La Nochebuena que cambió para siempre el Palacio Real de Madrid y que casi acaba con Las Meninas

Andrea Blez

24 de diciembre de 2025 16:30 h

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Hubo una Nochebuena que resultó fatídica a nivel patrimonial en la historia de España, la de 1734, en la que se produjo un devastador incendio que duró alrededor de una semana, no siendo sofocado de forma completa hasta el 31 de diciembre, y que cambió por completo lo que conocemos actualmente como Palacio Real.

Y es que fue un incendio en el llamado Alcázar de Madrid entre la madrugada del 24 y 25 de diciembre de 1734 cuando las llamas devoraron el edificio, que tuvo que ser completamente restaurado y daría lugar al actual edificio, obra de Filippo Juvara, Giambattista Sacchetti y Francesco Sabatini, y que dio lugar a un monumental palacio de 135.000 metros cuadrados y 3.418 habitaciones.

El incendio del Palacio Real en la Nochebuena de 1734

La Nochebuena de 1734 las llamas redujeron a cenizas gran parte del Alcázar de Madrid y pinturas de Velázquez o Rubens, aunque también se salvaron muchas de ellas gracias a lo que arriesgaron algunas personas, entre ellas Las Meninas. La Familia Real no se encontraba allí entonces, sino en el palacio del Buen Retiro, a donde Felipe V se había trasladado.

Y es que, al monarca, el primero de la dinastía Borbón, no le gustaba el palacio, pues lo veía como un símbolo de lo antiguo, de los Austrias, y edificio decrépito en comparación con los lujos con los que se había criado en la corte francesa, con su añorado Versalles, por el que mando construir a semejanza el Buen Retiro, que resultó una construcción más cara que el propio El Escorial.

El incendió se desató en la madrugada del 24 al 25 de diciembre, siendo la primera alarma dada entorno a la medianoche por unos centinelas, según la crónica de Félix de Salabert Aguerri, marqués de Valdeolmos y III de Torrecilla, que fue testigo, pero la gente hizo caso omiso al toque de fuego al pensar que eran maitines, y también por incidente que había ocurrido hacía un mes.

Entonces, la Corte había celebrado la capitulación de Capua en el Alcázar, un hecho que ponía fin a la presencia austríaca en el reino de Nápoles, y que por tanto aseguraba esta corona para el infante don Carlos, quien más tarde sería el rey Carlos III, y para ello había encendido antorchas y luminarias, que fueron confundidas con un incendio, dando lugar a un toque que resultó ser falsa alarma.

Esto hizo que se actuara con mayor lentitud ante el fuego, y se rechazó abrir las puertas para que el pueblo ayudara por temor a saqueos. Primero se comenzó con la salvación de las reliquias de la Capilla Real, así como de las personas, aunque acabaron falleciendo una dama y tres peones, con varios heridos, y que derivó en la destrucción casi total de edificio al durar una semana hasta el 31, aunque se salvaron la casa del Tesoro y la Biblioteca Real.

Las Meninas se tiraron por la ventana para ser salvadas

Del incendio del palacio real en la nochebuena de 1734 una de las historias que más ha trascendido es cómo se salvaron las principales obras de arte y patrimonio, como ocurrió con Las Meninas de Velázquez, que fueron uno de los cuadros que fueron arrojados por la ventana para poder ser salvado, pues los grandes salones donde se ubicaban fueron pasto de las llamas. El retrato ecuestre de Carlos V en Mühlberg de Tiziano fue otra de las grandes obras salvadas así, aunque esto hizo que se oscureciera su parte inferior por el humo.

Sin embargo, algunas obras como sucedió con La expulsión de los moriscos, también de Velázquez, ardieron, así como el retrato de Felipe IV de Rubens que era el favorito del rey, un Lacoonte de El Greco o un autorretrato de Rafael, junto también documentos de especial relevancia y parte de las riquezas traídas de América. Tras el incendio, que fue una tragedia patrimonial, Felipe V optó por derribar lo poco sobrevivido para construir una residencia más a su gusto.

Entre las causas del incendio, lo más extendido es que tuvo lugar por la imprudencia de unos criados que estaban bajo los efectos del alcohol, aunque la opinión general atribuía el comienzo de las llamas en un cortinaje de los aposentos de Jean Ranc, pintor de cámara, aunque esta dependencia estaba en el ala menos afectada, e incluso hay relatos que atribuyen una posible conspiración del propio Felipe V, que quería construir un nuevo palacio más propio de su época y al gusto de su dinastía.