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Un continente para todos

El líder laborista británico, Jeremy Corbyn.

Miguel Roig

“Si pierdo solo seis escaños, habré perdido la elección y Jeremy Corbyn se hará cargo de la negociación con Europa”. Estas fueron las palabras con las que Theresa May se dirigió a sus conciudadanos el 20 de mayo a través de un tuit. Perdió 12 escaños y lejos de resignar su cargo, intentará gobernar con los unionistas de Irlanda del Norte. El empecinamiento, posiblemente, sea estéril. Otro capítulo de su ascenso al hoyo.

“No era volver a la paz de 1930, cuando todo estaba gestionado por los ricos y para los ricos”. Esto se escucha por voz de un anciano en el documental El espíritu del 45 que cuenta cómo los laboristas entendieron el significado de la nueva paz y construyeron el Estado del bienestar en el Reino Unido a partir de las ruinas de la Segunda Guerra y los escombros de la desigualdad.

David Cameron convocó el referéndum del Brexit para sofocar los reclamos del ala euroescéptica de su partido y frenar el avance del UKIP, el partido de Nigel Farage. Consiguió exactamente lo contrario: su salida del Gobierno y la del Reino Unido de Europa. Theresa May, ahora, intentó con unas elecciones anticipadas, fortalecerse para liderar un Brexit duro. También fracasó. Es más, el UKIP, que en las anteriores elecciones había obtenido uno de cada ocho votos, ha desaparecido. Todo se pierde, ¿algo se transforma?

Después del Brexit la mayoría de los análisis estaban abocados a cuestionar los datos demoscópicos y el temor a la volatilidad de los mercados. Pocas miradas se detenían en lo esencial: la volatilidad social. Desde ese lugar se alentó el Brexit y desde allí ahora se proyecta la imagen de Jeremy Corbyn.

May obtuvo sus votos en la franja madura del electorado. El triunfo del Brexit, estaba compuesto mayoritariamente por estos votantes. Ocurre que esta vez sí los jóvenes han acudido a las urnas. Un 40% del voto que consiguió Corbyn proviene de ciudadanos menores de 25 años y muy pocos de sus sufragios son aportados por los mayores de 65 años: solo un 16%. ¿La cuestión demográfica cuenta más que los intereses de clase? Es posible, pero también hay que observar que cada generación está dando respuestas a un problema común: la desigualdad instalada en el corazón del sistema como un factor estructural y no como mero ajuste coyuntural. El voto es volátil porque no encuentra cobijo en ningún relato. Las propuestas son cuentos cortos frente a la gran novela neoliberal. Se diría que incluso hasta las narraciones populistas tienen corto vuelo ante la ausencia de respuestas tangibles a las cuestiones cotidianas.

Corbyn emerge como una posible respuesta, como alguien que se ha enfrentado a sus propios compañeros del laborismo por defender posiciones más avanzadas hacia la izquierda. Es lo mismo que ha ocurrido aquí con Pedro Sánchez quien ha desbordado a la vieja dirigencia, al aparato partidario, utilizando, curiosamente, el argumento original de Podemos: señaló a la casta e indignó a la militancia que le dio la mayoría y diez puntos de diferencia ante Susana Díaz.

La cuestión está, tanto en Sánchez como en Corbyn, en qué respuestas darán al electorado ya que solo con indignación no alcanza. Lo señaló Edgar Morin: los indignados hacen críticas justas; denuncian, pero, ¿pueden enunciar?

Afirma Junger Habermas que se ha cambiado la pregunta que los países europeos se plantearon en su día: '¿por qué Europa?', para interrogarse ahora si existen razones para abandonar el proyecto que se ha construido hasta aquí, menospreciando incluso los éxitos alcanzados. El división que experimentamos, Brexit mediante y con amenazas latentes como la “primavera patriótica”, una suerte de internacional populista, es, según Habermas, producto de la política equivocada que se impulsa ante la crisis.

El ahínco que Bruselas invirtió para que el Reino Unido no abandonara el club fue proporcional a su indiferencia ante la posible salida de Grecia. La zona euro es un área de riesgo social. Hechos como el Brexit y amenazas como las de Le Pen la llevan al límite. Los planes de Sánchez o Corbyn, en el caso que alcancen el poder, existen de momento solo en potencia.

Sobre el final del documental de Ken Loach aparece un grafiti pintado en la pared de una ciudad inglesa: “no es país para gente pobre”. Esa es la cuestión que urge: perfilar un continente para todos.

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