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El sistema de acogida alemán: cómo es realmente el “paraíso de los refugiados”

Los hermanos Mohammed y Khaleel Turani en la carpa en que reparten comida frente a las oficinas del edificio de asuntos sociales. FOTO: C. Negrete

Carmela Negrete

Berlín —

Los hermanos Mohammed y Khaleel Turani, sirios de origen palestino, atravesaron juntos fronteras a pie, casi se ahogan en el mar, fueron detenidos y torturados pero al final consiguieron llegar a Alemania. Una vez en Berlín, a donde Khaleel llegó el pasado enero, se inscribieron como solicitantes de asilo. En aquel momento la central berlinesa donde se inscriben los refugiados no estaba tan colapsada como en el último mes: cada día llegan medio millar de refugiados. Este es el proceso que le espera en los próximos meses.

Paciencia y nervios de acero durante la llegada.

Los recién llegados a la capital alemana se colocan cada día en la fila muy temprano antes de que abran a las ocho de la mañana. Su objetivo es tomar un número. Rezan para tener suerte. Mujeres y niños, así como la mayoría de hombres jóvenes, esperan horas y horas bajo el sol o la lluvia, haga frío o calor. Esto mismo es lo que hacen los padres y el hermano mayor de Mohammed y Khaleel, que con su mujer y sus tres hijos llegaron la semana pasada a Berlín. Después de pasar todo el día esperando, por desgracia no llegan a decir su número en ningún momento y al día siguiente vuelven a hacer lo mismo. Así pasan de media unas dos semanas.

Cuando por fin tienen suerte, dentro de la oficina les atiende un puñado de trabajadores que están al límite de sus fuerzas. En varias ocasiones, además, han sido incluso amenazados con armas blancas y se han visto obligados a llamar a la policía, nos cuenta R., una de las voluntarias que prefiere no divulgar su nombre en público. La situación de espera es muy tensa para todos, para los refugiados, para los voluntarios y para los trabajadores.

El caos que aún reina en este lugar, la oficina de asuntos sociales en el barrio berlinés de Moabit, ha mejorado un poco desde que hace dos semanas eldiario.es la visitase. El Ayuntamiento de Berlín ha colocado una carpa de emergencia en la que una empresa de catering reparte agua y comida caliente. Los voluntarios aseguran que, a pesar de todo, ellos siguen haciendo la mayor parte del trabajo.

Meses y meses de paciencia y más paciencia.

Una vez consiguen solicitar el asilo, los refugiados reciben del estado alemán un alojamiento en un albergue denominado “de primera acogida” en pensión completa y 143 euros al mes en el caso de los solteros. A las parejas les dan 129 euros a cada miembro. Los menores de 25 años solo reciben 113 euros y a los adolescentes de entre 14 y 18 años les corresponden 85 euros. De los seis a los 13 años el estado paga 92 euros. A los menores de seis, que aún no van a la escuela en Alemania, les corresponde asimismo 84 euros. Todo ello es un poco menos que el seguro por desempleo no contributivo.

Estos albergues de primera acogida se encuentran saturados desde hace meses, por lo que las autoridades han abierto centros por todo el país. Polideportivos, antiguas escuelas, hospitales e incluso ayuntamientos se han reconvertido en alojamientos provisionales. En el aeropuerto de Tempelhof se espera dar cobijo a unas 1.200 personas en dos de los hangares del mismo, según ha explicado el senado de Berlín. Al parecer planean colocar tiendas de campaña, una decisión tomada de la noche a la mañana como forma de dar respuesta al problema inmediato del alojamiento. La semana pasada colocaron tiendas del ejército en un antiguo cuartel militar a las afueras de la ciudad, en el barrio de Spandau. “Colocar tiendas de campaña es una situación excepcional en Alemania”, explica el portavoz de ACNUR en Alemania a eldiario.es. Desde luego ha sido una opción muy criticada y debatida. Además de ofrecer la imagen de estado de emergencia, que, por cierto, no han decretado las autoridades a pesar de las numerosas voces a favor.

Durante los tres primeros meses los refugiados han de permanecer en los centros de primera acogida, lo que en algunos casos significa dormir en espacios abiertos en camillas durante ese periodo, sin intimidad alguna. Durante ese periodo además, han de permanecer en la ciudad en la que realizaron la petición de asilo. En muchas ocasiones el fallo de la misma se retrasa, o bien es negativo y la persona lo recurre, con lo que puede pasar medio año o más hasta que finalmente se recibe el asilo. Las condiciones en dichos centros dependen del lugar y de la empresa que los gestione. En muchos de ellos los periodistas no son bienvenidos. Una reportera de la cadena pública NDR se coló en uno de estos centros en Hamburgo y destapó condiciones insalubres o colas de dos horas para recibir la comida. 

