaron los mares hace más de 500 millones de años, presentaban estructuras en forma de cono que nadie lograba ubicar en el árbol de la vida. Ahora, un estudio publicado en Journal of Paleontology sugiere una posible afinidad con los cnidarios, el grupo que incluye a las medusas, corales y anémonas, aportando nuevas claves sobre cómo y cuándo los animales comenzaron a formar conchas minerales.
Qué indica el estudio
La investigación, desarrollada por un equipo internacional de paleontólogos, reinterpreta estos fósiles a partir de análisis microestructurales y comparativos. Sus conclusiones apuntan a que Salterella y Volborthella, tradicionalmente clasificadas dentro de los pequeños conchíferos problemáticos del Cámbrico, serían en realidad ejemplos tempranos de organismos que experimentaban con materiales y formas para construir esqueletos externos. El hallazgo redefine parte de lo que se sabía sobre la llamada “explosión cámbrica”, el periodo en el que la vida multicelular se diversificó rápidamente y surgieron las primeras estructuras protectoras.
El Cámbrico temprano fue una etapa de innovación biológica sin precedentes. En apenas unos millones de años, los océanos se llenaron de organismos capaces de formar esqueletos y conchas mineralizadas, una estrategia evolutiva que marcó el inicio de las cadenas tróficas complejas. En este contexto, los fósiles de Salterella y Volborthella representaban una rareza: sus conchas estaban compuestas por partículas de sedimento aglutinadas o por capas finas de carbonato cálcico, sin un patrón claro de mineralización. Esa ambigüedad los convirtió en uno de los grandes enigmas de la paleontología.
Las técnicas de la investigación y dos evoluciones distintas
El nuevo estudio combina técnicas de microscopía electrónica, difracción de rayos X y reconstrucciones tridimensionales mediante tomografía para examinar ejemplares procedentes de Estados Unidos y Canadá. Gracias a estas herramientas, los investigadores identificaron estructuras internas laminadas y una composición mineral semejante a la de los primeros corales escleractinios. Además, observaron que ambos organismos seleccionaban activamente los granos de sedimento que incorporaban a su concha, un comportamiento biológico y no puramente mecánico.
Las evidencias apuntan a una afinidad probable con los cnidarios, un grupo que ya había comenzado a diversificarse en los mares del Cámbrico. En el caso de Volborthella, su estructura parece representar una fase intermedia: un tubo recubierto por una matriz orgánica con inclusiones minerales dispersas. Salterella, por su parte, muestra un grado de organización más avanzado, con capas alternas de material orgánico y calcita, lo que indica el inicio de un control biológico parcial sobre la biomineralización. Juntas, ambas especies reflejan una transición evolutiva desde las cubiertas flexibles hacia las conchas rígidas que caracterizarían a muchas formas animales posteriores.
Los autores interpretan esta transformación como un paso clave en la evolución de los esqueletos marinos. La transición de una cobertura orgánica a una mineralizada pudo deberse tanto a cambios químicos en los océanos, como el aumento de la concentración de calcio, como a la presión selectiva de los depredadores. En palabras del estudio, “Volborthella y Salterella representan dos capítulos sucesivos de una misma historia: el experimento biológico que dio origen a las conchas animales”.
Un papel destacado en el árbol de la vida
La identificación de un vínculo cnidario también tiene implicaciones profundas para la reconstrucción del árbol de la vida. Hasta ahora, los fósiles del Cámbrico se dividían entre los pertenecientes a linajes modernos y los llamados “enigmáticos” o “huérfanos”, sin parientes vivos evidentes. Este hallazgo sugiere que muchos de esos organismos podrían ser antepasados tempranos de grupos actuales, aunque en etapas iniciales de su desarrollo morfológico.
Más allá de su interés taxonómico, el estudio arroja luz sobre la evolución de la biomineralización, un proceso que permitió a los animales colonizar nuevos entornos y desarrollar estructuras defensivas y locomotoras. Comprender cómo surgió esa capacidad, y en qué grupos apareció primero, es esencial para explicar la complejidad biológica del planeta tal como la conocemos hoy.
Los investigadores destacan que su trabajo abre nuevas vías para examinar otros fósiles del mismo periodo, en especial aquellos con conchas híbridas, parte orgánicas y parte minerales, con el fin de determinar si la aparición de esqueletos fue un fenómeno único o un proceso paralelo que ocurrió en distintos linajes a la vez.