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Chesterton hablaría del libro de Jorge Bustos

Una persona lee un libro en un portal durante la realización del censo de personas en situación de sinhogarismo en 2022

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'Casi' es el acrónimo del Centro de Acogida San Isidro y una crónica del desamparo. Al menos así lo ha representado el autor. El último libro de Jorge Bustos editado por Libros del Asteroide es un reportaje sobre el sinhogarismo en el barrio del periodista. Me gustó el libro. Lo disfruté, pero quizás no con la intención del autor, porque sirve mejor para comprender la sociología de la clase del escritor que de quien aspira a representar. El libro es una muestra clara de aquello que G.K Chesterton llamó novelistas de barrios bajos y que explica la esencia de los escritores burgueses que con la intención de mostrar la realidad de las clases más desfavorecidas dicen más de ellos mismos que del sujeto que quieren contar. La honestidad para eludir narrar la vida de los que desconoces y despojarte de los prejuicios de tu clase social es aquella que tuvo Mijaíl Bulgákov en 1930 cuando interrogado en la Lubianka, cuartel general del Servicio Federal de Seguridad (FSB), por el motivo por el que no hablaba del proletariado tuvo la osadía para explicarlo. Bulgákov contó a su interrogador que no sabía nada del campesinado ni de la clase obrera urbana y solo le interesaba hablar de la intelectualidad de Moscú que era lo único que conocía como burgués declarado. 

Me enteré del libro de Jorge Bustos porque en una entrevista promocional el entrevistador –que vive de escribir para nadie, y que tendrá más lecturas por este enlace, gracias a las herencias que le permiten no ser productivo– se preguntaba qué pensarían los seguidores del pater escarlata, así me denominaba el autor de la entrevista, de un libro del subdirector de El Mundo sobre el sinhogarismo en Madrid. Así que la responsabilidad con quien me sigue me obligó a pedir a la editorial el libro, leerlo, y contarlo, para que entiendan que nosotros siempre leemos y nos informamos de cualquier tema antes de dar nuestra opinión.

No voy a engañar al lector y ser honesto. Me acerqué al libro con muchos prejuicios, y la mayoría los confirmó, pero también sé apreciar partes del libro y el que creo un acercamiento honesto y periodístico del autor a la problemática de las personas sin hogar. Bustos hizo el esfuerzo por preguntar, escuchar, contar, narrar y dar una bonita forma al texto. Porque Jorge Bustos escribe bien cuando huye de las falacias, los desprecios y la condescendencia. Me conmovieron algunos pasajes y me zarandeó el momento en el que explica que entre los indigentes no hubo muchos brotes de covid porque su sola presencia ahuyenta y nadie se acercaba a ellos ejerciendo una natural distancia de seguridad consustancial a su condición. Aunque solo sea por ese pasaje merece leerse su libro. 

La narración de Jorge Bustos es la que me esperaba de alguien culto, formado, con muchas lecturas, y tremendamente acomodaticio y servicial con el poder. Bustos escribe sobre los de abajo, sobre los más de abajo, porque nunca se atrevería con los de arriba. Mis diferencias, conocidas y ejercidas, ante el autor tienen que ver con la pose que toma bajo la protección de quienes de verdad mandan, siendo conocedor del poder que tienen aquellos a quienes protege y el silencio que guarda para poder mantener su estilo de vida. Jorge Bustos sabe que Isabel Díaz Ayuso tiene un control férreo sobre la prensa en Madrid, y que su manera de obrar en contra de los periodistas críticos con su labor sería considerada norcoreana por el subdirector de El Mundo si se produjera hacia otros periodistas y en otras latitudes, pero calla porque él es beneficiario de ese poder, y esa consciencia sobre ese silencio me impide acercarme a su trabajo con otra mirada. Jorge Bustos sería un gran periodista y un excelente columnista conservador porque tiene los mimbres, la cultura y la formación para serlo, pero ha decidido adocenarse y ejercer únicamente de propagandista de quien tiene el poder para permitirle ser propietario del ático desde que descubrió la pobreza de Madrid solo cuando se convirtió en propietario. 

Es por esa razón, porque no puede hacer periodismo sobre los que de verdad ostentan el poder, que ha decidido hacerlo sobre aquellos a los que perjudican las políticas, sin explicar en ningún momento las causas que provocan esa situación de los nadie. El relato de Jorge Bustos sobre la vida de los indigentes es como si se produjera por causa natural, no hay motivos estructurales y, de hecho, advierte que no hay ninguna pretensión en su texto de intentar explicar cómo el derecho a la vivienda puede ser un factor determinante en la existencia de personas indigentes con la necesidad de acudir a albergues para no pernoctar en las calles. Huye de la denuncia. El autor aborda el fenómeno del sinhogarismo como la condición de un sujeto víctima de sí mismo en el que el sistema, la organización social y el capitalismo son circunstanciales. Es la otra cara de la cultura del esfuerzo, te enseña dónde acabas si tomas malas decisiones, si no te esfuerzas suficiente. Un aviso a navegantes de su propio relato y discurso en el que él, como escritor, está donde se merece por su talento y trabajo, mientras que el narrado, como escrito, está donde está porque ha actuado de manera inadecuada con respecto a lo marcado en las escrituras del ascenso social capitalista. 

'Casi', de Jorge Bustos, no es el libro que recomendaría a nadie para entender los procesos de acumulación material que tienen como consecuencia ineludible el despojo vital de unos cuantos perdedores del capital. Pero el libro de Jorge Bustos es magnífico si se quiere entender el punto de vista de una clase intelectual privilegiada y los silencios que ocupan sus narraciones. 'Casi' es un libro imprescindible si alguien quiere hablar del trabajo de Jorge Bustos más allá del estereotipo, no es mal libro, se lee rápido y se aprende con él, que ya es más de lo que se puede decir de muchos otros textos. Es un ejercicio necesario leer el trabajo de quien no compartes ideología aunque él no devuelva la misma cortesía para así poder ubicarse en esos círculos de camaradería en la que solo se leen y recomiendan entre amigos haciendo de la cultura un espacio cerrado para privilegiados con contactos. El tiempo es limitado, y entiendo a quien solo quiera leer para reafirmarse, pero el mayor acto de entendimiento en las sociedades libres, aunque sea para disentir, es conocer lo que piensan aquellos que piensan de manera antagónica. 

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