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The Guardian en español

Llueve plástico: las fibras microscópicas caen del cielo

Sulphur Mountain, Parque Nacional Banff, Montañas Rocosas de Canadá

Maanvi Singh

El plástico era lo más alejado de la mente de Gregory Wetherbee cuando comenzó a analizar muestras de agua de lluvia recolectadas en las Montañas Rocosas. “Creo que esperaba ver principalmente partículas de suelo y minerales”, explica el investigador del Servicio Geológico de los Estados Unidos. En cambio, encontró fibras de plástico microscópicas multicolores.

El descubrimiento, publicado en un estudio reciente titulado Está lloviendo plástico, plantea nuevas preguntas sobre la cantidad de desechos plásticos que impregnan el aire, el agua y el suelo prácticamente en todas partes de la Tierra.

“Creo que el resultado más importante que podemos compartir es que hay más plástico por ahí de lo que parece”, sostiene Wetherbee. “Está en la lluvia, está en la nieve. Es parte de nuestro entorno ahora”.

Las muestras de agua de lluvia recolectadas en Colorado y analizadas bajo un microscopio contenían un arco iris de fibras plásticas. Los hallazgos sorprendieron a Wetherbee, que había estado recolectando las muestras para estudiar la contaminación por nitrógeno.

“Mis resultados son puramente accidentales”, explica, aunque son consistentes con otro estudio reciente que encontró microplásticos en los Pirineos, lo que sugiere que las partículas de plástico podrían viajar con el viento por cientos, si no miles, de kilómetros. Otros estudios han encontrado microplásticos en las profundidades del océano, en lagos y ríos del Reino Unido y en aguas subterráneas de Estados Unidos.

Un elemento importante es la basura, sostiene Sherri Mason, investigadora de microplásticos y coordinadora de sostenibilidad en Penn State Behrend. Más del 90% de los desechos plásticos no se reciclan y, a medida que se degrada lentamente, se rompen en pedazos cada vez más pequeños. “Las fibras de plástico también se desprenden de la ropa cada vez que la lavamos”, agrega Mason, y las partículas son producto de una variedad de procesos industriales.

Es imposible rastrear las pequeñas piezas hasta sus orígenes, explica Mason, pero casi cualquier cosa que esté hecha de plástico podría arrojar partículas a la atmósfera. “Esas partículas se incorporan a las gotas de agua cuando llueve” y luego se lavan en ríos, lagos, bahías y océanos y se cuelan en las fuentes de agua subterránea.

Aunque los científicos han estado cuantificando la contaminación plástica en el océano durante más de una década, solo se llega a contabilizar el 1%. Los investigadores saben aún menos sobre la cantidad de plástico en el agua dulce y en el aire, dijo Stefan Krause de la Universidad de Birmingham. “Realmente no hemos comenzado a cuantificarlo”, lamenta.

Otra incógnita es si sería teóricamente posible eliminar todo el plástico del mundo natural y cuánto tiempo podría llevar eso. “Incluso si agitamos una varita mágica y dejamos de usar plástico, no está claro cuánto tiempo continuaría circulando el plástico a través de los sistemas de aguas de nuestros ríos”, explica. “De acuerdo con lo que sabemos sobre el plástico que se encuentra en las fuentes profundas de agua subterránea y se acumula en los ríos, supongo que siglos”.

Los animales y los humanos consumen microplásticos a través del agua y los alimentos, y probablemente respiramos partículas micro y nanoplásticas en el aire, aunque los científicos aún no han determinado sus efectos sobre la salud. Los microplásticos también pueden atraer y adherirse a metales pesados como el mercurio y otros productos químicos peligrosos, así como a las bacterias tóxicas. “Las partículas de plástico de los muebles y las alfombras podrían contener retardantes de llama que son tóxicos para los humanos”, especifica Krause.

Como todos estamos expuestos a cientos de químicos sintéticos desde que nacemos, es difícil decir cuánto tiempo más viviríamos si no estuviéramos expuestos, sostiene Mason. “Es posible que nunca sepamos todos los vínculos entre los plásticos y la salud”.

“Pero sabemos lo suficiente como para decir que respirar plástico probablemente no sea bueno, y deberíamos comenzar a pensar en reducir drásticamente nuestra dependencia de él”, concluye.

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