La España inmigrante

Una calle de Londres

Aíssa Suárez Viera

Las Palmas de Gran Canaria —

¿Viajeros/aventureros por el mundo? ¿Exiliados por el mundo? Repartidos. Dispersos. Esparcidos. Estamos “por ahí”.

El año pasado mi hermano y yo lo teníamos muy claro. Teníamos que irnos de España. Yo había estado estudiando en Madrid mi carrera y el máster pero todo lo que conseguía eran trabajos de becaria de alrededor de 400 euros el mes por jornada completa.

Los trabajos exigían tener los estudios adecuados, experiencia previa, dominio del inglés por 400 euros al mes. Valga pensar, que de tener todos esos requisitos posiblemente un contrato para aprender el oficio fuese de lo menos adecuado.

Mi hermano en cambio, terminando su tesis doctoral en Historia había agotado el tiempo de becario. Durante dos años apenas tuvo un trabajo de algunos meses y de este modo todos acabamos dependiendo de la pensión de mis padres, por suerte ellos estaban ahí, con su dinero ahorrado para una jubilación tranquila. Tranquilamente desesperados al final de cada mes. Tranquilamente porque la experiencia te hace aceptar el sentimiento de incertidumbre como parte de la rutina... “este mes también pasará”.

Nos fuimos, nos teníamos el uno al otro. La situación era insostenible en una familia cada vez más empobrecida como este país. Nos marchamos como los 73.329 españoles del año 2013 que también cerraron sus maletas, con lo imprescindible, nada más. Esta cifra corresponde con la publicada por el Instituto Nacional de Estadística.

Amparo González Ferrer forma parte del Grupo de Investigación de Dinámicas Demográficas del CSIC. En su estudio publicado en el año 2013 titulado La nueva emigración española. Lo que sabemos y lo que no se analizan las cifras publicadas por los organismos oficiales del Reino Unido o Alemania (junto con Francia los tres principales receptores de españoles emigrantes). Sin embargo, estas cifras registran que el número de inmigrantes españoles supera entre 4 y 7 veces el número que propone el Instituto Nacional de Estadística.

Es complicado saber el número de españoles que allí estaban en la misma situación que yo. Pero quien haya vivido la experiencia sabe que abundan esas personas con las que compartes dos identidades, español y emigrante.

Porque sí, hace unos días sin darte cuenta dejaste de ser un español neutro. Ahora eres un ser politizado se habla de ti y tú hablas de España, siempre desde tu experiencia, desde tu identidad recientemente conocida como emigrante.

Sin embargo, hay una identidad de la que se habla menos y tras el drama de despedirte de tu familia es la que pesa más, es la del día a día. Eres un inmigrante.

Cuando te vas, tú y solo tú conoces tu realidad. De vez en cuando llamas, hablas de cómo te ha ido, te desahogas. Por lo demás eres silencio, la silla vacía en el comedor de tu hogar.

Este reportaje trata de dar voz a las personas que están fuera. No, no se habla lo suficiente. Cuando no hacen un reportaje vergonzoso y estereotipado del estilo de Callejeros Viajeros y todos esos españoles exitosos en Londres de lo que se habla es de cifras y claro, del drama. Pero resulta que es un viaje, el final no es “se fueron”. El presente es “estamos”. Y aquí seguimos, esto no termina en las despedidas, después seguimos siendo personas y muchos continúan queriendo contar cómo viven, con sus aventuras y desventuras, con lo bueno y con lo malo, sin estereotipos.

Cogiendo las maletas hacia días nublados

“Llámame friki pero la iluminación de algunos edificios me recordaba a Gotham”. Así Francisco, con 26 años que tenía en ese momento, recuerda entre risas lo que pensaba cuando eligió Londres como destino de su viaje.

Londres llama la atención a los españoles por su fama, belleza, oportunidades y también por el inglés. Muchos españoles van con lo poco que saben con la intención también de mejorar este idioma. “Al menos aprendería inglés”, confiesa la hermana de Francisco que siguió sus pasos, “mi viaje los dejó destrozados”, dice con pesar con referencia a sus padres, “soy la segunda hija que se tiene que ir al extranjero después de habernos formado y habernos dado un ”futuro“ (Esperanza Velázquez).

