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Manuel Valls: “Yo aprendí a ser francés”

Manuel Valls: "Yo aprendí a ser francés"

EFE

París —

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Manuel Valls, el primer ministro galo nacido en Barcelona en 1962 y naturalizado francés a los 20 años, asegura que aprendió a ser francés al criarse en París, en un entorno que respetaba los matices culturales de sus orígenes.

“Siempre he vivido en París, pero nací en Barcelona un verano, de padre español y madre de doble nacionalidad española y suiza originaria de Tesino, un cantón de lengua italiana”, y “hasta los 16 años vivía plenamente en esa triple cultura española -y catalana-, italiana y francesa”, dice Valls en una entrevista al suplemento de fin de semana del diario “Le Parisien”.

El jefe del Gobierno francés, hijo de Luisangela Galfettidel y el pintor Xavier Valls, explica que en casa de sus padres, por donde pasaban intelectuales exiliados de España o América Latina pero también franceses, generalmente se hablaba catalán.

“El francés estaba en el colegio, la literatura, el aprendizaje de un conocimiento y unos valores. Me sentía a la vez español y francés”, destaca el político socialista.

Y no fue hasta que se topó con la administración cuando se dio cuenta de que, en realidad, Manuel Valls no era francés.

“A los 16 años, cuando fui a buscar mi tarjeta de residencia de dos años, comprendí que no era francés. Pasé una entrevista en una comisaría del distrito IV de París y tuve que responder a preguntas sobre mis padres y sobre mi vida personal. Se parecía bastante a un interrogatorio”, recuerda.

“Fue en ese momento cuando se me hizo evidente la cuestión de la nacionalidad francesa”, agrega el jefe del Gobierno francés y sobrino-nieto de Manuel Valls i Gorina, compositor del himno del FC Barcelona.

Valls, que creció en una Francia que avanzaba “a marchas forzadas” hacia la integración de los hijos de la inmigración española, portuguesa o italiana, considera que “no se es francés por el lugar de nacimiento, el color de la piel o los orígenes, sino por adscripción a un proyecto, a unos valores, a una comunidad nacional”.

“Para mí, la comunidad francesa descansa sobre tres pilares: primero la lengua, que debe ser una prioridad en el colegio, una reconquista; después, nuestra historia (...); y finalmente, el laicismo”, resume el político socialista, de 52 años, licenciado en Historia y padre de cuatro hijos.

En la entrevista, Valls insiste en que la lucha contra la discriminación es una conquista de todos y recuerda con una anécdota personal la importancia de prescindir de los estereotipos.

“Recuerdo que ser hijo de español, portugués o italiano en los años sesenta y setenta no estaba muy de moda. Necesariamente, eras hijo de obreros. En mi cuaderno del colegio, cuando escribía 'artista pintor' como profesión de mi padre, el profesor me decía: 'Manuel, no hay que sentir vergüenza por tener un padre pintor de brocha gorda'”, dice.

Por ello, sostiene que eliminar las discriminaciones raciales o culturales le corresponde a toda una generación y representa “un trabajo de reconstrucción de nuestra identidad”.

“Es la elección entre un país cerrado sobre sí mismo, timorato, nostálgico de un pasado fantasma, y una República firme y fuerte pero también generosa y bondadosa”, dice.

Valls, un hijo de inmigrantes que lidera el Ejecutivo de la quinta economía del mundo, contrapone esas dos ideas en un momento en que Francia duda sobre su propia identidad, con el ultraderechista Frente Nacional en auge en un contexto de “avance del islamismo yihadista”.

“Los futbolistas y raperos no pueden ser el único espejo del éxito, las elites también deben aunar a la sociedad. Es el gran desafío del colegio y aún estamos lejos de haberlos superado”, concluye el primer ministro francés.

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