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La escritora Sílvia Soler dice que la crisis modifica el modelo de familia, pero no acaba con ella

La escritora Sílvia Soler dice que la crisis modifica el modelo de familia, pero no acaba con ella

EFE

Barcelona —

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Después de “El verano que empieza”, un pequeño elogio de la nostalgia, que provocó el llanto en muchos de sus lectores, la escritora Sílvia Soler quería un título sin una sola muerte ni una sola enfermedad, que aludiera a la crisis y a sus efectos colaterales. De aquí nace “Un any i mig”.

Comenta en una entrevista con Efe que tenía ganas de escribir sobre lo que está ocurriendo actualmente, en un momento en el que la parte más dramática de la crisis queda ya muy clara para todo el mundo, ya sea por el alto índice de paro o los desahucios que no cesan.

En cambio, considera que “quedan por ver los efectos colaterales, que serán a largo plazo y que comportarán cambios en el modelo de familia, aunque espero que no acabará con ella”.

En este nuevo relato, publicado en catalán por Columna y que en la próxima primavera se podrá leer en castellano, Soler presenta a los seis integrantes de los Boscà Ustrell, residentes en Badalona los progenitores y el hijo pequeño y diseminados por el mundo los tres hermanos restantes.

El relato, que por el tono puede remitir a algunas obras de la francesa Anna Gavalda, va enlazando pasajes de las vidas de cada uno de ellos: Tina (la madre, una arquitecta prejubilada, enfadada con la vida); Jaume (el padre, ya jubilado y que por su trabajo ha pasado poco tiempo con los hijos) y los cuatro descendientes Martí (en Canadá), Berta (en París), Cèlia (en Mallorca) y Roger (esperando una ola gigante en Badalona para surfear).

Satisfecha porque tenía la obsesión de escribir una obra coral y ya lo ha conseguido, Soler sostiene que “la gracia de esta familia es que cada uno de ellos tiene motivos para el desengaño e incluso como colectivo también pueden estar desengañados, pero acabarán superándolo”.

Mientras que los padres pueden ser modelos “reconocibles”, puesto que la madre es una mujer que en la sesentena todavía está encima de todo lo que hacen sus hijos mayores de edad, y el padre se muestra más tranquilo en este aspecto, los hijos “incorporan otros ideales de familia, otras maneras de enfocar el amor o las parejas”.

A la vez, ha querido mostrar ante el lector que una “familia, si es tal como debe, cuenta con unos miembros que son como vasos comunicantes, para bien y para mal”.

Tampoco esconde que en la narración refleja lo difícil que es el equilibrio en este tipo de grupos, ya sea por exceso de palabras, ya sea por la falta de diálogo. “Encuentro horribles aquellas familias en las que nunca se habla, porque eso significa no implicarse, algo que no tiene ningún mérito, pero tampoco me gustan las que siempre pelean”, agrega.

Segura de que los modelos cambian con el tiempo, y sin ser catastrofista, Sílvia Soler -nacida en Figueres, pero residente en Badalona como los Boscà Ustrell- sostiene que en las sociedades actuales “nos vemos obligados a adaptarnos a cambios muy potentes que afectan a todas las estructuras sociales de una manera muy rápida”.

Y recuerda, en este sentido, que en apenas treinta años se ha pasado de “tener a tres generaciones bajo un mismo techo, a abuelos que sólo ven a sus nietos a través del ordenador, a los que no pueden tocar, porque éstos viven muy lejos, lo que también es muy fuerte”.

La escritora, por otra parte, reivindica que la infancia es la patria del adulto. “Lo que hemos sido de niños tiene mucho peso en el futuro”, manifiesta convencida.

Vacía después de acabar “Un any i mig”, Sílvia Soler avanza que probablemente después de Sant Jordi volverá a sentarse ante el ordenador para empezar a dar forma a una nueva novela, mientras espera que en junio se publique en italiano “El verano que empieza”, con la que ganó el premio Ramon Llull en 2013, un texto por el que también está interesada una productora de cine.

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