La teoría de los 'reyes-dioses' incestuosos en Newgrange se desmorona con los nuevos hallazgos genéticos

Héctor Farrés

1 de julio de 2025 11:00 h

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Las leyendas más antiguas los presentan como figuras con derecho a disponer sobre la fertilidad de la tierra, las alianzas entre clanes y la organización de los cultos sagrados. Los reyes dioses en Irlanda no se limitaban a gobernar: intervenían en ceremonias que combinaban lo político con lo espiritual, servían como mediadores entre lo humano y lo sobrenatural, y su linaje era considerado esencial para el equilibrio del territorio.

En algunos relatos, eran custodios del conocimiento ancestral y su figura estaba asociada a ciertos paisajes, como colinas o ríos, donde se les rendía tributo mediante ofrendas. Esa visión, vinculada a la mitología celta y repetida durante siglos, ha influido en la manera en que se interpretan hoy ciertos hallazgos arqueológicos vinculados al Neolítico.

Nuevas investigaciones desmontan la idea de un poder hereditario

La teoría de que uno de estos supuestos reyes sagrados podría haber sido enterrado en Newgrange se extendió con rapidez tras un análisis genético publicado en 2020 por la revista Nature. La prueba había detectado una consanguinidad de primer grado en los restos de un varón adulto, identificado como NG10, cuyos progenitores fueron muy probablemente hermanos. El hallazgo tuvo un fuerte impacto porque ese tipo de emparejamiento solo se ha documentado en culturas donde la unión entre parientes directos formaba parte de una estructura dinástica, como en el antiguo Egipto.

Sin embargo, un nuevo estudio coordinado por la Universidad College Dublin y publicado por la revista Antiquity desmonta por completo esa interpretación. El equipo, compuesto por arqueólogos de Irlanda, Noruega, Australia y Reino Unido, ha cruzado ADN, ubicación de restos y patrones de enterramiento en toda la isla, llegando a una conclusión opuesta: NG10 fue un caso excepcional, aislado y sin conexión con ninguna élite dinástica. Según ese análisis, la comunidad neolítica en la que vivió no seguía un modelo jerárquico centralizado.

Ese mismo informe recuerda que los fragmentos óseos atribuidos a NG10 estaban desarticulados, y que las alteraciones sufridas por la tumba a lo largo de los últimos tres siglos impiden asegurar que ese individuo fuese enterrado originalmente en el lugar donde apareció.

Jessica Smyth, profesora asociada de arqueología en el University College Dublin, aclara en Live Science que “no hay nada en el registro arqueológico de la Irlanda neolítica que indique que existieran reyes o alguna forma de jerarquía real en aquella época”.

La imagen más ajustada a la evidencia es la de una sociedad igualitaria y agrícola

La monumentalidad de Newgrange, construida hacia el 3100 a. C., contribuyó a alimentar la teoría de un enterramiento privilegiado. Pero los análisis genéticos realizados en tumbas similares de otras zonas del país no han detectado relaciones familiares equivalentes, lo que refuerza la idea de que el caso de NG10 no representa ninguna norma social de la época. Además, en ese mismo túmulo se han identificado restos de bebés, ancianos, adultos con discapacidades y mujeres, lo que sugiere una función funeraria colectiva, no restringida a una casta dominante.

Smyth también apunta en el artículo de Antiquity que el lugar de entierro más habitual en el Neolítico irlandés se encontraba fuera de los grandes monumentos megalíticos, aunque aún se desconoce el criterio que definía la entrada a esas tumbas de corredor. En sus palabras, “es evidente que no toda la comunidad fue enterrada en estas tumbas, pero desconocemos los criterios que determinaron quién accedía a ellas”.

Otro aspecto que refuerza la tesis del nuevo estudio es la fragmentación de los restos hallados. En el caso de Newgrange, los huesos estaban separados, algunos incinerados y otros posiblemente trasladados desde otros lugares antes de ser depositados en el túmulo. Esta práctica complica la idea de un enterramiento inalterado que denote un estatus especial. Smyth detalla en el mismo trabajo que “el lugar de descanso final de la mayoría de las personas en el Neolítico no fue un monumento megalítico”.

Lejos de los relatos mitológicos, la imagen que se impone es la de una sociedad agrícola, organizada en grupos comunitarios donde los recursos se compartían y las decisiones se tomaban de forma colectiva. Aunque ciertos individuos pudieron ocupar roles de liderazgo o dirección ritual, el estudio no ha encontrado evidencias de una clase dirigente hereditariamente establecida. Por lo tanto, la etiqueta de rey dios, aplicada a NG10 por su origen familiar y su tumba, pierde peso a medida que se amplía el marco de análisis con más muestras y contexto.