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Los correos de Blesa evidencian su taimada relación con las Koplowitz

Cristina G. Bolinches

Hubo un tiempo no muy lejano en el que, públicamente, nadie decía que no a Esther Koplowitz. Menos aún Caja Madrid, con la que compartía intereses en varias participadas conjuntas como Globalvía o Realia, entidades que ahora se mantienen como socias de Bankia. Pero otra cosa muy distinta era lo que en las altas esferas sus socios en los negocios opinaban en privado. Miguel Blesa, que conservó un puesto como consejero de la constructora hasta que puso un pie en la prisión de Soto del Real, mostraba sus reticencias a los designios de la ejecutiva en los correos electrónicos a los que ha tenido acceso eldiario.es.

“Me tienes que contar del crédito para la compra de acciones de FCC por Esther. Yo te contaré lo que me piden”, escribe Blesa a su mano derecha en Caja Madrid, Matías Amat, uno de sus directivos de confianza, el 1 de diciembre de 2007. A finales de ese año, Esther Koplowitz se había reforzado como principal accionista de FCC tras comprar el 10,55% del accionariado que hasta entonces estaba en manos de la firma de inversión Ibersuizas. El fondo quería salirse de la compañía. Koplowitz necesitaba con celeridad un crédito para hacerse con la participación y no dejar que se diluyera su control en el mercado.

Un mes antes, Blesa escribía al mismo destinatario: “Tenme informado de la evolución de la operación. Hace un año me llamó Esther para que le financiase 'ágilmente' un paquete de BBVA y luego se pusieron a subastar el crédito entre bancos; no me gustó”. Y añade: “P.D. Ibersuizas ha perdido la paciencia”. El asunto que figura en este correo es “B 98 EK”. B-1998 es el nombre de la sociedad instrumental de Esther Koplowitz a través de la que posee la mayoría accionarial de FCC.

Se da la coincidencia de que este pasado viernes Esther Koplowitz vendió un 3,8% de FCC para resarcir a Bankia y BBVA de los intereses de aquel crédito. Tras el desplome de las acciones de FCC, la nueva dirección de Bankia ha sido mucho más exigente y le ha pedido más garantías para conservar el préstamo (que vence en 2017).

Aquella operación de 2007 se hizo con los títulos de la constructora a casi 56 euros. Llegaron a bajar hasta los 7 euros por acción y, tras el efecto Bill Gates, Esther ha logrado vender esta semana a 15 euros.

Lo que está claro leyendo los correos es que aquella operación, que ahora en el tiempo se ve ruinosa, trajo de cabeza a la familia Koplowitz y a Miguel Blesa. Mientras se gestaba la adquisición de la participación de Ibersuizas, Blesa escribía, el 11 de diciembre de 2007, a quien era consejero delegado de su Corporación Financiera, Mariano Pérez Claver (que acabó como presidente de Sos Cuétara), un correo muy misterioso: “Me llamó el sábado, me llamó anoche y esta mañana, confusa en su relato, que no ha firmado nada y alguien lo ha filtrado, que quiere cerrar las condiciones para llevarlo a un próximo Consejo, de Montes ni una palabra???”, asegura sin desvelar quién era la mujer que llamaba. Hay que recordar que Rafael Montes fue nombrado presidente de FCC el 18 de diciembre en un consejo de administración que dio el puesto de consejero delegado de la constructora a Baldomero Falcones.

El nombre de Falcones es el asunto de otra misiva entre Blesa y Pérez Claver del 16 de abril de 2008. “Ayer por la tarde tuve una conversación con Baldomero en relación a nuestras participadas conjuntas. Fue dura, tuve que recordarle los pactos de accionistas”, escribe el exresponsable de la corporación financiera. “No me lo puedo creer”, contesta tajantemente Blesa.

La cordialidad entre banquero y constructoras estaba lejos de ser real, como se vislumbra en los cruces de correos que atañen a FCC, con la que la caja compartía muchos negocios. Por ejemplo, la concesionaria de infraestructuras Globalvía. Su presidente ejecutivo, Juan Béjar, solicitó a Caja Madrid, el 4 de diciembre de 2009, un puesto de consejera para “AK”, aunque no aclara en las misivas a quién se refiere, si se trata de Alicia Koplowitz, hermana de Esther, o si está refiriéndose a la hija de ésta, Esther Alcocer Koplowitz. Con probabilidad, las siglas corresponden a las iniciales de los apellidos de esta segunda, que ha sido la que recientemente ha tomado las riendas de la empresa.