Pero la ciudad que inspira al comic de Batman tiene su precio. Ambos descubrieron que el cambio de moneda y la vida en Londres era muy distinto a la de España: “La situación, pues no es tan fácil como se puede pensar. Transporte y vivienda es carísimo, y esos son gastos básicos aquí. Además, a mi me costó tres semanas encontrar trabajo, si no hubiera tenido a mis padres detrás, me hubiera tenido que volver con una mano delante y la otra detrás” (Francisco Velázquez).

La utopía del viaje se va transformando en realidad. Para muchos españoles, en pesadilla:

“Ya pasaba a ser un problema psicológico de verte en un país extraño, donde no tenías prácticamente nada, tenías el tiempo justo para encontrar un trabajo, la familia en tu país que tenía grandes expectativas sobre ti, y ver que poco a poco iba saliendo todo mal era bastante abrumador” (Jose Sáez).

Jose es de Tenerife, tiene 31 años y es licenciado en Economía. Al igual que el caso anterior, llegó a Londres por medio de una agencia. “Al poco tiempo me di cuenta de que, aparte de la estancia, no iban a ofrecerme nada más” y añade: “Por supuesto que contaba con apoyo económico de mis padres, sin eso no hubiera sido posible absolutamente nada de lo que estoy contando” (José Sáez).

La opinión de los entrevistados es que la agencia actuó convenientemente de acuerdo a sus propios intereses. Prometía alojamiento y facilitar la búsqueda de trabajo. Para ellos resultó útil solo para facilitar el alojamiento inicial. “Todo era un timo”, asegura Francisco Velázquez.

Según una encuesta publicada por el magazine online El Northern realizada este año a 2.100 españoles que residen en diferentes partes del Reino Unido, el grueso de los emigrantes españoles posee el título universitario, seguidos de los que ya han realizados estudios de máster. Sin embargo, gran parte de ellos encuentra trabajo en sectores para los que no se exige ningún tipo de cualificación.

Álex González, madrileño con 27 años, licenciado en Psicología en el 2013 decidió ir a Londres. Tiene un máster en Psicología Social, trabajaba en Madrid en el Colegio de Sociólogos como becario, pero no veía más futuro en España. Al llegar a Londres trató de crear una consulta de psicología para españoles en el país. Sin embargo, se encontró con una serie de obstáculos burocráticos que le impidieron llevar a cabo su iniciativa:

“Quizás para cambiar enchufes no te piden nada, pero para trabajos de cuello alto no es para nada fácil (...) recuerdo que el trámite me iba a llevar como mínimo 8 meses. Así que desistí”.

La cualificación de los españoles en el extranjero sumado a las expectativas que se tienen cuando se va a un nuevo país, se quiebran al toparse con la realidad.

Álex en una entrevista de trabajo como camarero cuenta que “cuando me vi trajeado llevando una bandeja delante de un espejo... tuve todo un shock identitario, sentí que todo lo que había hecho y estudiado no había valido para nada”, confiesa. “¿Esto es todo a lo que has llegado? salí a medio día del lugar me senté en un banco con ganas de llorar...” (Álex González).

El de Alejandro es un caso como el de muchos españoles que deciden regresar a España. Explica que casi todos los españoles que conoce que han emigrado han vuelto a sus hogares a los pocos meses. Y que esta parte de los “jóvenes emigrantes” está silenciada. Este mismo reportaje está sesgado, todos los casos que aquí se comentan son contactos que he hecho yo misma durante mis viajes, sin embargo, los que han regresado no se encuentran unos con los otros trabajando, no dialogan en un espacio, desaparecen y cada uno vuelve a su casa. Es importante también saber sus historias. Álex volvió a España porque no se sentía cómodo desarrollando un tipo de trabajos para los cuales no se requería de su formación, aunque confiesa que incluso no fue seleccionado.

La búsqueda de trabajo se torna cada vez más exigente en contraste con lo que anunciaban. Fran, grancanario, tenía 32 cuando decidió marcharse. En ese momento se encontraba escribiendo la tesis doctoral. Había agotado su periodo de becario y no había tenido experiencia en el sector de la hostelería anteriormente. Incluso tuvo que añadir un currículum de camarero que no tenía: “Tuve que mentir en mi currículum (...) después de un mes en Londres sin encontrar empleo se hizo imperioso” (Francisco Suárez).

