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“El monumento al encierro no es un tiovivo”

Un detalle del monumento al encierro.

Garikoitz Montañés

Pamplona —

“Mi opinión ha sido siempre la misma: la obra no es un tiovivo al que se pueda subir la gente”. El autor del monumento al encierro, Rafael Huerta, no oculta su enfado por esa imagen, habitual durante el año pero persistente durante los pasado sanfermines, de niños, turistas y viandantes en general subidos a su conjunto escultórico, situado en la céntrica avenida de Roncesvalles de Pamplona. Y, para poner freno a estas conductas incívicas, el autor solo ve una solución: más vigilancia en la zona.

Durante las pasadas fiestas, fue habitual ver a decenas de personas subidas sobre la peana del monumento al encierro, moviéndose entre las figuras de bronce, el mismo escenario en el que en agosto de 2011 un joven se resbaló y resultó corneado por uno de los toros. Por este suceso, y por los desperfectos sufridos en diversos momentos por la obra (sobre todo, las grietas en las patas de las reses), el conjunto estuvo vallado entre octubre de 2011 y febrero de 2012 mientras se reparaba. Entonces, se habló de instalar un seto que evitara los comportamientos incívicos, pero finalmente se colocaron tres placas metálicas (se pueden ver en tres lados de la peana) que advierten de que está prohibido subirse al monumento. Pero, muchas veces, ese mensaje no se lee o, simplemente, se ignora.

“Lo que no sé es cómo llegan a romper las figuras. Me dijeron que, incluso, unos jóvenes se subieron una vez sobre la figura del primer corredor para sacarse la foto”, cuenta Huerta. Para el escultor, el problema no está tanto en los niños que juegan junto a la obra como en los “gamberros” que le pueden causar daños: “Comprendo que la gente quiera subirse, pero se trata de una cuestión de educación. Si circulamos por la carretera y cometemos una infracción, nos paran y nos multan. ¿Por qué con una escultura no pasa lo mismo?”.

Para Huerta, las multas son una posible solución. Según la Ordenanza municipal de promoción de las conductas cívicas, subirse al monumento está considerado una infracción leve y, por tanto, puede sancionarse con hasta 750 euros, aunque lo más habitual, según fuentes municipales, es que sean 150. Otra posible vía para el autor es aumentar la vigilancia constante en la zona. De lo contrario, para Huerta queda una sensación de “abandono”, de que todo vale.

Maya confía en las placas de advertencia

Preguntado sobre esta cuestión en conferencia de prensa, el alcalde de Pamplona, Enrique Maya, descartó esta semana que puedan adoptarse nuevas medidas, al considerar que las placas con la prohibición funcionan de forma adecuada a lo largo del año. Otra cuestión es en San Fermín. Pero el primer edil argumentó que, en cuestión de seguridad, hay otras prioridades a las que mandar agentes durante los festejos.

Huerta, por su parte, reconoce cierto hartazgo con esta situación y cree que es necesario adoptar medidas. “Seguro que hay personas que quieren retratar el monumento y, al final, capturan a la gente que se sube en él”, lamenta. Pero también reclama que se elimine al menos una de las farolas situadas en un lado del monumento, el izquierdo visto desde Carlos III, porque así se facilitaría el visionado de la obra. Un detalle más para, en definitiva, sacar partido a una de las esculturas más fotografiadas y conocidas de la ciudad.

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