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The Guardian en español

“Pensé que mi bebé había muerto y que yo sería la siguiente”: relato desde el hospital brutalmente atacado en Afganistán

Interior del hospital atacado por terroristas en Kabul.

Stefanie Glinski

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La hija prematura de Soraya Ameri ya estaba en la incubadora cuando comenzaron los tiros. Agotada y dolorida por los puntos, Ameri los escuchó acostada en la cama. Unos hombres armados y con el uniforme de la policía habían irrumpido en la unidad de maternidad del hospital de Kabul donde acababa de dar a luz por primera vez.

Llevaron a Ameri a una habitación segura, con una mujer de parto a su lado, pero su bebé había quedado fuera. “Ella estaba fuera, con los terroristas, y yo estaba segura de que una de las balas la había alcanzado”, dice en voz baja Ameri, con los ojos llenos de lágrimas.

24 personas murieron asesinadas en el ataque terrorista perpetrado el pasado martes contra la unidad de maternidad de un hospital de Médicos Sin Fronteras en la capital afgana, Kabul. Entre ellas, 15 mujeres que acababan de dar a luz. Dos murieron por disparos en la sala de parto y una tercera murió junto a una incubadora mientras protegía a su bebé, que sobrevivió. Entre las veinte personas que resultaron heridas también hay bebés.

Tuvo que pasar un día entero antes hasta que Ameri, de 19 años, se enteró de que su hija recién nacida había sobrevivido. “Todo está muy borroso, pero recuerdo haber sido empujada hasta una habitación segura junto con otras 20 personas; cerraron la puerta con llave y nos pidieron que no hiciéramos ruido”, cuenta. Relata también que se sentó en silencio y se puso a contar los disparos. Había perdido la esperanza por su hija.

Había pasado solo un año desde que abandonó la pacífica provincia de Bamyan, donde se crió, en lo alto de las montañas del Hindu Kush, para casarse en la capital con su primo Hussain, un estudiante de 20 años. Sus padres pensaron que en la ciudad tendría más oportunidades y que sus futuros nietos podrían recibir una buena educación.

Las contracciones comenzaron la noche anterior al atentado. Ameri se asustó. No había sido un embarazo fácil en la pequeña habitación que la pareja compartía con los padres de Hussain. Al amanecer, bajó con Hussain la colina en la que está su casa para pedir un taxi que cubriera el trayecto de 20 minutos en coche hasta el hospital. Hussain tuvo que quedarse fuera, los padres casi nunca asisten a los partos en Afganistán y el temor al coronavirus ha cerrado las puertas de la clínica.

Ameri se hizo amiga de otras mujeres en la sala. “Hablamos de la maternidad y de dar a luz, compartimos nuestros miedos y el dolor físico que estábamos experimentando”, dice. “Más tarde, las mataron a tiros, lo escuché todo”.

Ameri recuerda que en la habitación segura no había electricidad. Mientras a su lado otra mujer daba a luz, ella solo podía pensar en su niña: sus dedos diminutos y su nariz de botón. “Los médicos tapaban la boca a la madre que estaba en pleno parto, rogándole que no hiciera ningún ruido mientras empujaba a su bebé”, dice Ameri. “Pensé que mi bebé ya había muerto y que yo sería la siguiente”.

La búsqueda de su hija

Pasaron horas hasta que rescataron a Ameri. Las fuerzas de seguridad habían matado a los terroristas y los bebés supervivientes ya habían sido evacuados a otros hospitales. Cuando encontró a Hussain en la calle, la joven pareja se abrazó en público, un gesto inaudito en Kabul.

Entonces comenzó la búsqueda frenética por los hospitales, tratando de encontrar un bebé que Ameri solo había visto brevemente. A última hora de la tarde, les dijeron que intentaran en el Hospital Infantil Ataturk, donde habían llevado a 20 de los bebés. “Era demasiado tarde para continuar nuestra búsqueda, así que regresamos a casa agotados”, recuerda Ameri en voz baja. “Fue una noche de terror, me quedé en vela hasta el amanecer”.

A la mañana siguiente encontraron a su hija con el brazo izquierdo herido, pero ella estaba sana. “Le dimos un nombre en ese momento, justo cuando la vimos en el hospital. Le habían quitado la ropa ensangrentada y la habían envuelto en una manta, pero mantenía una pequeña etiqueta alrededor de la muñeca en la que decía El bebé de Soraya'”. Ellos le pusieron Nasanine.

El ataque de la semana pasada no ha sido reivindicado por ningún grupo, pero el representante especial de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, ha responsabilizado a ISIS y ha pedido a los afganos que se unan para aplastar “esta amenaza” y luchar por la paz en lugar de “caer en la trampa de ISIS y retrasar la paz o poner obstáculos”.

Los talibanes negaron tener relación con el ataque, pero el presidente afgano, Ashraf Ghani, ha pedido a las fuerzas de seguridad que pasen a una postura “activa y a la ofensiva” contra todos los militantes, incluidos los talibanes. Con su petición se arruinan las esperanzas de un pronto restablecimiento en las conversaciones de paz.

Soraya Ameri ya está en la calle de nuevo. En un país donde 40 años de conflicto han dejado altos niveles de trauma entre los ciudadanos, dice que no tiene más opción que seguir adelante. En la última semana, Kabul ha sufrido pequeñas explosiones casi todos los días. “Un día le contaré a Nasanine lo que ocurrió el día en que nació y que las dos casi morimos, pero para cuando llegue ese día espero que vivamos en un Afganistán en paz”.

Traducido por Francisco de Zárate

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