En cuanto al trabajo, los solicitantes de asilo pueden empezar a trabajar después de transcurrir los primeros tres meses, pero solo si encuentran un empleo para el cual no exista un candidato de nacionalidad alemana o europeo. Después de los 15 meses de estancia en el país este último requisito desaparece, pero el hecho de que no tengan concedido el asilo formalmente desanima a muchos empleadores, que piensan que no vale la pena pasar por todo el trámite burocrático y de aprendizaje para que la persona pueda ser al final deportada, explican los diferentes grupos que ayudan a los refugiados en su camino burocrático en Alemania. 

Los menores de edad viven tutelados por el estado hasta que cumplen la mayoría, a no ser que una familia les acoja, para lo cual la propia ciudad hace propaganda. A Khaleel le alojaron en un centro para menores porque aún tenía 17 años. “De vez en cuando nos daban cinco euros, pero con eso solo comes uno o dos días. Al tercero estás muerto de hambre”. Cuenta que los chicos albergados en el centro a menudo les pedían comida a los guardias de seguridad y al personal del centro, que al parecer reaccionaba con poca empatía. Su experiencia, asegura, no fue positiva en el centro.

Ambos hermanos reconocen que cuando finalmente se reconoce la solicitud de asilo todo comienza a ser más fácil, pero ello puede durar meses e incluso años. “En el caso de Siria, las solicitudes se resuelven relativamente rápido, pero solicitantes de otros países en los que también hay conflictos importantes como Afganistán pueden demorarse varios años”, nos explican desde Pro Asyl: “El sistema alemán de asilo está colapsado desde antes de comenzar la crisis de refugiados que estamos viviendo en la frontera suroriental de Europa”.

ONG denuncia el empeoramiento de las condiciones

La organización para la defensa de los derechos de los refugiados Pro Asyl denuncia que el Ministerio del Interior está tratando de reducir el número de refugiados empeorando las condiciones de vida de los mismos. Hasta ahora, los albergues de emergencia estaban contemplados por un tiempo de un máximo de tres meses. El ministro del interior Thomas de Mazière ha propuesto alargarlo hasta seis meses, así como la obligación de residir en la ciudad donde se realiza la solicitud, que se alargaría también de tres a seis meses. Pro Asyl explica que meter a refugiados en estos campos es alejarlos de la integración y dar pie a la violencia que puede tener lugar en el interior, como ya ha ocurrido en algún caso, ya que según asegura la ONG “las condiciones de habitabilidad en dichos albergues sin lugar a dudas son el origen de numerosos conflictos”

Por otro lado, la propuesta del Ministro de cambiar el dinero en metálico por vales la observan como discriminatoria además de mucho más burocrática, y por tanto, más cara. Dicha organización viene pidiendo al gobierno además que se ofrezcan cursos de alemán desde el primer momento. La mayoría de los refugiados no habla alemán y, hasta ahora no les proporcionaban cursos hasta la resolución de su solicitud.

Esto sin embargo parece que sí va a cambiar: Merkel ha prometido que con la inyección de 6.000 millones de euros que han destinará a los refugiados su Gobierno tratará de dar cursos de alemán a partir del tercer mes de residencia en el país. “El problema principal que se encuentran los refugiados, además del alojamiento y la comida es el idioma”, explica Mohammed. Él y su hermano han tenido suerte porque conocían a alemanes que les han ayudado a conseguir los trámites más rápido. Después de más de medio año, Mohe ha comenzado a recibir clases de alemán y ha logrado una plaza en una formación profesional de trabajador social. Su hermano va al instituto. Sus padres han llegado esta semana, así que estará toda la familia reunida y en la misma ciudad, a salvo. Solo pueden traer a la familia los refugiados reconocidos como tales después de pasar por el periplo burocrático.

Mohe y Khaleel vinieron antes que los miles y miles de compatriotas que vienen ahora a través de la frontera con Hungría, y aún así aún se encuentran inmersos en la burocracia alemana hasta arriba: su hermano y sus padres aún tienen que pasar por todo el proceso. Los dos hermanos sirios, mientras esperan a que la situación de su familia se resuelva, en su tiempo libre ayudan a otros refugiados traduciendo del árabe al inglés y reparten té en las oficinas del edificio de asuntos sociales en Berlín donde cientos de otros solicitantes de asilo esperan su turno. 

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