Marcos de 26 años, natural de Cáceres tampoco tenía experiencia laboral en este ámbito, él finalizó sus estudios universitarios en Ciencias Ambientales y realizó un máster posteriormente. Sobradamente preparado pero sin oportunidades en España nos cuenta que de las primeras entrevistas que realizó en Londres nunca le llamaron.

La situación de llegar a un nuevo país, nuevo idioma y nueva cultura donde tienes que encajar rápidamente es frustrante: “La primera que hice seria, el jefe poco más que se rió de mí porque se exigía saber un desayuno inglés y yo no sabía...” Probablemente a Marcos nunca se le olvidará que un desayuno inglés consiste normalmente en huevo frito, bacón, salchichas y principalmente judías, pero para un español recién llegado a Inglaterra esto resulta cuanto menos un manjar de almuerzo o cena con amigos.

Incluso los españoles que aterrizan en el nuevo país con inglés aprendido en academias tienen problemas los primeros meses para adaptarse fuera de las aulas a un nuevo acento en conversación con personas nativas: “Yo tengo un inglés con acento español muy cerrado, y la entrevistadora se percató inmediatamente. Me habló en inglés con toda naturalidad, y no entendí lo que me decía, de hecho me estaba preguntando ”¿qué tal tu inglés?“... La entrevista debió durar un minuto” (Francisco Suárez).

Welcome to McDonald's

El McDonald's y otros restaurantes de comida rápida suponen una primera salida para una persona que aún no domina el idioma y que no ha tenido experiencia laboral en el país de acogida.

“En el McDonalds (...) me dieron una oportunidad y me llamaron para hacer un día de prácticas… Yo no tenía idea de nada, pero me contrataron” (Francisco Suárez).

Así lo narra también Marcos:

“Tuve la entrevista en el McDonald's con el manager, que se limitó a preguntarme donde vivía, y, al decirle Chelsea, me dijo que era un sitio caro y se rió (...) Fue muy fácil”.

El hecho que los españoles estén desarrollando este tipo de trabajos tiene dos causas principales, a saber, mayores facilidades de empleo en un contexto de tareas básicas donde el idioma y el conocimiento de la cultura no forman parte importante del proceso productivo, y por otro lado, la importancia de las redes migratorias. En primer lugar, por las circunstancias narradas en el anterior apartado los españoles eligen Inglaterra como destino y luego se empiezan a formar redes de contactos. De modo que esos contactos proponen a sus conocidos en los entornos laborales que ellos pudieron acceder reproduciendo la forma de vida en los nuevos emigrantes.

“El trabajo sí que lo tenía ”asegurado“. Mi hermano lo habló con su jefe y en la segunda semana empecé a trabajar en McDonald's” (Esperanza Velázquez).

Me estoy haciendo un hombre aquí, mamá

Estaba sentada en la guagua y un español con acento gallego se situaba justo detrás de mí manteniendo una conversación telefónica con su madre, decía que le habían contratado como barman en un pub del centro de la ciudad:

“Estoy trabajando 12 y 14 horas diarias. Me estoy haciendo un hombre aquí, mamá” decía sorprendentemente animado.

El trabajo en la hostelería del centro de Londres es muy duro, y los horarios estrepitosos.

“Tuve que aceptar lo que me ofrecieron: turno de noche, de 20:00 a 5:00 de la mañana, estando en esa zona, tenía que lidiar con borrachos, gente drogada, peleas, vómitos, gente que te vacila” (Jose Sáez).

Aunque Jose explica cómo consiguió adaptarse a la situación seguía viendo injusticias organizativas que probablemente estén muy extendidas en este tipo de restaurantes, no solo en Londres:

“Había algo que no funcionaba bien, que no tenía sentido trabajar en un sitio cobrando el sueldo mínimo cuando la store (tienda) hace cerca de un millón al mes, dónde llegar 10 minutos antes era penalizado tanto como llegar 1 minuto tarde y dónde ocurrían un montón de cosas absurdas”.

