Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

CV Opinión cintillo

Sin Límites

Chus Villar

“Reinventarse”, “vivir dentro de tus posibilidades”, “hacer sacrificios”… La crisis, esa reina oscura, omnipresente y aparentemente omnipotente a la que hemos personificado –como también hemos hecho con esos soberanos a los que llamamos Mercados“- nos está inundando de frases hechas sacadas de una corriente de psicología de saldo y autoayuda cutre con fines perversos.

Si te arrancan de tu casa, te reinventas (debajo del puente tampoco se está tan mal). Si no hubieses comprado ese coche –que necesitabas para llegar a tiempo a tus dos trabajos- o si no hubieses pedido crédito para salir de ese piso diminuto en el que mal cabes con tu pareja y tus dos hijos, ahora no tendrías tantos problemas. Si no hubieses pensado que formarte con ilusión y esfuerzo para servir a tus conciudadanos en ese puesto de empleado público era para toda la vida, no te extrañarías ahora de que te bajen el sueldo y te traten de parásito social. ¿Qué esperabas? Hay que reinventarse, vivir dentro de tus posibilidades, hacer sacrificios.

Esa marea silenciosa de consejos paternalistas que va inundando nuestros cerebros y está consiguiendo que encima hagamos nuestras las consignas de la parálisis social. Me recuerdan a esa “nada” que empieza a inundar sin que nadie sepa muy bien cómo el reino de Fantasía en la inmortal Historia Interminable de Michael Ende, amenazando con destruirlo, y con él a sus habitantes.

Sin embargo, podemos bucear, sacar la cabeza y salir de ese mar infecto. Frente a sus frases de filosofía de bolsillo, nuestras frases de FILOSOFÍA con mayúsculas, como esta de Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” o, dicho en otras palabras, nuestro poder está en la comunicación. Y decir eso, en este tiempo en el que por fin en la historia de la humanidad el poder de comunicar está en buena medida en las manos de los ciudadanos, es decir mucho. Creo que aún no somos lo suficientemente conscientes de la potencia y la ventaja histórica que nos ofrece este mundo conectado en red (aún no lo está para muchos habitantes del planeta, lo sé). No hay cosa que los políticos –rectifico, los malos políticos– teman más que a las corrientes de opinión de periodistas y ciudadanos-votantes, pues su permanencia en el poder depende de todos nosotros. ¿Qué se esconde, si no, detrás de la persecución mundial a Julian Assange, fundador de Wikileaks, o al informante y ex empleado de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense Edward Snowden? ¿Del castigo ejemplarizante al soldado Manning? ¿De los intentos de control de Internet tanto en sistemas democráticos como dictatoriales?

No peco de inocente; si es evidente que no me encuentro entre los apocalípticos tampoco comulgo con los integrados en las bondades absolutas de la comunicación (con permiso Umberto Eco, que popularizó estos dos conceptos). Sé que la opinión también requiere que la ayude la acción. Pero ese movimiento debe estar estratégicamente planificado desde enfoques comunicativos y también pedagógicos, pues la educación, la formación de los ciudadanos en esta conciencia de su poder es igual de clave en el proceso. Los malos políticos también saben esto, y por eso recortan donde más interesa a la parálisis de las conciencias, en educación pública.

Al empezar dije que abominaba de las perversas frases de autoayuda del sistema; mentía en parte: hay una que comparto al cien por cien: “la crisis es cambio”, pero no el cambio que los hombres grises quieren, sino el que queramos nosotros, sólo hay que ser conscientes de que podemos. Firmando esa petición que te llega por una red social, participando en el entramado asociativo de tu comunidad en la medida de tu tiempo y de tus conocimientos; acudiendo un rato a esa movilización que compartes, pero que no sabes bien por qué no te levanta del sofá; creando opinión en tu entorno… No callando y no parando.

No dejemos que el Bastián que lucha por salvarnos de la nada esté sólo, como el héroe de la novela. Los superhéroes no existen. No permitamos que sea siempre ese único vecino el comprometido de nuestra finca; que ese padre se quede siempre casi sólo en las reuniones de nuestro colegio; ignorar a ese peculiar amigo que siempre nos manda al facebook causas en las que implicarnos; a ese excéntrico que se pasea con su pancarta por las manifestaciones…

En el diccionario de sinónimos he leído que crisis es dificultad, peligro, riesgo, trance, brete, aprieto, compromiso y apuro, pero me quedo con esta última definición, que también aparece: MUTACIÓN. Mutemos todos en ese pequeño paso que no supone un gran esfuerzo: el de implicarnos, y el de unirnos, para hacerlo de forma eficaz. El lema de este diario que al que hoy le nace una rama en la Comunidad Valenciana –donde tanta falta nos hace la mutación- es Periodismo a pesar de todo. Y esa es otra frase con mayúsculas. Yo hoy os invito a hacerla vuestra, nuestra: “Implicación a pesar de todo”. Sin límites.

Etiquetas
stats