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Una familia de refugiados sirios se enfrenta a un desahucio por falta de ayudas

Wafa y su familia se enfrentan a un desahucio en Alcobendas, Madrid, sin alternativa habitacional / Olmo Calvo.

Fabiola Barranco

“No empezamos de cero, empezamos por debajo de cero”. Así describe Wafa, una joven siria solicitante de asilo en España, la situación que ella y su familia tuvieron que superar cuando en 2013 llegaron a Madrid dejando atrás una guerra ha arrasado con la vida de más de 250.000 personas y ha obligado a otros cuatro millones a buscar refugio fuera de sus fronteras.

Dos años más tarde, el ánimo de retomar una vida digna se ha visto truncado por una delicada circunstancia sumida en la precariedad que atraviesa esta familia de once miembros instalados en Alcobendas, y que el próximo 2 de marzo se enfrentan a un desahucio. Hasta la fecha no tienen ninguna alternativa habitacional, el tiempo corre y los recursos se agotaron hace tiempo.

Wafa, sus padres, hermanos, cuñados y sobrinos, salieron de Damasco rumbo a Madrid en 2013.  “Terminé mis estudios y trabajé como profesora con niños, después estudié para ser ayudante de Ingeniería Civil, pero pronto empezaron los problemas y nunca pude trabajar en mi campo. El movimiento era muy limitado: iba del trabajo a casa. Y ya. No podía moverme más”, relata.

Aunque había quien confiaba o se consolaba diciendo que “en unos meses acabaría todo”, Wafa y los suyos optaron por el camino del exilio. Una opción que no fue sencilla de afrontar. Una vez en España seguían pendientes de lo que dejaron atrás. “La situación empeoró, cada vez caían más bombas, ataques químicos…y nuestros amigos y familiares nos pedían que no volviéramos a Siria”.

Los primeros pasos los dieron en el CAR (Centro de Acogida de Refugiados) de Getafe. Allí fue alojada, junto a sus padres, su hermano y su cuñada, que por aquel entonces estaba embarazada. Por falta de espacio en el centro su hermana Esraa, su marido e hijo pequeño fueron reubicados en Alcobendas.

Tras un año de estancia en el CAR, donde la joven se volcó en aprender español y completar su formación, con la firme intención de conseguir un trabajo, pasó a vivir en un piso gracias a las ayudas de alquiler y alimentación que recibía. Pero se acabaron. Ya en 2014 toda la familia se reagrupó bajo un mismo techo.

Con la tarjeta roja -se llama así al documento oficial de identificación como solicitante de protección internacional, que autoriza a permanecer en territorio español durante el periodo en el que se decide la resolución de solicitud- como único aval, alquilaron a un particular a través de una inmobiliaria, un piso de tres habitaciones -para 11 personas- en Alcobendas con un precio de 700 euros mensuales. Los primeros recibos los pagaron con el soporte de la ayuda del Ayuntamiento de la localidad, que percibía su hermana, pero que “ronda los 2.000 euros y solo sirvió para dos o tres meses”, por lo que luego tuvieron que recurrir al apoyo de un amigo.

200 euros para cuatro niños, siete adultos y un alquiler

Los únicos ingresos familiares corresponden a los 200 euros mensuales que gana Wafa por dos horas de trabajo diarias en una fábrica de pasteles árabes, donde también trabajó durante cuatro meses por media jornada su hermana, ahora desempleada. Una cantidad insuficiente para un hogar en el que conviven cuatro niños y siete adultos, que sobreviven gracias a las cestas de alimentos que les ofrece el Consistorio cada mes, y otras aportaciones de organizaciones como la Fundación Deporte Integra, Cruz Roja o Cáritas, que en ocasiones han hecho frente a los recibos de luz y agua.

Pero desde hace ocho meses, la situación para esta familia refugiada, es insostenible. No pueden hacerse cargo del alquiler, lo que les ha arrastrado hasta una denuncia por parte de la casera que acabó en un juicio celebrado el pasado 14 de enero, del que ha salido una fecha clave que atosiga día a día a esta familia. El 2 de marzo está previsto el desahucio.

Wafa insiste en que no pueden decir nada de la dueña de la casa, ya que considera que “está en su derecho”. Pero desea “poder tener un trabajo que permita pagarlo, solucionar este problema y establecernos como familia aquí”. Lamenta que buscar otra opción de vivienda se antoja una tarea plagada de impedimentos: “Buscamos otros pisos más pequeños y más baratos, pero nos piden nóminas que no tenemos y tampoco les gusta alquilar a una familia grande. Incluso mi jefe ha intentado avalarnos para alquilar un piso, pero aun así no ha sido posible”.

También solicitaron hace tres meses una vivienda de emergencia social a través del IVIMA (Agencia de Vivienda Social de la Comunidad de Madrid). Esperan ansiosos una respuesta, para poder abandonar cuanto antes el piso actual en el que viven y no generar más deuda. Y al mismo tiempo, temen que no llegue ninguna resolución antes de la fecha del desahucio. La incertidumbre es alta ante la falta de alternativa habitacional. Wafa sabe que, aunque forme parte de la primera familia de refugiados sirios en España con orden de desahucio, su situación no es única entre solicitantes de asilo llegados desde Siria: “Ha pasado con muchas familias y se fueron a Alemania porque en España no hay posibilidad de futuro. Yo no me puedo ir. No tengo dinero, además me he esforzado por seguir una vida aquí, estudiando la lengua, buscando trabajo, adaptándome a las costumbres. No puedo ir a Alemania a volver a empezar de cero, otro idioma, otros centros…”, explica.

“Trabajar por la inserción social y laboral”

Layla, una joven hispano-siria y miembro de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, trata de buscar una solución para esta familia. Por eso los acompaña en cada trámite y remueve cielo y tierra para que alguna ONG o institución pública contribuya a ofrecer una alternativa habitacional. Ella conoce muy bien la realidad de la diáspora siria y le preocupa, señala, “el clima que se está creando de racismo, así como la ineficiencia y la falta de responsabilidad del Gobierno”.

Señala el caso de la familia de Wafa, como “un aviso de lo que está por venir, porque una vez acabados los recursos mucha gente refugiada se puede encontrar en una situación de calle”. Para evitarlo, cree que “no solo hay que ofrecer una solución habitacional, sino que además es necesario trabajar por la inserción laboral y social”, de este colectivo.

Los días pasan marcados por la espera. Ante la falta de otras opciones de vivienda, Wafa no puede evitar emocionarse al contar su situación a eldiario.es. “Bastante difícil es empezar por debajo de cero, yo ahora no puedo pensar nada más allá de ‘qué voy a comer’ o ‘si los niños podrán comer mañana’. Se trata de pensar cada día en sobrevivir”. Y así la batalla por la supervivencia que comenzó en Siria, no termina en España; al menos de momento.

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