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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

El mundo entiende con retraso lo que ha pasado en Cataluña

Militantes de CiU, ante el balcón del hotel Majestic, desde el que saluda la cúpula del partido tras las elecciones del 25 de noviembre. / Efe

Carlos Elordi

A la prensa extranjera le ha costado más de un día llegar a conclusiones sobre lo que ha pasado en Cataluña. Tras los titulares del lunes, en los que mandaba, sin más, la idea de que el separatismo se había impuesto en las urnas, reflexiones más pausadas han ido conformando la sensación de que el gran peligro, el referéndum secesionista, se ha alejado en el tiempo. Pero con un elemento adicional: el de que el independentismo es un sentimiento mayoritario en Cataluña y el Gobierno español no podrá despreciarlo.

Las elecciones del domingo han sido en estos días uno de los grandes asuntos de la prensa mundial. Porque Cataluña es la región más conocida de España en el extranjero, porque sus avances de las últimas dos décadas –desde los Juegos Olímpicos de 1992 hasta que llegó la crisis- se convirtieron en el emblema del que no pocos llamaron “el milagro económico español”, y también porque Barcelona había alcanzado, eficazmente impulsado por la publicidad, el estatus de ciudad imprescindible de Europa, que cualquier joven o menos joven debía visitar si quería saber lo que es vivir bien y bonito.

Pero también porque el desafío independentista catalán era un aldabonazo que conmovía estanque político europeo mucho más que el referéndum escocés programado para 2014 o que el riesgo de partición de Bélgica entre flamencos y valones. Sobre todo porque en Cataluña se daban con bastante más nitidez, aparentemente, las condiciones para que la ruptura se produjera de una manera tajante y en un plazo de tiempo relativamente corto.

Ese es el clima que ha alimentando la atención de la prensa europea, y norteamericana y latinoamericana. Sin mayores reflexiones, al hilo, casi exclusivamente, de las noticias, de los sondeos y de las declaraciones cada vez altisonantes que iban haciendo los políticos implicados en la pelea. Es llamativo, por ejemplo, que prácticamente ningún periódico haya hurgado, y había material para ello, en cual sería la postura que adoptaría la Unión Europea ante un proceso secesionista en España, en qué posibilidades tendría una Cataluña independiente de seguir formando parte de la UE: lo cual es muy notable si se tiene en cuenta que ese aspecto del problema ha sido uno de pivotes del debate internacional en torno a la eventualidad de una independencia de Escocia. Y no sólo en la prensa británica.

Es difícil saber en qué medida el riesgo de quedarse fuera de Europa ha pesado en las decisiones de los electores catalanes. Lo que sí está claro es que la mayoría de la prensa europea ha obviado ese aspecto de la cuestión, que en buena medida era el que más le correspondía abordar. Sobre todo si se tiene en cuenta el afán con que muchos diarios, particularmente los alemanes, escrudiñan todo lo que ocurre en los países de la Europa más endeudada con el fin de comprobar que se cumple la ortodoxia de Bruselas, véase de Berlín.

La falta de recursos profesionales que aqueja a todos los periódicos del mundo, aunque seguramente no tanto como a los españoles, seguramente explica más que cualquier otra cosa esa falta de profundización. El que más o el que menos va a la noticia del momento y carece de tiempo para darle un par de vueltas a los asuntos. La mayoría de los muchos enviados especiales que han llegado a Barcelona en estos días empezó a escribir pocas horas después de haber dejado el aeropuerto, como ocurre desde hace años en cualquier otro acontecimiento internacional.

Los tiempos en que los enviados se pasaban semanas en los sitios –por ejemplo en la conflictiva Euskadi- antes de mandar su primera crónica a la redacción central parecen haber pasado para siempre. Ahora a lo que se va es a los sondeos –tal vez sea éste uno de los principales motivos por los que no se haya abierto una causa contra las empresas encuestadoras, aunque sus fallos sean cada vez más clamorosos, aquí y fuera-, trufados con las declaraciones de algún político y, eso sí, con muchas notas de ambiente, que normalmente no suelen ser más que el chascarrillo que se le ocurre a un taxista o al camarero del bar en el que periodista desayuna. Y sin embargo, esas informaciones no ha servido solo para el entretenimiento, sino que han influido, y no poco, en la realidad: entre otras cosas presionando, negativamente, sobre los mercados, sobre las bolsas y sobre la prima de riesgo.

La confusión que se adueñó de buena parte de los periódicos en las primeras horas tras la confirmación de los resultados electorales del domingo podría explicarse a la luz de esos antecedentes. No pocos, sumando sin más los escaños de CIU y de Esquerra, concluyeron los separatistas impondrían en breve su calendario. Otros, ciertamente, acertaron: “Los electores defraudan las esperanzas del presidente catalán en un referéndum por la independencia”, dijo The Guardian. “Nacionalistas catalanes sufren un duro revés en su desafío independentista”, tituló El Mercurio de Santiago de Chile. “Golpe para el plan independentista”, dijo Clarín de Buenos Aires.

Un día después la serenidad se ha impuesto. Y también la inteligencia. Valgan los ejemplos de hoy en los que seguramente son los tres periódicos más influyentes del mundo: “Las controvertidas elecciones catalanas dan la victoria a los partidos separatistas. Pero los electores no expresaron un mensaje claro sobre quien ha de liderar la causa de la independencia” (New York Times). “El ambiguo resultado de las elecciones deja el camino catalán hacia la autodeterminación más tortuoso que nunca. Pero los problemas de Artur Mas no deberían llevar a Madrid a subestimar el profundo apoyo a la independencia que hay en Cataluña” (Wall Street Journal). “Una fuerte mayoría refuerza la idea de que de un plebiscito sobre la independencia es más la demanda de una mayoría que el sueño de unos pocos. Pero la ruta hacia el referéndum es ahora más difícil que antes del voto. Rajoy puede reconfortarse con la debilidad de Mas, pero debería abrirse a la opción de que una mayor autonomía para Cataluña debería ser el precio a pagar para evitar una crisis constitucional en tiempos de emergencia económica (Financial Times).

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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