Los talibanes prometen proteger los proyectos de infraestructuras en Afganistán

Los talibanes de Afganistán llamaron hoy a sus filas a que protejan los proyectos de construcción de infraestructuras en el país, después de destruir y bloquear el avance de puentes, presas y carreteras durante 15 años.

“El Emirato Islámico (como se denominan a sí mismos los talibanes) no sólo respalda todos los proyectos nacionales que van en el interés de la gente y resultan en el desarrollo y prosperidad de la nación, sino que también están comprometidos a salvaguardarlos”, indicó el grupo insurgente en un comunicado.

En un giro a su política de los últimos 15 años de guerra, la formación ordenó a todos sus hombres que “ayuden en la seguridad” de presas, proyectos ferroviarios, autopistas e incluso “grandes” planes como el Oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI, en inglés).

No obstante, un portavoz del Ministerio de Trabajos Públicos, Mehdi Rohani, calificó el anuncio de los insurgentes de “propaganda” y los culpó del escaso gasto realizado este año por su departamento en la implementación de los presupuestos del estado.

“Actualmente tenemos decenas de proyectos de construcción de carreteras retrasados por los ataques de los talibanes y decenas de proyectos que quedaron sin completar en varios provincias inseguras”, afirmó a Efe.

A menudo, los talibanes vuelan puentes como parte de sus tácticas de guerra, además de cortar y destruir carreteras para impedir el avance de las tropas afganas y de atacar proyectos activos de infraestructuras de todo tipo.

A comienzos de año, volaron una torre eléctrica en la norteña provincia de Baghlan que abastecía Kabul desde Uzbekistán, dejando la capital del país a oscuras durante casi un mes.

El depósito de cobre Mes Aynak, a unos 40 kilómetros de Kabul y uno de los megaproyectos que los talibanes se comprometieron hoy a proteger, fue pospuesto en diversas ocasiones por ataques insurgentes, al igual que la expansión de la presa Kajaki (sur).

La inseguridad en el país llevó a muchas empresas extranjeras a abandonar sus proyectos para la reconstrucción de Afganistán, iniciados tras la invasión estadounidense en 2001, y disparó los costes del desarrollo de infraestructuras a límites desorbitados.