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Gobierno, subgobierno y criptogobierno

La recepción de los Reyes por la Fiesta Nacional cumple 30 años

Javier Aroca

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El título es inquietante. No es mío. Procede de una reflexión de Norberto Bobbio en un artículo publicado en La Stampa, en 1980. No sería la única vez que suscitara la idea. En un momento de severísima gravedad para la democracia en Italia, acosada por la mafia, la corrupción política e institucional, con el desmoronamiento de la propia república, teorizaba y militaba activamente contra ello pero, sobre todas las cosas, a favor de la democracia y sus fundamentos. En el fondo de todos sus pensamientos descansaba la afirmación contundente de que no había democracia sin transparencia, sin visibilidad, el secreto y la democracia son incompatibles.

Norberto Bobbio siempre será el refugio de los demócratas europeos; comprometido con la izquierda y sus valores, luchó contra el fascismo, insobornablemente defendió del principio de legalidad, la separación de poderes, se posicionó sin miedo contra el autoritarismo y la violencia como método para imponer criterios y ahogar las ideas ajenas.

En su pasión por la visibilidad del poder en democracia, advertía del peligro de los subgobiernos, ese poder en la penumbra que actúa sin control y, más en profundidad, de los criptogobiernos, la oscuridad más perfecta. Unos y otros, acaban socavando los cimientos de la democracia y la convierten en su contrario. Cuando el gobierno es débil, cede, crecen los otros dos. Norberto Bobbio no era ingenuo, sabía que la razón de estado exigía, no obstante, servicios secretos, pero con una condición, que fueran controlados, por el gobierno y el pueblo y nunca a merced o a las órdenes del subgobierno y, peor aún, de los criptogobiernos.

En la gravísima crisis que estamos padeciendo, el gobierno apenas se ha visto. Sin embargo, el subgobierno se ha sentido. Un poner, a través de las policías patrióticas y otras maneras abruptas del ejercicio de la coerción del poder, como la economía, el control y manipulación informativa, o el recurso y fomento del enfrentamiento civil -con sus alegres comparsas en medios o las redes sociales- , a los fantasmas del pasado, fascismo incluido, como ejercicio de intimidación.

El criptogobierno cada día se intuye más. En contra de su propia esencia oculta, se ha dejado ver entre las bambalinas de los últimos fastos de la Fiesta Nacional. Mandones, mandarines, de toda la poliarquía hispana, ex de casi todo en ejercicio sin jubilación, políticos, editores, financieros, cortesanos de la continuidad dinástica y del poder, miembros, en su versión visible, de todos los poderes visibles. Ante la perplejidad de los demás convocados, ciudadanos honestos, civiles, militares, que veían con sorpresa el desparpajo con el que se desenvolvían y se hacían patentes entre los corrillos del poder.

Era sólo eso, una exhibición o alarde. Al atardecer, terminada la representación o performance de la normalidad institucional, volverían a la oscuridad de sus mentideros y prostíbulos políticos lejos de la mirada del pueblo y de sus honestos servidores, civiles o militares, lejos del control, lejos de los principios de transparencia de la democracia.

No esperen, sin embargo, ninguna reacción. No es posible no estar con unos o con otros. De una manera sutil ha empezado la caza de brujas de los equidistantes, de los que reclaman criterios propios. Esto también pone la democracia en peligro.

Muchas señales de alarma se han encendido, la opinión pública, sin cuya existencia no hay democracia, está igualmente amenazada. Me temo que, en este caso, el gobierno, el subgobierno y el criptogobierno, sobre todo, tienen colonizado mucho del periodismo y secuestrada la libertad de expresión en los medios más importantes de el país. Y eso es válido para ambas orillas del Ebro.

El lunes será otro día histórico. Amanecerá con los balcones llenos de banderas, son las que cuelgan ciudadanos honrados ante la llamada al patriotismo, pero también son las mismas por las que dicen que darían la vida, los que según un estudio de las universidades de Noruega, Copenhague y Berkeley (California) tienen el 11% del PIB patrio en paraísos fiscales. Más el 30% de esa cifra, procedente de las grandes fortunas españolas, incluidas las catalanas.

Tengo una especial predilección por los “mucho” demócratas, en detrimento de los “mucho” españoles o “molt” catalanes, en una versión libre de García Lorca, pero, en todo caso, milito activamente con Bobbio en la visibilidad de la democracia, en su carácter visible y transparente. Como dijo Jefferson, cita tomada del propio maestro italiano: “El dirigente debe actuar con discreción pero no se le debe permitir tener para sí sus intenciones”.

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