La regulación del empleo deja mucho que desear. Los inmigrantes no saben por qué leyes están protegidos. El desconocimiento y la desesperación de su situación económica les obliga a aceptar explotaciones laborales como la cuenta Francisco:

“El peor día, uno que estuve 16 horas (...) La verdadera lástima es que muchas de esas horas no nos las pagaban, porque el mánager del restaurante alteraba las horas de entrada y salida y figuraban menos de las que realmente eran” (Francisco Suárez).

Existe un desencanto generalizado, la tierra de las oportunidades reserva imperfecciones al menos, para aquellos más vulnerables “los mundos de yupi no existen, ningún país funciona perfectamente y que tenemos que aprender a valorar lo que tenemos”. Cuenta Jose rompiendo una lanza por el sistema español.

Sin embargo, la capacidad de resiliencia puede transformar las malas experiencias en aprendizaje, es la norma entre los entrevistados. “Yo quiero ver la botella medio llena”, comenta Fran.

“He aprendido que ante la adversidad me hago grande. Cuando he creído que había tocado fondo al día siguiente me levantaba con fuerza para seguir adelante” (Esperanza).

Jose comenta cómo esta experiencia de la cual nunca se arrepentirá le ha ayudado a curtirse: “El haber tomado ese primer avión rumbo a la aventura, a fin de cuentas, es lo mejor que he hecho y que sin eso no hubiera vivido todo lo que he vivido. Me fui siendo un niño y volveré hecho un hombre”.

Una nueva cultura

Muchos españoles coinciden en que uno de los grandes aspectos que han valorados en las nuevas ciudades ha sido la vivencia de la multiculturalidad:

“El hecho de vivir en una sociedad multicultural en el que conviven muchísimas nacionalidades te hace crecer”, relata Zoraida desde Paris. “He aprendido hasta qué punto los italianos y los españoles tienen maneras similares de ver la vida con respecto a los franceses, he conocido detalles del Ramadán que antes desconocía (...) he experimentado algunas diferencias que existen entre el mundo inglés y el mundo americano...” (Zoraida Pérez).

Desde Pécs, Miriam nos cuenta sobre Hungría: “Sorprendentemente tiene una buena gastronomía, aunque sea mucha carne y grasa (...). Pécs es una ciudad muy cultural (...) realizan muchos eventos al aire libre donde disfrutar de sus comidas y sus vinos” (Miriam Cánovas).

En Londres los españoles hablan de que no hay persianas en las habitaciones, la costumbre de ver a la gente comiendo por la calle, mayor diversidad en la vestimenta “la gente vestía como le daba la gana sin que nadie le mirara mal” (Marcos Rodríguez) y, por supuesto, la multiculturalidad.

Pero hay otros rasgos menos gratificantes o exóticos para nuestros ojos. Todos los entrevistados hablaban de lo cara que es la ciudad y de la imposibilidad de disfrutarla debido a sus precios. También todos estuvieron de acuerdo acerca de cuánto echaban de menos el sol. Aunque lo mencionaban de manera simpática esto se traducía en un modo de vida que les resultaba triste: “De casa al trabajo y del trabajo a casa, y cuando vuelves hace tanto frío y es de noche que no se hace mucha vida social” (Marcos Rodríguez).

Además, el Londres conocido turísticamente empieza a enseñar su verdadera cara. La mayor parte del espacio residencial de Londres se ubica muy lejos del centro debido a los altos precios que adquiere el alquiler de la vivienda, “crees que vas a vivir en Camden o en el Soho, ver el Big Ben cada vez que vas a comprar el pan... pero para mí Londres era una ciudad (...) a la que podía ir de visita una vez al mes” (Alejandro González).

Por otro lado, incluso el centro de la ciudad fue decepcionante para él. Las calles y espacios públicos los observó como lugares de paso, no de disfrute o de ocio. “Las calles como tal son solo lugares para ir del punto A al punto B, las calles de Londres son para andar y andar. Londres es como si todo fuese Sol. Muy bonito pero ningún sitio donde pararte más que para meterte en un bar” (Alejandro González).

