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Un experimento clásico demuestra que los pulpos pueden ser engañados como los humanos cuando se trata de reconocer su propio cuerpo

Héctor Farrés

30 de julio de 2025 14:00 h

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El experimento de dar un martillazo a la mano de goma se utiliza para estudiar cómo el cerebro interpreta las señales sensoriales y construye una imagen del propio cuerpo. La dinámica consiste en ocultar la mano real de una persona tras una pantalla opaca mientras una mano postiza se coloca a la vista, imitando su posición. Al tocar simultáneamente ambas manos con pequeños golpes o caricias, el sistema nervioso comienza a identificar la mano falsa como propia, incluso aunque la persona sepa racionalmente que no lo es.

En el momento en que el experimento culmina con un golpe brusco en la mano de goma —sin contacto con el cuerpo real— el sujeto reacciona con sobresalto o temor, como si ese impacto fuese real. Esa respuesta refleja una reorganización temporal en la percepción corporal, basada en la integración de estímulos visuales y táctiles.

Los pulpos también reaccionan ante una extremidad falsa como si fuera real

Un estudio publicado en Current Biology recogió por primera vez una reacción similar en animales no mamíferos. Investigadores del Instituto de Ciencia Marina de la Universidad de Ryukyu realizaron una prueba con seis pulpos Callistoctopus aspilosomatis para comprobar si también podían ser inducidos a este tipo de ilusión.

En cada ensayo, se ocultó uno de sus brazos tras una pared opaca mientras se colocaba una réplica de gel visible en su lugar. Ambas extremidades, la real y la falsa, fueron acariciadas al mismo tiempo durante ocho segundos. Después, los científicos aplicaron un leve pellizco con pinzas sobre el brazo artificial.

La reacción fue inmediata. En todos los casos, los pulpos cambiaron de color, retrajeron extremidades o huyeron con movimientos rápidos, comportamientos típicos cuando perciben una amenaza física directa. Esas respuestas defensivas confirmaron que el animal había vinculado la extremidad falsa con su propio cuerpo. Según los autores, el resultado sugiere que el sistema nervioso del pulpo también integra señales visuales y táctiles para generar una imagen corporal coherente.

Solo una coordinación exacta entre los sentidos provoca la ilusión

Para comprobar la solidez del fenómeno, el equipo repitió el experimento con pequeñas variaciones. Cuando se tocaban los dos brazos en momentos diferentes o cuando la posición del brazo de gel no coincidía con la del real, los pulpos permanecían inmóviles o mostraban respuestas neutras. Solo la estimulación sincronizada y coherente provocaba una reacción. Según explican en el artículo, esto indica que el efecto depende de una concordancia multisensorial precisa, sin la cual el animal no interpreta la extremidad falsa como parte de su cuerpo.

El estudio abre nuevas vías para investigar cómo se forma la percepción del cuerpo en especies con cerebros muy distintos al humano. El investigador Yuzuru Ikeda, coautor del trabajo, señala en declaraciones a New Scientist que “la ilusión sugiere la capacidad de los pulpos para anticipar y predecir, lo cual supone una ventaja para la supervivencia”. Aunque también reconoce que este tipo de errores refleja una limitación inherente al modo en que se procesan los estímulos.

Sumire Kawashima, codirectora del estudio, apunta en el mismo artículo que “nuestros resultados sugieren que el pulpo puede convertirse en un modelo importante para estudiar la evolución del sentido de pertenencia corporal”. Esta percepción se considera un elemento esencial del desarrollo de la conciencia, ya que permite diferenciar el propio cuerpo del entorno. Hasta ahora, ese rasgo se había documentado únicamente en mamíferos, lo que convierte este hallazgo en una posible clave para entender cómo emerge esa conciencia en estructuras neuronales alternativas.

La ilusión revela una inteligencia sensorial más compleja de lo que se creía

Peter Godfrey-Smith, filósofo de la ciencia en la Universidad de Sídney y estudioso del comportamiento de los pulpos, valora el hallazgo con sorpresa. En el mismo reportaje de New Scientist, afirma que “me llama la atención que la condición de postura incongruente funcionase así: los pulpos no reconocieron la extremidad artificial como propia en ese caso, pese a las caricias”. Esa falta de reconocimiento corporal en situaciones desajustadas refuerza la idea de que los pulpos mantienen una imagen muy definida de la disposición de sus brazos.

Aunque su sistema nervioso está distribuido entre el cerebro central y los ganglios de cada brazo, la coordinación entre estímulos visuales y táctiles demuestra que sus capacidades cognitivas van mucho más allá de lo instintivo. Que puedan ser engañados de forma tan similar a los humanos sugiere un nivel de percepción del cuerpo sorprendentemente complejo. Si la mano de goma funciona con ellos, también podrían ayudar a comprender cómo esa percepción evoluciona en cerebros que siguen reglas muy diferentes.