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Ramón Llull y el Ars Magna: los orígenes de las máquinas pensantes

Ramón Llull, filósofo y teólogo del siglo XIII

Juan Jesús Velasco

El final de la Segunda Guerra Mundial marcó el inicio del desarrollo de la computación y la inteligencia artificial. Alan Turing desarrolló el ACE (Automatic Computing Engine), el primer ordenador de almacenamiento programado, y en el artículo “Computing machinery and intelligence” planteó lo que conocemos como test de Turing, es decir, un test que era capaz de evaluar si una máquina era capaz de pensar. En el verano de 1956, durante la Conferencia de Dartmouth (“the Dartmouth Summer Research Project on Artificial Intelligence”), 10 investigadores (entre los que se encontraban John McCarthy, Marvin L. Minsky, Nathaniel Rochester y Claude E. Shannon) sentaron las bases de la inteligencia artificial y el desarrollo de “máquinas capaces de aprender”.

La inteligencia artificial es algo que asociamos a la era moderna, sin embargo, aunque los cimientos sobre los que nos apoyamos comenzaron a desarrollarse en los años 50, la idea de desarrollar “máquinas capaces de automatizar procesos” tiene orígenes mucho más antiguos. Si no hace mucho hablábamos de la figura de Leonardo Torres Quevedo y sus trabajos en el ámbito de la automática en el siglo XIX, en la Edad Media encontramos una figura pionera que también se planteó que el razonamiento podía implementarse de manera artificial en un artefacto mecánico: Ramón Llull.

Precursor de la inteligencia artificial

Ramón Llull nació en Palma de Mallorca en 1232, es decir, en la Capital del Reino de Mallorca. En la Corte desarrolló, precisamente, la primera parte de su vida profesional, se convirtió en preceptor del hijo del rey Jaime I y ascendió rápidamente.

La vida en la Corte terminó hacia 1267, momento en el que vivió una experiencia entre lo místico y lo trascendental que luego documentó como serie de cinco visiones de Cristo crucificado que tuvieron lugar durante cinco noches consecutivas. A raíz de este suceso, Llull cambió radicalmente su estilo de vida y se dedicó a estudiar teología, moral, filosofía y, además, se adentró en el estudio de la lengua árabe. Sus obras se escribieron en catalán y fueron traducidas al árabe.

Tras retirarse a un monasterio, Llull ejerció una importante labor misionera y viajó por Europa y África, además de desarrollar sus obras literarias y filosóficas (la mayor parte enfocada en la fe cristiana). Aunque la temática literaria y filosófica de Llull eran las doctrinas de la fe católica, inspirándose en los trabajos de Roger Bacon, Ramón Llull terminó desarrollando una de sus obras clave (al menos, desde la perspectiva de la ingeniería y la inteligencia artificial): el Ars Magna.

El Ars Magna

Ramón Llull murió en el año 1315 (durante el regreso del último de sus viajes, que tuvo como destino Túnez). En ese mismo año se publicó el Ars Magna. Su concepción había llegado algunos años antes, concretamente sobre 1275. En esta obra, Llull planteó una de las primeras tesis sobre razonamiento automático; es decir, el desarrollo de una máquina lógica capaz de validar o invalidar argumentos.

Para Llull, el razonamiento podía trasladarse a un proceso secuencial y, por tanto, automatizable; una teoría con la que intentaba demostrar (de una manera objetiva) que los dogmas da la fe cristiana eran correctos (frente a las tesis racionalistas de filósofos como Averroes que, para Llull, eran erróneas). Su idea era que este sistema fuese capaz de refutar teorías y convencer de manera clara, por ejemplo, alguien que no fuese creyente.

¿Y en qué consistía la máquina que diseñó Ramón Llull? Llull desarrolló las bases teóricas de un artilugio llamado Ars Generalis Ultima que se apoyaba en la definición de una serie de ideas simples (llamadas raíces) que se catalogaban en 54 tipos (donde un 33% estaban vinculadas a la doctrina católica). Combinando estas ideas raíces, según su teoría, se podría obtener el conocimiento científico; es decir, combinando sujetos, predicados y teorías teológicas mediante la operación de unas palancas y ruedas, las proposiciones y teorías se movían mediante unas guías para llegar a conclusiones (postura positiva o postura negativa, es decir, una falsedad).

La máquina tenía una base mecánica y se organizaban los sujetos, predicados y teorías teológicas mediante la formación de figuras geométricas consideradas perfectas (círculos, cuadrados y triángulos) usando palancas y manivelas. Con esas raíces y las combinaciones que se podían realizar, Llull postuló que era posible comprobar cualquier teoría y llegar a la conclusión de que era cierta o, por el contrario, era errónea. Entre raíces y combinaciones, se podían llegar a conclusiones teológicas como “la bondad es grande” o “el poder es eterno”, los aspectos que preocupaban a Llull.

El Ars Magna era un autómata muy rudimentario, concretamente un autómata finito; aún así se considera el primer intento de utilización de medios lógicos para producir conocimiento y, aunque era una teoría que no podía ir más allá de “los estados que se habían programado”, fue una curiosa primera implementación de sistemas relacionados con la inteligencia artificial y, por tanto, de la búsqueda que una máquina fuese capaz de aprender y pensar (o demostrar dogmas de fe).

Imágenes: Miquel Cabot (Wikipedia) y dominio público.

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