Las columnas de humo se alzaban sobre los campos deshechos de Panonia, entre restos de aldeas quemadas y caminos vacíos. Los caballos seguían avanzando incluso con las patas cubiertas de lodo, y los carros se hundían en la tierra blanda al borde del Danubio. El Imperio Romano de Occidente perdía el control de sus últimas fronteras mientras los Hunos cruzaban sin resistencia, uno tras otro. En los pueblos devastados se acumulaban los testimonios de la huida y el saqueo. En mitad de ese paisaje arrasado, sin defensas ni contención, comenzaba a tejerse la historia real de sus orígenes.
Uno de los hallazgos más reveladores, según el estudio publicado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Cell, vincula directamente a ciertos individuos del periodo Huno con miembros de alto rango del Imperio Xiongnu. Esta conexión quedó reflejada en el ADN de varios enterramientos de la cuenca de los Cárpatos, donde algunos cuerpos comparten segmentos genéticos idénticos con figuras destacadas de la antigua elite Xiongnu, activa en Mongolia hasta el siglo II d. C.
El rastro genético y lingüístico confirma la conexión entre mundos alejados en el tiempo y en el espacio
El trabajo, desarrollado dentro del proyecto europeo HistoGenes y financiado por la ERC Synergy Grant (No. 856453), se apoyó en el análisis genético de 370 individuos procedentes de yacimientos arqueológicos de Asia Central, Mongolia y Europa Central. Entre las muestras recientes se incluyeron restos datados entre los siglos III y VI d. C., recuperados en Kazajistán y en contextos del periodo Huno y poshuno en la región carpática. Una de las muestras más relevantes corresponde a un enterramiento en terraza monumental vinculado a la élite Xiongnu.
En paralelo al estudio genético, un trabajo lingüístico complementario liderado por investigadores de las universidades de Oxford y Colonia ha demostrado que tanto los Hunos como sus antecesores asiáticos compartían una lengua común del grupo yeniseo. Este hallazgo contradice la antigua hipótesis de que hablaban lenguas túrquicas, como se había sostenido por la expansión posterior de pueblos túrquicos hacia el oeste a partir del siglo VII.
La coautora Svenja Bonmann, del Departamento de Lingüística de la Universidad de Colonia, afirma en el comunicado institucional del estudio que “esta antigua lengua arin incluso influyó en las primeras lenguas túrquicas y gozó de cierto prestigio en Asia Interior”. El análisis filológico se basó en préstamos léxicos, nombres propios, glosas chinas y toponimia residual, elementos que al ser examinados de forma conjunta apuntan a un origen yeniseo común para la élite gobernante xiongnu y el núcleo étnico huno.
Además de los vínculos lingüísticos y genéticos, los investigadores destacan la variedad de orígenes que caracterizaba a los grupos hunos en Europa. Guido Alberto Gnecchi-Ruscone, genetista del Instituto Max Planck y coautor del estudio, explica que entre los enterramientos con objetos y prácticas asociadas a tradiciones esteparias, “unos pocos individuos del periodo Huno en Europa comparten segmentos de ADN idénticos con algunos de los miembros de la elite imperial del Xiongnu tardío”.
Las comparaciones con otros pueblos nómadas ayudan a delimitar los rasgos propios de los hunos
Ese patrón de diversidad genética también refuerza una hipótesis más amplia sobre el carácter multiorigen de los grupos hunos, que se habrían desplazado desde las estepas de Asia Interior combinando linajes distintos. Zsófia Rácz, arqueóloga de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, señala que “la evidencia de ADN y arqueológica revela un mosaico de ancestros, lo que apunta a un proceso complejo de movilidad e interacción en lugar de una migración en masa”.
Las comparaciones con otros pueblos nómadas posteriores, como los Ávaros, permiten acotar diferencias cronológicas y genéticas. En palabras de Walter Pohl, de la Academia Austriaca de Ciencias, “los Ávaros llegaron directamente a Europa tras la destrucción de su imperio en Asia Oriental por los turcos”, conservando una proporción considerable de ascendencia esteasiática, mientras que los Hunos, en su camino hacia el oeste, se fueron mezclando con múltiples poblaciones a lo largo de Eurasia.
Este enfoque interdisciplinar permite reconstruir el trayecto migratorio de estos grupos desde el Altái-Sayan hacia el sureste de Europa, siguiendo indicios lingüísticos que todavía persisten en nombres de ríos y enclaves de Asia Central. Según Simon Fries, filólogo de la Universidad de Oxford y coautor del estudio publicado en Transactions of the Philological Society, “esperamos que nuestros hallazgos inspiren nuevas investigaciones sobre la historia de las lenguas menos conocidas y, por lo tanto, contribuyan a una mayor comprensión de la evolución lingüística de la humanidad”.
En conjunto, los resultados del estudio resuelven una incógnita sostenida durante décadas. El linaje imperial de los Hunos europeos y el de los Xiongnu se confirma ahora por tres vías independientes: genética, arqueológica y filológica. De esta manera, el imperio de Atila no surgió como una fuerza aislada, sino como la continuación nómada de una red asiática que había comenzado siglos atrás en las llanuras de Mongolia.