Este puente romano-medieval une dos pequeños pueblos, fue declarado Bien de Interés Cultural y sus arcos y pilares son completamente desiguales

El puente de A Cigarrosa, que cruza el río Sil, en la provincia de Ourense, aguarda la curiosidad que no solo ayuda a peatones a salvar el mencionado río, sino que además conecta dos municipios, en este caso los de Petín y A Rúa. Se trata de un fascinante viaducto, de origen romano-medieval, que formaba parte esencial de la Vía XVIII, conocida como la Vía Nova, que conectaba Brácara con Astúrica. Actualmente, esta infraestructura es un testimonio arquitectónico único, reconocida por la notable disparidad de sus elementos, ya que cuenta con cinco arcos de luces y cuatro pilares de formas desiguales y diferentes entre sí. En definitiva, una de esas joyas del legado patrimonial de la península ibérica que todo agradecido viajero debería conocer y, por supuesto, cruzar, para tomar consciencia del todo de la riqueza histórica y cultural que aún se conserva a lo largo y ancho de nuestra geografía. 

La construcción original de este viaducto data de la época de los emperadores Tito y Domiciano, y su propósito era servir como parte del itinerario de la calzada que comunicaba Braga y Astorga, facilitando la distribución y comercialización del oro extraído en las minas leonesas de Las Médulas. El nombre del puente, A Cigarrosa, se deriva del entorno de asentamiento de la tribu astur de los gigurros, quienes dominaron esta zona al este de Ourense. En su configuración actual, el puente aprovecha un afloramiento granítico en la margen izquierda del río Sil, lo que permitió a los constructores ejecutar la mayor parte de las pilas fuera del agua. Posee cinco arcos, de los cuales solamente uno, con una luz de alrededor de 20 metros, logra salvar el cauce del río en condiciones normales de caudal. Los tres arcos ojivales situados en la margen izquierda presentan luces de 9,90, 10,75 y 4,41 metros, sinónimo de una sorprendente falta de uniformidad.

Esta fisonomía desequilibrada se debe a que el puente ha sufrido una serie de importantes modificaciones a lo largo de su extensa historia. La mayor parte de la obra es el resultado de diversas reformas y reedificaciones causadas por sucesivos derrumbes, especialmente a lo largo de los siglos XVI y XVII. Precisamente, la circunstancia de que cada parte del puente pertenezca a una reforma diferente explica la curiosa forma desigual del puente, albergando arquitectura de distintas épocas. De la fábrica romana original, por ejemplo, solamente se mantienen en pie el cuarto pilar y cinco hiladas de sillares en el segundo pilar, con el resto del viaducto siendo el resultado de las subsiguientes intervenciones. Se ha podido medir que el ancho total entre paramentos del primitivo puente romano era de 6,15 metros, una medida considerable que se repite en otros puentes romanos de la antigua Gallaecia, como los de Chaves y Ourense.

Un ejemplo de estas transformaciones se observa en la pila número uno, que originalmente era un tramo de acceso de fábrica maciza con muros de sillería y relleno de hormigón y que ocupaba una longitud mucho mayor que la actual. El tajamar triangular y asimétrico que se aprecia hacia aguas arriba de esta pila es postizo, añadido como consecuencia de su conversión en pila. En cambio, la segunda pila, que separa el primer y el segundo arco ojival, no conserva visible ningún resto de huella romana, lo que sugiere provisionalmente que esta pila no existió en el puente primitivo. El arco ojival entre estas dos pilas, de fábrica poco cuidada y trasdós irregular, podría datarse tentativamente en los siglos XIII o XIV, una época en la que tuvo lugar una reedificación significativa de gran parte de la obra.

Varias deformaciones

La tercera pila, que se asienta en el extremo del macizo rocoso para disminuir la luz del vano principal, conserva un estilo claramente romano, aunque ha sufrido modificaciones en sus dimensiones y en su orientación. Originalmente, el eje de esta pila presentaba una clara inclinación con respecto al eje del puente, una disposición que parece haber sido relativamente común en los puentes romanos y que posiblemente se hizo para alinear la pila paralelamente a las líneas de corriente durante las crecidas. El arco principal que salva el cauce normal del Sil, que se observa entre las pilas tres y cuatro, tiene una luz de 20 metros y una directriz circular muy cercana al medio punto, aunque presenta ciertas deformaciones. Sin embargo, las discontinuidades sugieren al menos dos reconstrucciones, y se pone en duda si la última reconstrucción principal puede atribuirse a la reparación efectuada por Juan de Nóveda en 1577.

La configuración actual difiere sustancialmente de la hipotética estructura romana, que se concibió inicialmente con un tramo de acceso macizo, seguido de dos vanos prácticamente iguales de unos 20 metros de luz, separados por una pila, y un tercer arco de unos 9,50 metros en el lado derecho. La hipótesis técnica deja entrever que los romanos optaron por utilizar arcos rebajados para los vanos grandes, lo que permitiría una calzada más baja y horizontal, evitando los altos muros de acceso y un alzado alomado característico de la época medieval. La razón principal por la que esta estructura romana original no sobrevivió, a diferencia de otros puentes cercanos como el Bibei, en la misma vía, podría deberse a que el diseño romano, con un resguardo reducido entre la rasante de la vía y el nivel de las grandes avenidas, resultó vulnerable.

Esta insuficiencia en la sección de desagüe, que podía obstruirse con objetos flotantes durante las crecidas, llevó a la ruina del puente y a un posterior rediseño, donde se abrieron más los arcos y se elevó la cota de la clave en el arco central para compensar la pérdida de sección de desagüe. Finalmente, las reformas continuaron en épocas más recientes, como las del siglo XIX, motivadas por la construcción de la carretera de Ponferrada a Ourense, que supusieron modificaciones de la rasante original. Incluso en el siglo XX se realizaron reparaciones, como el refuerzo con hormigón del primer arco de la margen izquierda, llevado a cabo hacia 1951. En cualquier caso, es un orgullo para Galicia que el puente de A Cigarrosa se mantenga como Bien de Interés Cultural, reconocimiento que le llegó en 1982, una original y desigual joya arquitectónica cuyo estado actual refleja la compleja supervivencia del puente a lo largo de los siglos, en los que se ha tratado de mantener su belleza y su funcionalidad original.