“Ildefonso, te ruego disculpes mi insistencia pero, cuando puedas, te agradecería me indicases si os parecería procedente incrementar el número de consejeros para dar entrada a AK. El próximo consejo es el día 21 y me he comprometido con AK para que, con una solución u otra, pueda participar”, solicita Béjar.

El destinatario de este correo es Ildefonso Sánchez Barcoj, director financiero de Caja Madrid, quien contesta: “Como te dije, esto está en manos de mi presidente. Mientras tanto, no hay plácet. Si quiere entrar AK, será a cambio de otro representante de FCC. Por cierto, si queréis sacar la compañía a bolsa deberíamos hablarlo antes de largar urbi et orbe. Cómo sois los de FCC…”.

Tras este correo y la respuesta en la que Béjar da la razón en cuanto al tema de la salida a bolsa [“tienes más razón que un santo”, asegura], Sánchez Barcoj informa a Miguel Blesa. “Bueno. Puesto en su sitio. La criatura es de global vía [sic]. ¿Qué hará defendiendo a la family? Ay, la belleza, la belleza”.

Llama la atención esta tirante relación cuando Caja Madrid y FCC son unos de los socios más estables del panorama empresarial español. Cabe recordar que FCC levantó su imperio con la contratación pública de Madrid, ciudad y Comunidad. La empresa embrionaria del padre de las Koplowitz ya recogía la basura municipal en 1940. Construyó además el alcantarillado de parte de la ciudad.

De forma más indirecta, Blesa también aguó la fiesta a la hermana (y tía) de las Esther Koplowitz, Alicia. Según los correos a los que ha tenido acceso eldiario.es, el presidente de Caja Madrid reventó una operación por la que Alicia, junto con otros inversores españoles, trataba de hacerse con el control de la aerolínea Iberia. Alicia se salió del capital de FCC hace años y desde entonces opera como inversora.

El obelisco de la discordia

El obelisco de la discordia

“Me dicen que FCC está muy enfadada conmigo porque no se les ha invitado a presentar oferta por el obelisco. Creo recordar que hablamos de incluirla en la propuesta inicial”. Así le apunta Miguel Blesa a quien era director de la Fundación Caja Madrid, Rafael Spottorno –actual jefe de la Casa del Rey–, en un correo electrónico enviado el 11 de octubre de 2007.

Entonces, antes de que explotara la burbuja de la construcción, los grandes del sector se peleaban por colocar el que iba a ser uno de los símbolos de la capital: el megaobelisco que el omnipresente arquitecto Santiago Calatrava ideó para la Plaza de Castilla, donde tiene sus oficinas centrales la actual Bankia. El monumento en cuestión tuvo un coste, según las informaciones publicadas en la época, de más de 14 millones de euros, de los que Caja Madrid puso nueve millones y, el resto, el Ayuntamiento. Supuestamente, el obelisco de más de 90 metros de altura que se inauguró en 2009 se movía, aunque nadie recuerda cómo, ya que nunca llegó a hacerlo. Spottorno le aclara detalladamente el proceso de la licitación y cómo la oferta de FCC era la más cara con diferencia.

El obelisco trae de cabeza a Blesa, que insta a Barcoj a que aclare el entuerto con FCC. “Acláralo cuanto antes, en esa casa pierden la cabeza”, le insisten. Y en otro correo más le dice: “Ya comentaremos este asunto en directo. No conozco gente menos constante en sus juicios”.

Pocas dudas caben de que el faraónico proyecto trajo en vilo por más razones a la caja. En un correo enviado el 8 de abril de 2009, Spottorno informaba a Miguel Blesa de que el arquitecto había “vuelto, por fin, a la cordura y se ha puesto a trabajar, con unos términos contractuales razonables en el proyecto de terminación de la base del obelisco”, explica el responsable de la fundación. “Me ha mandado unos bocetos, manejando todavía varias alternativas, que he enseñado a Pilar Martínez, la delegada de Urbanismo, y que ya cuentan con la aprobación del Ayuntamiento”.

Además, Spottorno ironiza antes de adjuntar las características técnicas del monumento: “Quizá te divierta ver lo que propone, que a mí me parece digno de su talento, que no de su talante”.

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