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Lecciones del tripartito para nuevos alcaldes

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y su equipo de gobierno. / Europa Press

Jordi Guillot

Senador de ICV —

La derecha no va a permanecer pasiva frente a la pérdida de importantes plazas municipales. Ya han iniciado una campaña de acoso y derribo en la que van a emplear todo tipo de armas y fijo que se ensañarán con mayor fuerza con las alcaldesas de Madrid y Barcelona, por regir éstas los dos principales municipios. Su objetivo será degradar, ridiculizar y reiterar el mensaje de la incapacidad de gobernar de la izquierda y más si ésta es “radical”. Con el tripartito catalán lo consiguieron. De la experiencia catalana podemos extraer una serie de lecciones que pudieran ser útiles en esta nueva etapa llena de esperanza pero que se avecina dura.

Con el tripartito la primera lección que aprendimos fue que la derecha no permitirá la consolidación de gobiernos progresistas en centros claves de poder. La segunda es que su agresividad no tiene límites, les vale todo por inmundo e inmoral que sea. La tercera es que los ataques vienen coordinados desde todos los frentes: político, económico y mediático. La cuarta, no colocarnos a la defensiva. Y la quinta lección, la más dolorosa, es el daño que puede hacer el fuego amigo.

Frente a los ataques de la derecha no caben lamentos ni reacciones defensivas. Si han sido despiadados estando en el gobierno, ¿cómo van a ser ahora en la oposición? Ni habrá tregua ni hay que pedirla. Lo que no debemos hacer es ponernos a la defensiva. Y esto viene a cuento por la polémica desatada con los tuits del concejal de Madrid, Guillermo Zapata. Cuando se comenten errores  –y los tuits lo son– o se crean situaciones insostenibles –y la de Guillermo lo era–, lo mejor es reaccionar rápido reconociendo el error y asumiendo las responsabilidades. Responder afirmando que la derecha no tiene autoridad de ningún tipo para criticar a Zapata es olvidar que en esta polémica hay un tercer actor y es la ciudadanía, y es a sus sentimientos y estados de opinión a los que hay que responder.

En este affaire, para los que apoyamos a Manuela Carmena, no están a debate los límites de la libertad de expresión ni los niveles de irreverencia del llamado humor negro, lo que está en cuestión es si políticamente es sostenible mantener en su cargo a un concejal de cultura que hizo estos tuits y yo –como creen el mismo Guillermo Zapata y la alcaldesa de Madrid– creo que no. Ponernos a la defensiva es insinuar o afirmar directamente que la dimisión es fruto de la presión de la derecha y que, con ella, se abre la veda y seremos más vulnerables. Quien así opina flaco favor le hace a la alcaldesa Carmena y al concejal Zapata, y poco valor le da a su dimisión. Ojo, son los efectos del fuego amigo. Me imagino que quienes así piensan es porque creen que los tuits no son un error o, si lo son, es menor y que la derecha de Aguirre, Hernando, la Gürtel, etc. no tiene autoridad para exigir nada. Yo pienso lo contrario, veo en la dimisión no un signo de debilidad sino de fortaleza y responsabilidad del nuevo gobierno de la ciudad de Madrid. Cuando se está en falso, lo más conveniente es reaccionar rápido y bien. Los tuits fueron un error en su momento protagonizado por un ciudadano y hoy Guillermo Zapata paga las consecuencias por el mero hecho de que desde el 24 de mayo es un cargo electo posteriormente nombrado concejal de gobierno. 

Nos podemos reír de todo, pero la verdad es que cada vez que tarareamos una canción donde se mofan de Ortega Lara o de Irene Villa; cuando nos reímos con chistes sobre judíos, negros, gitanos, maricones y un largo y triste etcétera; cuando colgamos tuits como los de Guillermo, pensamos, como diría George Lakoff, en un elefante, en conservador. Creo que pensar en progresista es tener empatía, cuando no compasión con las víctimas, con todas las víctimas.

Se ha abierto una nueva etapa de esperanza con Manuela Carmena y Ada Colau, con Joan Ribó, y otros y otras. Manuela y Ada son hoy nuestras heroínas, pero más pronto que tarde las veremos más humanas. En su gestión detectaremos contradicciones y cometerán errores, y serán criticadas, pero la cuestión es si tendremos la madurez, la paciencia y el sentido político de no olvidar a lo largo de estos 4 años que son nuestras alcaldesas y no hay otras, y que su alternativa es la derecha. Ni pido sumisión ni la defensa cerril que hace el votante de derechas de sus candidatos, solo que estas nuevas alcaldesas, alcaldes, concejales, concejalas y tantos otros sientan siempre nuestra complicidad y apoyo, y, cuando sea necesario, nuestra critica. Reducir al máximo los daños por fuego amigo.

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