La villa de Cuenca llena de historia y patrimonio cultural que está rodeada por una fortaleza medieval

Belmonte, en la provincia de Cuenca (Castilla-La Mancha) está reconocida oficialmente como Conjunto Histórico Artístico y en su núcleo urbano conserva un trazado medieval que combina calles estrechas, plazas y murallas defensivas, ofreciendo información sobre la organización y el desarrollo de la localidad a lo largo de los siglos. La villa se ha mantenido como un ejemplo de planificación histórica, en la que los elementos residenciales, religiosos y defensivos se integran con el paisaje circundante.

La historia de Belmonte refleja la influencia de la nobleza local, así como la presencia de distintas órdenes religiosas y actividades económicas tradicionales. La conservación de edificios emblemáticos, como el castillo, la Colegiata de San Bartolomé y varias ermitas y palacios, permite reconstruir la evolución arquitectónica y social de la villa. El reconocimiento como Conjunto Histórico Artístico refuerza la relevancia de Belmonte como destino patrimonial y facilita la preservación de su patrimonio material e inmaterial.

El castillo de Belmonte

El castillo de Belmonte se encuentra situado en el cerro de San Cristóbal, un emplazamiento que ofrece una panorámica amplia del territorio circundante. Su construcción se inició en 1456 bajo la dirección de Juan Pacheco, primer marqués de Villena, sobre los restos de una fortaleza anterior del siglo XIV. El edificio está diseñado en estilo gótico-mudéjar y constituye uno de los principales emblemas de la villa, reflejando la importancia estratégica y simbólica de Belmonte en la época. La estructura exterior del castillo presenta un recinto amurallado de forma pentagonal que se enlaza con las murallas que descienden hasta la población, integrando defensa y acceso urbano.

El sistema de murallas se completa con cinco puertas históricas, de las cuales tres continúan siendo vías de entrada a la villa: la puerta de San Juan, la de Chinchilla, la del Almudí, además de la puerta de Toledo y la Puerta Nueva. Esta configuración defensiva permitía controlar tanto el acceso como la circulación en el núcleo urbano, asegurando la protección de la población y de las instalaciones nobiliarias.

El interior del castillo conserva habitaciones, galerías, una capilla y varios arcos; algunos de estos elementos corresponden a la construcción original, mientras que otros forman parte de las intervenciones del siglo XIX realizadas en estilo neogótico durante la etapa de reformas impulsadas por Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia.

A lo largo de los años, el castillo ha recibido medidas de restauración que han permitido su preservación como espacio cultural. En 1932 fue declarado Monumento Nacional y actualmente está reconocido como Bien de Interés Cultural. Su transformación en museo permite a los visitantes recorrer el edificio y conocer tanto su origen renacentista como las modificaciones posteriores. De esta manera, el castillo ofrece una visión completa de su historia arquitectónica y de su función dentro del entramado defensivo y urbano de Belmonte.

Otros elementos de interés en Belmonte

La villa conserva un patrimonio religioso y arquitectónico que complementa la visita al castillo. Entre los edificios destacados se encuentra la Colegiata de San Bartolomé, declarada Monumento Nacional en 1943. Este templo se levantó en 1459 bajo el mandato de Juan de Pacheco sobre los restos de la antigua iglesia de la localidad. Su estructura permite observar la transición de estilos arquitectónicos y la evolución del arte sacro en la villa.

El trazado urbano y el conjunto amurallado de Belmonte incluyen varias puertas históricas, siendo la Puerta de la Chinchilla la más monumental de todas. Estas entradas formaban parte de la defensa del núcleo urbano y servían de control sobre los accesos y la comunicación con el exterior. Junto a estos elementos se encuentran otros edificios religiosos de relevancia, como la ermita de la Virgen Nuestra Señora de Gracia, construida en el siglo XIII y dedicada a la patrona de la villa.

El entorno de la villa también presenta elementos tradicionales vinculados a la economía y la cultura material. Sobre las colinas que rodean Belmonte se conservan varios molinos construidos en piedra, distintos a los más comunes de la región, que muestran la adaptación de la tecnología tradicional a las condiciones locales. Estos molinos constituyen un ejemplo de la infraestructura agraria histórica y forman parte del paisaje cultural de la villa.