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O prostituta o santa

Paula Corroto/DK

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O eran unas descaradas, unas mujeres de moral dudosa, o eran decentísimas, una santas con uniforme de la Falange Española. Este es el retrato que ofrece la muestra Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad 1930-1980 sobre las convenciones que se instalaron sobre las mujeres una vez que el franquismo impuso su égida. Se puede ver hasta el 10 de febrero en el Ateneo de Madrid y está comisariada por María Rosón y Raquel Osborne, quien además ha aportado algunos objetos de aquella época como fotografías y fichas de escuela del colegio Sagrado Corazón de Madrid. Curioso es que, aunque está organizada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), buena parte de la financiación corre a cuenta del Ministerio de Presidencia. Sí, ese que dirige la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Dividida en cinco bloques, Las modernas, Individuas de dudosa moral, Las domesticadoras, Las decentes y ¿Las liberadas?, la exposición recrea a través de herramientas audiovisuales (imágenes del NO-DO, anuncios de detergentes de 1958 donde la mujer lava, limpia y da esplendor), libros (Eugenesia de la Hispanidad, de Vallejo-Nágera y El libro de la sexualidad, de López Ibor) y fotografías, cómo la mujer pasó de una cierta modernidad en la época de la II República a estar constreñida en sus relaciones sociales y sexuales bajo los feudos de la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera. Incluso se pueden observar fichas policiales como la de Rosario, una prostituta de 22 años que en 1944 fue detenida en Figueras y llevada a prisión “por circular por la vía pública indecorosamente vestida, faltando a los principios más elementales de la moral y la decencia pública”. Literal.

La muestra, que estos días gozaba de una notable afluencia femenina en un 98%, abunda en cómo se pasó de una cierta liberalización en los años treinta, como refleja la portada de Mundo gráfico sobre los campeonatos nacionales femeninos de 1932 en la que se ve a una mujer lanzando la jabalina, a cómo en los cuarenta todo se nutrió de estampas religiosas, libros de labores para la mujer e incluso muñecas con el uniforme de Falange y las JONS. Porque las niñas, eso sí, tenían que jugar con muñecas.

Esta educación dio paso a la creación casi frankensteniana de las decentes. Prepúberes que leían los libros de Celia y mujeres que se regocijaban con novelitas rosas escritas por, entre otras, Laura de Noves, pseudónimo de la periodista y escritora Carlota O’Neill, quien durante el franquismo sobrevivió mediante este tipo de obras que ella misma calificó años después de “malas. El mismo argumento con idénticas variantes: una joven soltera se enamora, unas veces le corresponden y otras no (…). Al final se casa, y la amiga envidiosa se fastidia”. Entre los títulos que refleja la exposición, Esposa fugitiva (1943), de la propia Noves, y La madre ideal (1951), de Mercedes Suárez Valdés. La idiotez cerebral que pudo salir de esta manipulación puede que todavía sea visible en nuestros días.

Por supuesto, en la Historia siempre hubo mujeres que escaparon de este yugo moral y sexual, como Elisa y Marcela, que se casaron (¡por la Iglesia!) en 1901, gracias al travestismo masculino de Elisa, aunque después fueran descubiertas y tuvieran que huir a toda prisa a Argentina. La exposición culmina con imágenes y publicaciones de los años setenta, últimos estertores del franquismo. Ahí está la historia del Daniel’s, el primer bar de lesbianas de España, abierto en Barcelona, y en el que según el activista LGTB Jordi Petit, se escuchaban canciones de Mari Trini a todas horas. O las fotografías sobre las primeras manifestaciones en pro de la legalización del aborto y de los derechos de los homosexuales en 1979 y 1980. La cuestión, cabe preguntarse, es cómo sería una muestra que retratase a las mujeres desde aquellos ochenta hasta la actualidad.

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