Yo soy español/a

Miriam nació en Barcelona, tiene 25 años y forma parte de una minoría de españoles que elige como destino Hungría. En su caso, conoció a un húngaro durante una estancia por estudios en Irlanda y decidió trasladarse a vivir con él. “Cuando se dan cuenta de que eres española y de Barcelona en mi caso siempre actúan sorprendidos y te comentan lo típico, el FC Barcelona, Messi, flamenco, jamón y Torrente, que tiene mucho éxito en Hungría” (Miriam Cánovas).

Por lo general, el hecho de ser español despierta simpatías. La cultura hispánica se ha popularizado en Europa por sus canciones, películas, novelas y por la propia emigración.

En Francia, el segundo país receptor de emigrantes españoles después del Reino Unido, Zoraida cuenta una historia muy diferente a la de los anteriores entrevistados. En su caso consiguió una beca de auxiliares de conversación con la cual el contexto en el que se relacionó quedaba muy lejos del ámbito de la hostelería. Actualmente trabaja en la oficina parisina de Booking. Ella afirma que no se encuentra con muchos españoles en su entorno laboral: “Para los franceses parecemos más bien exóticos y felices” (Zoraida Pérez).

Para los entrevistados en Reino Unido, los españoles abundan en todos los espacios que ellos frecuentan. Consideran que no existe ningún trato especial por el hecho de ser español más allá del que, como apunta Francisco, “su imaginación vuela y ven playas, fiesta, buenas vacaciones” (Francisco, Suárez).

Lo que existe principalmente es desafección por todo aquel que no habla inglés. Lo cual en muchas ocasiones suscita situaciones muy tensas para los españoles que no se defienden con el idioma. “Mi peor experiencia (...) fue sentirme incapaz de defenderme ante un cliente que me menospreció por no hablar inglés correctamente”, cuenta Esperanza. Sin embargo, ella misma lo argumenta como una humillación que sintió por cuestión de lenguaje no como causa de su identidad nacional.

“No recuerdo ni una sola ocasión en que me miraran mal o me trataran mal por ello. Sí por ser inmigrante, por no dominar la lengua, pero no por el hecho de ser español”, nos explica Fran.

Jose lo confirma, “los ingleses son agresivos con cualquiera que no sepa hablar su idioma con un mínimo”, pero apunta que no es una cuestión de ser español.

La experiencia de Marcos es mucho más grave. Marcos sufrió una agresión física en el autobús una noche que se dirigía a casa. Así cuenta este joven de 24 años como se desencadenaron los acontecimientos: “No lo recuerdo mucho porque mi mente lo ha borrado (de hecho no me acuerdo de los puñetazos), pero básicamente unos críos de unos 20 años se subieron al bus (...) empezaron a darme collejas, les pedí que por favor pararan, y, según me han contado, me arrearon un puño en la cara flojo y al poco uno bastante fuerte que me derribó al suelo, y cuando me quise dar cuenta estaba sangrando con un grupo de personas (ingleses, por cierto), al lado mío ayudándome”. Marcos afirma que no fue una agresión por su condición de español, sino que fue una agresión de índole racista.

En Londres no hay ingleses

El reconocido psicólogo en el campo de la aculturación, John W. Berry, propone un modelo para identificar las estrategias que utilizan los emigrantes para desenvolverse en lugar de destino. Estas estrategias se resumen en: separación (vivir entre inmigrantes que conforman el endogrupo separado de la nueva cultura), integración (convivencia entre rasgos culturales propios y los del grupo de acogida), asimilación (interiorización de los nuevos rasgos culturales, relación principalmente con el grupo de acogida) o marginalización (aislamiento de cualquier grupo social, adquisición del estigma).

En este apartado se analiza cuál ha sido la estrategia utilizada por los españoles en otros países.

El caso de Zoraida y Miriam, ambas no poseen trabajos en el sector hostelero y no tienen alrededor a casi ningún español según sus palabras. Han desarrollado una estrategia de asimilación según el modelo de Berry.¡

“Me asociaban bastante con la imagen del español alegre y abierto. Pero ya no me pasa tan a menudo. Tal vez es que al cabo de 5 años ya me he vuelto un poco parisina...” (Zoraida Pérez).

En el caso de Londres, Francisco Velázquez comenta con una sonrisa: “En Londres no hay ingleses, solemos decir”.

