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Los que no vuelven al 'cole': 3,5 millones de menores refugiados no pueden ir a la escuela

Dos niños pasan por un barrio destruido por los bombardeos en la zona controlada por los rebeldes en Douma, a las afueras de Damasco, Siria

Icíar Gutiérrez

A Nyahok Reath le han cautivado los aviones desde que era una niña. Solía mirarlos embobada, mientras sobrevolaban el cielo, antes de huir de su casa en Nasir, en Alto Nilo, al sureste de Sudán del Sur. “Quiero visitar todos los países del mundo”, dice en un testimonio recogido por Acnur. “Mi sueño siempre ha sido ser piloto”, asegura la joven de 17 años, que ahora vive como refugiada en el país vecino, Etiopía.

En el campamento de Kule, donde reside, las posibilidades de continuar sus estudios son pocas. La región que lo alberga, Gambella, cada vez recibe a más refugiados sursudaneses y es uno de los lugares más empobrecidos y remotos del país, donde solo el 9% de los niños refugiados pueden asistir a las aulas. El tío de Nyahok, que vive en Kenia, se ofreció a pagar su educación secundaria y la adolescente pudo viajar a Nairobi. A los seis meses su deseo volvió a verse truncado. “Pronto tuvo dificultades y ya no podía pagar los gastos escolares”, recuerda.

Después de perder el año académico, Nyahok, que siempre fue una estudiante brillante, comenzará el octavo grado en 2017. “Solo puedo pensar en mi educación, en terminar la escuela. Huiría de nuevo si tuviera que hacerlo para poder estudiar”, comenta la refugiada. Ahora no solo sueña con poder explorar el mundo y contribuir a la economía familiar, sino también con convertirse en un espejo en el que otras adolescentes sursudanesas puedan mirarse. “Quiero ser defensora y un modelo a seguir para ellas”, sentencia.

Los casos como el de Nyahok se cuentan por millones en todo el mundo, según los últimos datos de Acnur. Dos millones de adolescente refugiados bajo el mandato de la Agencia de la ONU no pueden asistir a clases para completar su educación secundaria. Un millón y medio de niños tampoco pueden acudir a las aulas de primaria. En total, 3,5 millones de menores de entre 5 y 17 años no tuvieron la oportunidad de ir al colegio el último año académico, según denuncia Acnur en su último informe, publicado este martes.

Cinco veces más probabilidades de quedarse fuera

De acuerdo con el documento, un menor que ha huido de la guerra y la persecución tiene cinco veces más probabilidades de quedarse fuera de las aulas que sus compañeros no refugiados, una cifra que se mantiene respecto al año pasado, cuando se publicó por primera vez este informe anual.

En este sentido, la investigación revela que, mientras, a nivel global, el 91% de los niños del mundo van al colegio, en el caso de los niños refugiados la cifra desciende al 61%. Este dato mejora respecto a 2015, con un 11% más de menores escolarizados debido, sobre todo, a las “mejoras” en la educación de los niños refugiados sirios.

Sin embargo, Acnur puntualiza que este progreso no se extiende al resto de niños refugiados y recuerda que en los países empobrecidos, menos de la mitad de los menores desplazados están matriculados en primaria.

Cuando estos niños se hacen mayores, la situación empeora: mientras el 84% de los adolescentes del mundo están escolarizados en educación secundaria, solo lo están el 23% de los jóvenes refugiados (el 9% en países empobrecidos). “A menudo las escuelas secundarias simplemente no existen, son demasiado costosas o es demasiado difícil o peligroso llegar a ellas”, explica la Agencia.

Las dificultades para poder continuar estudiando también se deben a que, a medida que llegan a la adolescencia, “enfrentan presiones para comenzar a trabajar, casarse y dedicarse a las tareas domésticas”, asegura el informe. Estos obstáculos culminan en que solo un 1% de los estudiantes refugiados llegan a la universidad o a otras formas de educación superior, o lo que es lo mismo: no está al alcance de un 99% de los desplazados por la guerra y la persecución.

Las menores refugiadas se llevan la peor parte, según la Agencia de la ONU. Por cada diez niños refugiados en la educación primaria, hay menos de ocho niñas refugiadas. La cifra es peor de nuevo en secundaria, con menos de siete adolescentes refugiadas por cada diez chicos.

La educación “protege y empodera” a los refugiados

La educación, recuerda el organismo internacional, no solo es un derecho recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sino una forma de ofrecer protección a los menores que han huido de la violencia en sus países de origen. “Encuentran refugio, amistad y rutina en un aula. Las aulas los protegen del reclutamiento forzado en grupos armados, el trabajo infantil, la explotación sexual y el matrimonio infantil”, indica Acnur.

Asimismo, poder estudiar les garantiza “el conocimiento y las habilidades para vivir vidas productivas, satisfactorias e independientes”, no solo en el terreno económico, sino en la defensa de sus derechos como refugiados. “Cuanto más tiempo pasan los refugiados en una educación de calidad, más conocerán sus derechos, podrán defenderse y confiar en sus propios esfuerzos”, explican. Así, mencionan “la insaciable sed que los refugiados tienen por aprender” y el deseo de quienes “han perdido todo para salir y reconstruir sus vidas y comunidades”.

“La educación de estos jóvenes es crucial para el desarrollo pacífico y sostenible de los países que los han acogido, y de sus países de origen cuando pueden regresar. Sin embargo, en comparación con otros niños y adolescentes de todo el mundo, la brecha en las oportunidades para los refugiados está creciendo cada vez más”, sentencia en un comunicado Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.

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