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Ayuso y la picadora obrera

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso

Antonio Maestre

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Ayuso tuvo una epifanía. En su tournée propagandística visitó un banco de alimentos y cayó en la cuenta de que en Madrid hay pobres. Pero no los pobres de siempre, que esos ya están amortizados y para eso está Cáritas, sino otros pobres. Pobres diferentes, pobres de los que votan. Y pensó que ya estaba bien eso de cuidarse. La economía como bien supremo, por encima de la salud de los curritos. La servidumbre patronal ya no puede disimular. Ayuso podría haber considerado que si hay gente con necesidad alimentaria podría movilizar recursos públicos para que no sufra en vez de activar la economía en una situación de riesgo sanitario. Pero no, eso es asistencialismo. Toca jugarse la vida, los pobres, claro.

Ha pasado el tiempo de instrumentalizar la salud para atacar al Gobierno y poner de nuevo en marcha la picadora obrera, que en realidad nunca ha parado porque los que más han sufrido son los que menos tienen, como siempre. Isabel Díaz Ayuso ha dejado de utilizar su pose de plañidera enlutada y fingir que le importan los muertos para volver a mandar a los trabajadores al matadero. De vuelta a la guerra. Por su patria, el dinero.

En La verdadera historia de Matías Bran, la escritora Isabel Alba narra la conversación de varios obreros y obreras de la fábrica de munición Weiser en las fechas previas a la Primera Guerra Mundial. Debaten sobre la necesidad de participar en una guerra burguesa o quedarse luchando por la revolución en su patria húngara. La estrategia de Ayuso es la del patrón que manda a los trabajadores a la guerra para mantener su estatus, aunque es menester hacerlos creer que es por su bien. Una proletaria de la novela, Annuska, caló a las Ayuso de hace 100 años, que son las mismas de hoy: “Y mientras nos tragamos sus mentiras y morimos por ellas, las balas que fabricamos y nos matan harán mucho más rico todavía al señor Weiser que verá el discurrir de la contienda y nuestras penalidades desde su sillón […] mientras su dulce mujercita toca el piano y sus hijitos rubios y bien alimentados juegan a la guerra con los soldaditos de plomo”.

Isabel Díaz Ayuso es una incomprendida. Pocos entienden su genialidad y por eso recibe ataques desde la izquierda más ultramontana, el extremo centro que comparte gobierno con ella y los técnicos sanitarios que nombró su gobierno. Ignatia D. Ayuso camina por las televisiones poniendo esa cara de no comprender las preguntas cuando en realidad lo que no comprende es que no la adoren. John Kennedy Toole comienza La conjura de los necios con una frase de Johnathan Swift que avanza el sustrato moral de Ignatius y el de nuestra presidenta: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. Eso es lo que le ocurre a nuestra lideresa, le tenemos envidia.

Pero no es envidia, Ayuso, ni miedo como dicen tus palmeros. Es simplemente que la clase trabajadora tiene calados a los de tu calaña desde hace más de 100 años. Desde que los mandaban a una muerte segura por la patria de los burgueses. Annuska ya sabía quién eras antes de que nacieras.

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