Todos los entrevistados aseguran no tener relación con los ingleses más allá de la relación trabajador-cliente. Algunos de ellos consideran que esta situación se debe principalmente al desapego, no desafección, por parte de los ingleses. Marcos asegura que lo ha intentado pero que “eran muy cerrados”.

Alejandro explica que en un primer momento han sido simpáticos con él y tratan siempre de mantener las formalidades básicas para los diez primeros minutos de conversación pero luego no despiertan absoluto interés por su vida. “Podía pasarme horas de reloj sentado en casa de J. (un jóven inglés parte de su red de contactos) sin que nadie hablase conmigo” (Alejandro González).

Francisco Suárez alude más a una cuestión étnica que de identidad nacional: “Prácticamente no traté con ingleses más allá de lo formal. Con los hijos de antiguos inmigrantes de África y Asia tuve más relaciones, esa gente de hecho es inglesa, son nacidos y criados allí, pero se movían más en el entorno en que estábamos que los White British”.

Por lo general, la relación se entabla con otros inmigrantes, “inmigrantes de otros países como Italia, Sudamérica, Bangladesh... gente del trabajo, vaya”.

En definitiva, se puede confirmar que la estrategia de integración por parte de los españoles entrevistados en Londres consiste en la separación. La relación se mantiene con la del endogrupo, conformado principalmente por otros españoles y con otras personas con las que se comparte la identidad de inmigrante. Los españoles, por tanto, se mantienen separados del grupo dominante de acogida.

¿Jóvenes exiliados?

En el programa de la Sexta Noche el pasado sábado día 19 de abril tuvo lugar una conversación que pasó inadvertida pero que levanta un debate constante respecto a la emigración de los jóvenes españoles:

- “Ayer mismo me llamaba mi hermano (...) que está exiliado en Inglaterra (...)” , comentaba Sergio Pascual, perteneciente al partido político de Podemos.

- ¿Está exiliado? ¿Exiliado? -recalca Eduardo Inda- ¿Exiliado? ¿Esto es una dictadura o qué? (...) Si el hermano de Sergio Pascual está exiliado (reitera dirigiéndose al moderador) es porque España es una dictadura. Exiliado no puede estar.

¿Qué piensan de esto los entrevistados?

Marcos lo tiene muy claro: “Me parece una mamarrachada decir que está exiliado, porque eso conlleva que no se te permitan legalmente vivir en tu país, y España, por mucho que odiemos al de la barba, es una democracia. Su hermano se ha visto obligado a salir porque no tenía una oportunidad laboral aquí” (Marcos Rodríguez).

Por otro lado, Francisco Suárez tiene algunas dudas al respecto: “No puedo aceptarlo porque exiliado tiene una connotación de expulsión política...Sin embargo, el término es correcto, porque sólo define al que ha salido, lo que en España tras la Guerra Civil, pues como digo se asimila a una expulsión política premeditada”.

De modo que Francisco desestima el concepto por su connotación simbólica pero estrictamente lo acepta como correcto en dos sentidos, el primero de ellos por su significado real independientemente de las connotaciones históricas adquiridas (en el diccionario de la Real Academia Española no se menciona el hecho de una expulsión política en el ejercicio del exilio), en segundo lugar, Francisco se apropia del famoso lema “no nos vamos, nos echan”. En este sentido, aludiendo a la actuación de fuerzas que presumiblemente están actuando en la marcha de los españoles.

Alejandro ofrece una visión muy crítica de este asunto: “Cuando veo a los españoles, tanto allí como aquí hablar de exilio, como la Marea Granate.... me parece bien y a la vez infantil. Un intento de no asumir el bajón de estatus que supone irte a fregar platos a una ciudad a 50 kilómetros de Londres”. Añade que todo deviene por la voluntad de esquivar la nueva identidad de inmigrante debido a las connotaciones que España posee, “a mucha gente en Londres le resultaba un palo gordo vivir con rumanos porque los rumanos, en España, son y siguen siendo una casta inferior” (Alejandro González).

Esperanza se suma a la crítica de la xenofobia en nuestro país: “Por lo que yo he visto en España hay mucho xenófobo suelto y viene bien probar un poco de nuestra propia medicina”, argumenta la sevillana.

