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El Brexit es nuestro problema

La Cámara de los Comunes celebra la crucial votación del "Brexit"

Antón Losada

Por imposible que parezca, hay algo aún más descorazonador que contemplar cómo la sociedad y la política británicas pagan caro las consecuencias de haber tomado una decisión compleja sin darse el tiempo y el conocimiento necesarios, convirtiendo la deliberación democrática en una soap opera tuitera, donde lo que dice alguien en YouTube vale lo mismo que cuanto expliquen un economista, un jurista o un ingeniero de prestigio en la BBC. Si no me creen, no tienen más que ver la fenomenal película Brexit, The Uncivil War producida por HBO y luego preguntarse dónde están los carismáticos líderes y estrategas que llevaron a la victoria a la opción de salida: desaparecidos, huidos, escondidos, callados y, en algunos casos, investigados y procesados por la Justicia.

El espectáculo que están dando la UE y los países que, como España, deberían estar liderando este momento crítico en el proceso de construcción europea resulta aún más triste y deprimente que el show que llega del reino de su Graciosa Majestad. Se hace molesto seguir a los tories en su tradicional juego de tronos con los intereses de su país y sus ciudadanos. Resultan sorprendentes e irritantes los titubeos y el cortoplacismo que está acreditando un líder laborista, Jeremy Corbyn, que hasta ahora siempre había demostrado firmeza en sus convicciones y visión a largo plazo. Pero se vuelven incomprensibles y asombrosas la pasividad acreditada por la instituciones comunitarias y la abrumadora falta de visión acreditada por todas la cancillerías europeas, aparentemente convencidas de que su trabajo y su misión era negociar un buen acuerdo de salida con Gran Bretaña y que, hecho eso, todo lo que venga ya no corresponde a su negociado.

Con esa prepotencia burocrática tan propia de la Comisión Europea y el Consejo de Europa, que tanto daño ha hecho a la legitimidad del proceso de construcción europeo y tanto combustible ha regalado a los euroescépticos, desde este lado del Canal de la Mancha se miran los denodados esfuerzos de Theresa May por salvar un Brexit, al que se opuso, como si fueran un problema que ella se hubiera buscado por su mala cabeza; o como si la desorientación y la confusión que reina en la Islas constituyeran una especie de castigo divino reservado para los pueblos que votan mal. Nadie lo dice pero parece que muchos lo piensan: “Que se jodan”.

A ver si nos vamos enterando. No se puede construir Europa sin Gran Bretaña y lo que suceda allí afecta directamente a nuestras vidas; no es su problema, es nuestro problema. No se puede revertir el Brexit confiando únicamente en el miedo al abismo. Hay que dotar al proceso de una legitimidad política y democrática imposible sin el compromiso de la UE. La forma de impedir una epidemia de exits, alimentados por el crecimiento de la extrema derecha en el continente, no pasa por darles una lección a los británicos para que sirva de escarmiento a todos los aventureros euroescépticos, sino por convertir esta crisis en una oportunidad para demostrar que la cooperación y la idea de Europa ofrecen la mejor oportunidad de futuro que podemos tener.

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