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Paul Simon navega entre aguas mansas y efervescentes en su retorno a Madrid

Paul Simon navega entre aguas mansas y efervescentes en su retorno a Madrid

EFE

Madrid —

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Concierto a la antigua, perfeccionista y espléndido en medios musicales, el que ha ofrecido hoy Paul Simon tras 25 años lejos del público de la capital, que lo ha recibido anclado a sus butacas hasta que “You can call me Al” ha roto el tono taciturno y manso y la noche se ha vuelto, por fin, efervescente.

Unas 9.000 personas, según cifras de la organización, han querido disfrutar del retorno de esta leyenda viva de la música a la ciudad para ofrecer en el Barclaycard Center (antiguo Palacio de Deportes) un repaso a más de medio siglo de canciones, desde “Bridge over troubled water” o “The sound of silence”, a cortes de su último disco, “Stranger to stranger”, del que apenas ha tocado tres temas.

Así han transcurrido dos horas y media de música preciosista y de viaje, de Jamaica a Sudáfrica, pasando por la India, Brasil, Nueva Orleans y los territorios fronterizos de EE.UU., con un catálogo instrumental espléndido que incluía piezas tan exóticas como el “washboard”, una tabla de lavar metálica que se emplea en la cultura cajún, o el gopichán indio.

A sus 75 años ha ofrecido un largo repertorio de 27 canciones, guardando el férreo orden de anteriores conciertos de esta gira (como el de ayer en Bilbao, su otra única fecha en España) y con especial incidencia en el mítico “Graceland”, el disco que -como señaló Oprah Winfrey- “hizo que la gente quisiera bailar y que el mundo viera que África era algo más que sufrimiento”.

Con él ha dado comienzo el evento. Diez músicos esperaban la llegada de Simon al escenario calentando al público con los compases de “Gumboots”. Con la estrella sobre las tablas, recibido con una ovación, ha arrancado como tal el concierto pasados 15 minutos del inicio estipulado, las 20 horas, atípicas para un “show” madrileño.

La característica percusión africana ha seguido siendo protagonista de los primeros minutos con “The boy in the bubble”, para pasar después, en un tono más intimista y melancólico, a “50 ways to leave your lover” (escrito en pleno proceso de divorcio de su primera mujer) y al más reciente “Dazzling blue”.

Simon ha saludado entonces al público en castellano. “¡Bienvenidos todos!”, ha gritado, para declarar después en inglés que estaba “muy feliz” de estar en Madrid, después de tanto tiempo.

“Si tenéis ganas de bailar, a mí me parece bien, aunque al personal de seguridad no se lo parezca”, ha añadido, en una invitación para que el público viviera al máximo el desenfado de “That was your mother”, aunque nadie se haya movido de su asiento ante este otro alegre corte de “Graceland” que incorporaba la citada tabla de lavar.

El contraste ha sido llamativo respecto a la cadencia también jovial pero mucho más serena de “Rewrite”, a la que le ha tomado el testigo “America”, el primero de los guiños a sus inicios junto a Art Garfunkel, etapa de la que más tarde ha tocado, entre otros, “Homeward Bound” y “El Condor Pasa (If I Could)”.

Mucho antes de “Graceland”, Simon tanteó las músicas del mundo en “Mother and Child Reunion”, reggae que se considera una de las primeras piezas del género interpretada por un blanco y que estaba incluida en “Paul Simon”, del que ha tocado a continuación “Me and Julio Down by the Schoolyard”, con el que parte del público, ahora sí, se ha ido hacia delante.

En esto se han topado con el personal de seguridad cortándoles el paso y conminándoles a volver a su sitio, un protocolo contra el que muchos asistentes se han rebelado. “¡Esto es un concierto!”, replicaban.

Tras un discurso sobre las propiedades mágicas y alucinatorias de la ayahuasca, Simon ha puesto el foco en la música brasileña con el álbum “The Rhythm of the Saints”, del que han caído “Spirit Voices” y “The Obvious Child”.

Hasta transcurrida casi una hora de concierto, el músico no ha interpretado un tema de “Stranger to Stranger”, en este caso, el que le da título, aderezado con un pasaje flamenco con taconeo y toque de cajón incluido.

En esa alternancia de cortes lánguidos y otros más animados se ha desarrollado el concierto en su primera hora y media, hasta que ha sonado “You Can Call Me Al”, al que se achaca gran parte del éxito del “Graceland”, y el público por fin se ha desmelenado.

A continuación, “Graceland”, “Still Crazy After All These Years” o “Late in the Evening” se han sucedido en tres tandas de bises rematadas de nuevo con el ánimo recogido, primero con “The boxer”, muy tarareada, “The sound of silence”, en medio de una quietud que hacía bueno el título del corte con Simon prendido a solas a la guitarra, y, finalmente, “Bridge over troubled water”. Javier Herrero

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