De modo que el nivel de vida de los españoles en Londres se compara con lo que en España se consideran clases bajas o marginales. “La gente habla de los inmigrantes en tercera persona. Nadie es un inmigrante por eso creo que cuando se habla del ”exilio“ en cierto modo es un truco verbal o cultural para dignificarse a uno mismo ”no no oiga, yo no soy como esos negritos de la patera, yo soy un exiliado económico“” (Alejandro González). Alejandro argumenta que para los españoles reservamos palabras que sirven para conservar nuestro privilegio, utilizando conceptos como el de fuga de cerebros o exiliados, en lugar de pobres e inmigrantes.

Y esto es debido, principalmente, a la disonancia cognitiva que despierta el hecho de sentirse identificado con un grupo considerado marginal:

“Me acuerdo del cartel enorme con un dedo en plan Tío Sam que ponía ”I want you OUT of the UK“ (significa, ”quiero que salgas del Reino Unido“) pasar por delante y pensar... ese cartel va por mí. Y que el resto de la gente que te acompañase, en cambio, no lo viese así ”No no, eso es por los polacos, por los rumanos, por los pakistaníes...“.

Un mensaje para otros jóvenes que piensan en marcharse

Los españoles entrevistados mantienen una opinión firme ante la oleada migratoria de los jóvenes:

“Lo veo bien siempre que nos viniéramos por pura experiencia no por ”obligación“, que nos tengamos que venir porque nuestro país no nos dé oportunidades” (Esperanza Velázquez). La situación forzada crea la frustración pero todos los entrevistados coinciden en obtener un enfoque positivo de la situación: “La emigración es nefasta a la vez que gratificante, nefasta debido a las razones de por qué se hace (...) a la vez gratificante (...) lo que se aprende emigrando, no se aprende de ninguna manera” (Jose Sáez).

Francisco Velázquez también mantiene este espíritu positivo ante la adversidad:

“Todo el que esté pensando en emigrar que tenga muy claro que va a dejar de vivir muchas cosas con los suyos a cambio de vivir otras experiencias con gente nueva. Yo he encontrado aquí a mi novia (...) pero también ha habido momentos en los que no he podido estar con los míos, como la muerte de mi abuela. Salir de casa es duro, pero hay que intenta sacarle el máximo partido” (Francisco Velázquez).

Por otro lado, Alejandro, el entrevistado que tuvo que retornar como muchos, tiene otra opinión: él le diría a otros españoles que piensan en irse a otro país que está muy idealizado. En cuanto a Londres considera que es una utopía vivir en el centro. “No vas a Londres, no puedes”, asegura. Por otro lado, reclama la importancia de escuchar a aquellos a los que les ha ido mal, los cuales considera que “son 2 de 3”. Por último, aconseja de manera muy directa a los otros jóvenes “que antes de irse se tire un mes con la palabra INMIGRANTE escrita en mayúsculas en el espejo y hasta que no deje de molestarle leerla a diario, que no empiece a hacer la maleta” (Alejandro González).

Marcos envía un mensaje muy firme y positivo: “1. Que lo hagan (los demás españoles). En España no es fácil encontrar trabajo. Allí sí. Van a aprender inglés (que les va a permitir trabajar en España, lo digo por experiencia propia), van a trabajar y se van a llevar una experiencia inolvidable. 2. Dentro de algún tiempo podrán trabajar en España, pero mientras tanto, una estancia fuera viene de perlas”.

Considero que en este momento se pone en juego un mecanismo cognitivo que permite reducir la disonancia post-decisional. Esto es, una vez tomada la decisión de quedarse en el nuevo país, o volver a España, psicológicamente se desarrollan las claves que permiten confirmar que la decisión fue la correcta. Los españoles que están en el extranjero evaluarán su experiencia de forma positiva, mientras que los que volvieron considerarán haber tomado la mejor decisión.

Para mí, emigrar no ha sido fácil, ha sido un ejercicio de descarte más que de libre elección. La situación muchas veces te obliga a escoger el mejor de los males. Llegados a este punto, por supuesto, lo aprendido es innegable, irrenunciable e incluso, repetible. A fin de cuentas ¿qué otra opción tenía?

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